Guerra: depresión, ansiedad y esquizofrenia en una de cada cinco personas
Escrito por
Reuters

En 2016, la cantidad de conflictos armados en el mundo tocó un
máximo histórico de 53 en 37 países, con un 12% de la población mundial
viviendo en una zona de guerra activa, según cifras de la ONU.
Una de cada cinco personas en zonas de guerra tiene depresión, ansiedad, estrés postraumático, trastorno bipolar o esquizofrenia, y muchas de ellas sufren formas graves de esas enfermedades mentales, dijo el martes la Organización Mundial de la Salud.
Los hallazgos resaltan el impacto a largo plazo de los conflictos
bélicos en países como Afganistán, Irak, Sudán del Sur, Siria y Yemen,
afirmó la agencia de la ONU. Las cifras son significativamente más altas
que en tiempos de paz, cuando una de cada 14 personas tiene una
enfermedad mental.
“Dado el gran número de personas necesitadas y el imperativo
humanitario de reducir el sufrimiento, existe una necesidad urgente de
implementar intervenciones de salud mental escalables para enfrentar
esta carga”, dijo el equipo de investigación.
Mark van Ommeren, especialista en salud mental de la OMS, dijo que
los hallazgos “dan más peso al argumento para una inversión inmediata y
sostenida, de modo que el apoyo mental y psicosocial esté disponible
para todas las personas que lo necesitan viviendo en el conflicto y sus
consecuencias”.
En 2016, la cantidad de conflictos armados en el mundo tocó un máximo
histórico de 53 en 37 países, con un 12% de la población mundial
viviendo en una zona de guerra activa, según cifras de la ONU.
En general, en zonas de guerra la prevalencia promedio fue más alta
para las condiciones de salud mental leves, con un 13%. Alrededor del 4%
de las personas que vivían en medio de un conflicto armado padecían
enfermedades de salud mental moderadas, y en condiciones graves la
prevalencia era del 5%.
El análisis evaluó investigaciones de 129 estudios y datos de 39 países publicados entre 1980 y agosto de 2017.
Fue publicado en la revista médica The Lancet y realizado por un
equipo de investigadores de OMS, la Universidad de Queensland de
Australia y el Instituto de Métricas y Evaluación de la Salud de la
Universidad de Washington y la Universidad de Harvard en Estados Unidos.
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