Jorge Durand
Por décadas la
migración en tránsito por México fue subrepticia y discreta. Luego se
hizo visible, peligrosa y costosa. Cruzar por el país era un verdadero
sacrificio. Eran los tiempos de La Bestia, la época cuando las mafias empiezan a extorsionar a los migrantes en el camino. Y cuando surgen una serie de
casas de migrantesa lo largo de las diferentes rutas. La migración era fundamentalmente masculina y laboral.
La crisis económica en Estados Unidos (2008) y el incremento del
desempleo, detuvo el flujo y se incrementaron las deportaciones en la
época de Obama. Luego en 2012 el patrón migratorio centroamericano
cambió de manera radical y, de ser económica y laboral, se convierte en
familiar, infantil, juvenil y de solicitantes de refugio. Esta modalidad
entró en crisis en 2014 con la llamada
crisis humanitariade Obama y su correlato en México, con el Plan Frontera Sur.
Todo se complica con la llegada de Trump al poder y su política de
mano dura con la migración, que ha fracasado en todo sentido, menos en
doblarle la mano a México y convertirlo en el culpable de sus fracasos.
En 2018 se desata la crisis de las caravanas. La de abril y luego la
de octubre, que se organiza, promueve y planifica en Honduras, y que
irrumpe en la frontera sur, con cerca de 7 mil personas. De este modo la
caravana se instituye como nuevo patrón migratorio, masivo, organizado y
mediático, que fuerza la entrada, demanda solidaridad y busca asilo.
La caravana de octubre es una combinación de migración familiar,
reunificación, solicitantes de asilo y migración laboral. De Honduras,
83 por ciento; Guatemala, 8 por ciento: El Salvador, 7 por ciento, y de
otros países, 2 por ciento. Esta caravana es conducida directamente a
Tijuana, por la vía más larga, hasta toparse con el muro. Pero no se
puede dar el portazo. Y se endurece la postura de Estados Unidos.
En ese contexto, de alta complejidad política regional y tensión en
los circuitos migratorios de tránsito, entra la administración de López
Obrador y propone un
nuevo paradigma, basado en el respeto a los derechos humanos y en la atención de las causas de la migración centroamericana. Y el gobierno encarga a la Cepal un plan de desarrollo integral, para Guatemala, Honduras y El Salvador, tres países en crisis, con inestabilidad política y cambio de gobierno.
En tanto, en diciembre se anuncia una caravana que partiría el 15 de
enero. El gobierno se dispuso a aplicar una política de acogida,
registro y visas humanitarias. Cerca de 11 mil caravaneros lograron
obtener visas y se dispersaron por el territorio nacional y llegaron a
la frontera norte. El flujo seguía siendo mayoritariamente hondureño,
pero se reactivaron los flujos haitiano, cubano y extra-continental, que
hacían su propia lectura, de mayores facilidades en el cruce. Se
produjo el
efecto llamada.
Así, se anuncia una primera concesión por parte de México, la
aplicación unilateral de la disposición 235 que permite a Estados Unidos
devolver a México a migrantes en tránsito que solicitaron asilo. Las
razones, se dice, fueron
humanitarias. Por otra parte, la retórica oficial insiste en que hay trabajo para todos, incluso para
nuestros hermanos centroamericanos. Aunque el salario mínimo mexicano sea el peor de la región.
El 20 de marzo el yerno Jared Kushner llega a México, se reúne de
manera subrepticia con AMLO y se insiste en el tema del control
migratorio. Pero no hay ningún cambio significativo. Se mantiene la
apuesta por atender las causas y aplicar el llamado
modelo mexicanopara contener la migración.
El 20 de mayo se anunció el plan de la Cepal que ofrecía soluciones
para detonar el desarrollo regional. Propuestas de mediano y largo
plazos, bastante obvias y conocidas, pero que dejan totalmente de lado
el análisis político, geopolítico y coyuntural de la migración en
tránsito. De hecho, la Cepal no puede opinar en este campo.
El 7 de junio, se desató la tormenta y se concreta la amenaza de
imponer aranceles a todos los productos mexicanos y se fija un plazo de
45 días. Sólo en ese momento, se atiende la coyuntura y se modifica
radicalmente la política migratoria. Durante los seis meses del gobierno
de AMLO la migración había aumentado de manera exponencial, sin que
hubiera un cambio significativo en las causas, que son las de siempre.
El único cambio relevante es la insurrección en Honduras, posterior a
los acuerdos entre México y Estados Unidos. Pero esto también explica
su repunte migratorio, que es fundamentalmente político y no económico.
Gobierno corrupto y dictatorial, que tiene como aliado fundamental a
Estados Unidos y ve con desconfianza a México.
Hay que entender, que no sólo operan las causas estructurales en el
lugar de origen, también la política migratoria de los países de origen,
tránsito y destino, operan como detonadores de nuevos flujos y provocan
cambios en patrones migratorios.
No parece haber una lectura correcta, de las políticas migratorias a
escala continental y regional y menos aún de sus consecuencias. El
nuevo paradigmamigratorio de la 4T atendió los aspectos humanitarios, pero descuidó la aplicación de ley migratoria mexicana e hizo caso omiso del análisis geopolítico y de sus consecuencias, que eran totalmente previsible
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