Economía moral
Veinte años del Prospera-Oportunidades-Prospera (POP). Hora de decidir su futuro
Remplazar el POP con el Ingreso Ciudadano Universal. Derecho viable e indispensable
Remplazar el POP con el Ingreso Ciudadano Universal. Derecho viable e indispensable
Julio Boltvinik/XVIII
En las tres entregas previas
(13, 20 y 27 de abril) he recapitulado lo dicho en esta serie sobre el
Prospera-Oportunidades-Prospera (POP) y lo he sintetizado en 20 puntos
listados en los cuadros de las dos pasadas columnas. Una extrema
síntesis de dichos puntos es: el POP tiene serios defectos de diseño
desde su nacimiento, a las insuficiencias derivadas de los tres errores
de Levy (el primero lo llevó a minimizar y ruralizar la pobreza extrema,
PE; el segundo, suponer que la focalización eficiente era viable, lo
llevó a diseñar un programa con enormes errores de focalización; el
tercero fue suponer que el POP había superado el clientelismo, lo que
llevó a descuidar los controles para que así fuera), se sumó que, en los
hechos (transferencias monetarias –TM– mucho más altas para educación
que para alimentación), prevaleció la teoría ingenua del capital humano
como explicación de la pobreza y, por tanto, la acumulación de capital
humano como la solución. Como ya he señalado, para lograr errores de
focalización más bajos tendría que liberarse el presupuesto,
centralizarse (y recuperar su carácter impersonal) el proceso de
identificación de beneficiarios (B), gastarse sumas enormes en encuestar
cada año a todos los hogares del país (a los B para decidir si
permanecen o salen del POP; a los no B para ver si deben o no ser B). Es
una utopía tecnocrática inalcanzable, entre otras cosas, porque una
parte significativa de la población mentiría al proporcionar la
información (entraríamos, como dice Sen, al juego de tú mientes, yo
gobierno reacciono y verifico tu información, pero
La revolución científica y técnica introdujo la cibernética, la
tecnología de la información, la inteligencia artificial y la robótica.
Desató una espiral de desarrollo tecnológico (la tercera revolución
industrial) que cubre todas las actividades económicas. Las tres
revoluciones industriales han llevado a una gigantesca sustitución del
trabajo humano, primero por maquinaria mecánica y ahora por complejos de
producción autónomos. La estabilidad del capitalismo es muy fácilmente
sacudida por la disminución de los salarios y/o el empleo, lo que
disminuye la demanda efectiva y conduce a las crisis. Hoy, en el mundo y
en México, no hay suficientes nuevas actividades intensivas en mano de
obra, mercantilizadas y lucrativas, para crear suficientes nuevos
empleos asalariados para compensar aquellos que se pierden por la
automatización. Esto ha contribuido a la crisis, el estancamiento, el
trabajo, el subempleo, la generalización de la contratación precaria
(precariado, lo llama Guy Standing), la pobreza y el hambre. Pero las
consecuencias completas pueden venir mucho antes que un alto porcentaje
de la población activa haya sido desplazado por la automatización, como
ha dicho Martin Ford, pues a medida que un porcentaje creciente de la
población está expuesto a pruebas directas de la ocurrencia de pérdidas
de empleo, muchas personas comenzarán a experimentar un nivel elevado de
estrés y tomarán la acción obvia: reducirán el consumo, tal vez de
forma dramática, y tratarán de ahorrar más en previsión de un futuro muy
incierto. Esto bastará para desatar crisis severas y crónicas.mientras más fina se haga la focalización, más invasivas resultarán las verificaciones). Por otro lado, está claro que tendría que mejorarse sustancialmente la educación y los servicios de salud. Se trataría de alcanzar las dos condiciones señaladas por Fizbein y Shady (Conditional cash transfers. Reducing present and future poverty, 2009), que el POP no cumplió: 1) que las mayores asistencias (a la escuela y la clínica) se traduzcan, efectivamente, en mejor aprendizaje y mejor salud; y 2) que los individuos más sanos y mejor educados se inserten exitosamente en los mercados de trabajo y obtengan más altos ingresos. Aun así, no bastaría dado el carácter de bien posicional (relativo) de la educación (Fred Hirsch, Social limits to growth, op. cit.). Se requeriría que los conocimientos y habilidades de los PE fuesen, al menos, iguales los de los no PE para ser competitivos en el mercado de trabajo.
El desarrollo de las fuerzas productivas compatibles con el
capitalismo está llegando a su fin. Estamos alcanzando el límite
objetivo del capitalismo. El POP logró un triunfo conceptual: que
aceptáramos que no está mal dar dinero a los pobres. Nos familiarizó con
la idea de TM desligadas de la seguridad social, no contributivas, y
las legitimó. Pero esa legitimidad estaba atada a que fueran focalizadas
a la pobreza extrema y condicionadas a ciertas conductas del receptor
(TMCF). En la Ciudad de México, en el gobierno de Andrés Manuel López
Obrador, se puso en marcha el programa de pensión alimentaria para
adultos mayores (PAAM), cuyas TM tienen dos rasgos contrastantes con las
TMCF: son universales e incondicionales, son transferencias monetarias
incondicionales y universales (TMIU). Casi de golpe y porrazo se
legitimaron las TMIU, aunque todavía restringidas a grupos de personas
merecedoras (tercera edad, discapacitados). Todas las TM no
contributivas rompen con la liga trabajo-ingresos, la regla central del
capitalismo o sociedad centrada en el trabajo pagado. Pero las TMCF
sustituyen el empleo con asistencia a la escuela o a las clínicas,
manteniendo así una liga tareas-ingresos. Con las TMIU de la PAAM la
ruptura entre trabajo e ingresos no se sustituye por ninguna tarea:
incondicionalidad radical. El seguro de desempleo en los países del
centro legitimó la ruptura trabajo-ingresos cuando las personas no
podían laborar. Se aceptó que la falla no era un error individual sino
sistémico y, por tanto, que era justo que fuese la sociedad en su
conjunto la que pagase las consecuencias. Los crecientes desempleo,
trabajo precario e inestable de hoy, no son fallas individuales, sino
resultado de la automatización que remplaza de manera generalizada el
trabajo humano (manual e intelectual). Ante ellos, el ICU es la única
solución. Esta realidad ha propiciado diferentes propuestas para
resolver este desafío. Pero la única iniciativa consistente es la de un
ingreso ciudadano universal (ICU), que logra dos objetivos centrales:
erradica la pobreza de golpe y enfrenta la crisis de los límites
objetivos del capitalismo, derivados de la automatización. André Gorz
argumenta que el ICU debe ser suficiente para evitar la pobreza y debe
ser incondicional. Por lo tanto, debe llamarse ingreso ciudadano
universal, suficiente e incondicional (Icusi). La propuesta de reforma
constitucional que presentó la diputada Araceli Damián para crear el
derecho al ICU en México, prevé su implantación en dos fases. En la
primera, que se iría ampliando gradualmente (por grupos de edad y sexo)
en un periodo de 20 años, dividido en cuatro etapas de cinco años, se
otorgaría el Ingreso Ciudadano Universal Alimentario (ICUA), que
cubriría el costo de los alimentos y de los artículos para prepararlos,
consumirlos y conservarlos. El ICUA, en pesos de 2016, sería una TMIU de
mil 800 pesos mensuales per cápita. Su impacto en la PE y P de
ingresos, con los criterios del Coneval, se presenta en el cuadro. A los
10 años la PE del Coneval, la población objetivo del POP habría bajado a
3.4 por ciento y a los 15 años habría casi desaparecido. El contraste
con el POP no puede ser mayor. El ICUA conlleva un gasto mucho más alto
y, por ello, supone una voluntad política fuerte. Aunque hasta hace unos
10 años parecía una idea utópica, innecesaria y hasta maligna, en
octubre de 2017 el Fiscal monitor, publicación bianual del FMI,
se ocupa del ICU y lo discute, ilustrando sus consecuencias en pobreza,
desigualdad y costo fiscal. Refleja así la conciencia creciente de los
grandes capitales que el ICU se ha vuelto una necesidad para el
capitalismo, en años en que el consumo es la restricción para la
acumulación.
A Karl Marx, en su bicentenario: 5 de mayo de 1818
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