Urge recuperar y limpiar la política laboral
Napoleón Gómez Urrutia
Se detuvo, aunque sólo
transitoriamente, el pernicioso intento de aprobar una contrarreforma
laboral que daría al traste con la histórica y avanzada legislación de
México en la materia, que además hundiría a los trabajadores y al pueblo
mexicano en las tinieblas del desamparo social y político. Empujada de
manera formal por dos senadores del PRI, uno de la CTM y otro de la
CROC, pero en rigor elaborada por empresarios y políticos reaccionarios
que pretendían a través de sus ponentes visibles e invisibles que fuera
aprobada en el Senado en estos días. Para beneplácito de la auténtica
clase trabajadora y del país entero, no se les hizo a este par de
traidores a los obreros y a la nación.
Sus nombres son, como ya es del amplio dominio público, Tereso
Medina, de la CTM, e Isaías González Cuevas, de la CROC, a quienes
incluso el máximo dirigente cetemista, Carlos Aceves del Olmo, calificó
como lo que son: unos traidores a la patria y a la clase trabajadoraque cargarán con este baldón de por vida y advirtió que ni a la calle se les ocurriera salir, pues iban a ser objeto de agresiones y burlas infamantes, que se las merecen.
Éste fue el episodio del proyecto o más bien el atentado que sus autores intelectuales y materiales no pudieron realizar, para enojo de sus amos, los empresarios y los abogados conservadores que prepararon esa supuesta reforma y la pusieron en manos de esos dos siniestros aunque ineficaces operadores. Lo más sensato y lógico es que ese deshonroso intento sea arrojado para siempre al cesto de la basura, para nunca más volver a aparecer.
Pero este propósito no es algo que ocurrirá de manera espontánea o natural, sino que habrá de ser un intento guiado en sentido contrario al que ha prevalecido hasta hoy desde hace varios lustros, cuando los intereses de los pudientes, esos que acumulan en sus manos más de 90 por ciento de la riqueza nacional, se han impuesto a las inmensas mayorías de trabajadores y clase media. La sociedad mexicana debe disponerse desde hoy a impedir que no sólo éste sino otros intentos de regresión social sean activados en el futuro. El Congreso de la Unión que será elegido el 1º de julio próximo tiene una tarea pendiente muy importante: limpiar los sitios en que ha predominado la política neoliberal que tanta división, desigualdad y daño ha creado en México.
La próxima legislatura, háblese de diputados o senadores tanto federales como estatales, debe empezar por preparar acciones para combatir todos los casos en que la avanzada legislación laboral mexicana haya sido atentada y deformada por los intereses de los pocos multibillonarios que predominan en la sociedad, y volverla a poner sobre sus pies históricos como protectora de los intereses de los trabajadores, ya que el actual gobierno priísta, y las dos administraciones panistas anteriores, han sido evidentemente cómplices de los que medran en la pirámide, junto con los excesivamente ricos. De esto no hay ninguna duda y a eso se debe el hartazgo social que habrá de revertir la representación política nacional a partir de las elecciones de este año.
El siguiente gobierno de México debe caminar en sentido
contrario a los actuales, en el aspecto laboral. El convenio 98 de la
Organización Internacional del Trabajo, referente a la auténtica
contratación colectiva, está congelado entre nosotros y no se aplica a
pesar de que el gobierno de México ya lo firmó; sólo falta que lo
exponga a la crítica del Poder Legislativo y entre en vigor. En cuanto
al convenio 87, vigente desde hace más de 60 años, ya que desde entonces
lo suscribió el gobierno mexicano, adolece de falta de aplicación, pues
la libertad y autonomía sindicales que propugna ha sido atacada por la
marejada permanente de contratos de protección patronal que los
sucesivos gobiernos han impulsado hasta llegar a ser 90 por ciento de
los existentes, y por los abusivos sistemas de outsourcing que
prevalecen en una cantidad enorme de relaciones laborales que son, por
ese motivo, antilaborales. Ni en los contratos de protección patronal ni
en los outsourcing se hace valer la autonomía y la libertad
sindicales que señala el convenio 87, sino que se impulsa lo contrario:
el sometimiento de los trabajadores a las empresas por la vía
supuestamente legal de aquellos instrumentos.
El Poder Legislativo que asumirá funciones al final de este año tiene
la obligación moral y política de corregir ese trato errado de
beneficio para los que más tienen y de perjuicio para las inmensas
mayorías de los que menos tienen. De otra manera el país se seguirá
acercando al estallido social, pues sus instituciones no les dan salida a
las presiones que generan las formas de altísimos rendimientos para
unos cuantos y nulas expectativas para las mayorías populares. Y con eso
se recrudece no sólo el hartazgo político, sino la frustración, el
coraje y el resentimiento social, ya que aquellos son unos sujetos
miserables que no quieren compartir nada.
Se trata de ir por el camino correcto, el de la realidad, no el de la
quimera reaccionaria de mantener económicamente asfixiados a los
trabajadores y al pueblo. Cuando un régimen o un gobierno no va en el
sentido que indica la realidad social y económica, inventan
justificaciones irreales que tarde o temprano se descubren como falsas
y, por tanto, endebles y hasta suicidas. Los empresarios mexicanos y las
cámaras que los representan, que tanto nos dicen que en la sociedad hay
que ser muy realistas para no equivocarnos, deben aplicarse la receta
ellos mismos.
Es necesario establecer en todas las mentes que el mundo es como es,
no como se quisiera arbitrariamente que fuera. La verdad, en ese
sentido, no es reaccionaria sino progresista.
La acción a promoverse en las próximas legislaturas federal y estatal
deberá ser de tal realismo y valor que no haya quien se oponga a sus
determinaciones, por ser tan evidentes en su justicia y racionalidad,
que la política laboral tendrá que marchar en el sentido progresista que
la realidad indique.
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