Voto millennial, o cómo la política se volvió meme
Alexander Naime Sánchez-Henkel
Hoy –y muchos años por venir– los jóvenes
(18-34 años) constituyen el electorado más numeroso, conformando casi
un tercio de los votantes, pero tanto los candidatos como el sistema
democrático en general no capturan su interés político.
Por ello los jóvenes –al no ver sus intereses en las propuestas de los candidatos– se vuelven apáticosante la democracia electoral. Ya no creen en el cambio mediante el voto o un candidato, pero creen en el cambio a través de ellos mismos. En las redes sociales, estén apoyando a un bando o al otro, los jóvenes comparten información, difunden propuestas, se pelean, se mientan la madre, dialogan, trolean. Tienen una intensa vida de opinión en favor o en contra de alguien o algo, mucha más de lo que la tuvieron sus padres e inimaginable para sus abuelos.
Y en el centro de cada uno de estos jóvenes hay una certeza, quizás un grito encerrado en los millones de memes generados durante el debate del domingo 22: por más apoyo, por más floreo de razones, todos saben esto:
un presidente no es solución.
Las decisiones políticas de los jóvenes no son exclusivas al voto en una
democracia electoral, sino que ya envuelven un estilo de vida. Estas decisiones abarcan rutinas cotidianas profundamente transformativas. Para ellos, la política es una decisión personal, algo de cada día, no una obligación cívica cada seis años, como lo enseñan a la antigua. No votar es una decisión, es una protesta, es una acción política en sí.
Hoy deciden: ser veganos; visitar una página; cambiar su foto de perfil; consumir cierto producto; ir a un concierto; optar por transporte público o bicicleta. Su vida política es mucho más amplia que en generaciones pasadas y no se reserva a las elecciones. Los jóvenes se motivan por medidas personales, no por conciencia social, patriotismo o destino de la humanidad. Es la generación selfie(ish), que se involucra en el voluntariado y en el sentimiento de emprender, y sueña con ser su propio jefe. Anhela la innovación disruptiva como alternativa a la tradición. Es la primera generación global, consciente de la competitividad y oportunidades del mundo laboral; es también la más informada, diversa y conectada en la historia de la humanidad, y la que creció en una de las épocas más tóxicas de la democracia (espionaje, violencia, capitalismo voraz, corporativismo, nacionalismo, racismo, sexismo).
Presumiremos lo siguiente: esta generación de ciudadanos es la primera en la historia que sabe más que sus gobernantes.
Lo dejaré más claro.
Uno de los principales problemas para la juventud de hoy (y que
ningún candidato ha señalado) es la automatización de la labor mañana.
Algoritmos predictivos son hoy más eficientes que los humanos en
sectores financieros y policiacos; la automatización del sector
automotriz, textil y energético dejará a muchos desempleados; qué decir
de sectores como servicio al cliente, marketing, recursos humanos, sicología, salud y judicial, donde el big data empieza
a suplantar el conocimiento humano. ¿Qué pasará con todos los jóvenes
estudiantes de 17 y 18 años que por meses no lograrán votar para definir
su futuro y en 10 años ya no tengan oferta laboral por la falta de
visión de un político?
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