Palestina, 68 años de ocupación
José Steinsleger
Aveces los militares suelen ser más lúcidos que los políticos. Digo: los militares de verdad, que con o sin razón pelean sobre el terreno y se enfrentan a una realidad que los políticos desconocen, y muchos analistas comedidos tergiversan.
Tal es el caso del general Yair Golan, subcomandante del ejército que desde 1948 ocupa Palestina. “Me atemoriza –afirmó el militar– ver vestigios entre nosotros de las espeluznantes tendencias que reinaban en toda Europa, y especialmente en Alemania hace 70, 80, 90 años.”
Golan cuestionó el disparo que el sargento Elor Azaria (20 años, paramédico de combate) le pegó al palestino Abdel Fatah al Shari (21 años), quien estaba herido en el suelo (Hebrón, Cisjordania, 24 de marzo). No todo lo que hacemos es correcto, manifestó.
Tiene razón. No es correcto que el autoinvestido ejército más moral del mundo asesine con impunidad a un ser humano. Pero lo notable es que por primera vez en más de 10 años un soldado judío fue sentado frente a un consejo de guerra que podría condenarlo a 20 años de cárcel.
Según la organización no gubernamental judía Yesh Din (que ofrece asistencia legal a palestinos), el ejército invasor abrió 262 procesos de investigación desde 2001, en los que resultaron sancionados 22 militares. Sólo en 2004 fue juzgado y condenado un soldado a ocho años de cárcel. Mas no por asesinar a un palestino, sino a un activista británico que participaba en una manifestación en la franja de Gaza.
Sin embargo, en la entidad neocolonial que presume de ser la única democracia de Medio Oriente (y cuyo partido gobernante de extrema derecha, el Likud, acaba de ser aceptado como miembro del Parlamento Europeo…) también rige el derecho de pensar distinto. Así pues, la inquietud del general Golan encuentra asideros frente a rabinos ultraortodoxos como Chaim Kanievsky, quien al ser consultado por médicos militares les dijo: Si un palestino herido estaba en peligro de muerte, debían dejarlo morir.
Por su lado, el articulista Uri Misgav alertó en el periódico Haaretz sobre el lenguaje de Bezalel Smotrich (diputado del partido Hogar Judío), cuando habla del momento sagrado y puro del nacimiento de un niño judío. Smotrich y su esposa exigieron no compartir el espacio físico con los árabes en las salas de maternidad de los hospitales, porque los árabes son los enemigos por necesidad. Misgav apunta: Esta es una manera de pensar nazi. Los Smotrich y sus seguidores son judeonazis.
La tóxica cadena de voluntarios y medios judíos de la web alineados con la hasbará (propaganda terrorista for export de Netanyahu) asegura que las expresiones de odio en el enclave neocolonial son marginales. No obstante, las encuestas revelaron que 57 por ciento de judíos rechazaron el juicio al sargento Azaria y, en Tel Aviv, miles acompañaron a sus padres gritando en la plaza Yitzhak Rabin: Es un héroe, Libertad al soldado.
Sobra aclarar que no todos los judíos son como Smotrich. Pero sin su partido, Netanyahu no hubiera podido armar la mayoría para ser elegido primer ministro. Que en el enclave, diría la hasbará, nadie cuenta con luz verde para incitar a la violencia. Pero los hechos son más duros que la propaganda. Así, la niña palestina Dima al Wawi (12 años), detenida el 9 de febrero, fue condenada dos meses a prisión por portar un cuchillo, mientras que nadie ha demandado hasta la fecha a los autores de The King’s Torah, escrito por dos rabinos que piden el asesinato de los bebés palestinos.
A finales de diciembre pasado la periodista Lisa Goldman reportó que los festejantes de la boda de una pareja de derechistas radicales se filmaron bailando y cantando mientras agitaban una foto de Alí Dawabsheh, el bebé palestino de 18 meses asesinado en julio en un ataque incendiario a su casa, en la aldea cisjordana de Duma. En el video, grabado con teléfono celular, un invitado ensarta la foto del bebé con un cuchillo.
De su lado, el corresponsal inglés Jonathan Cook (residente en Nazaret) glosa un informe del observatorio Médicos por los Derechos Humanos en Israel (PHRI, por sus siglas en inglés), en el que se dice que los palestinos heridos en combate permanecen hasta dos horas sin recibir tratamiento. “Los soldados judíos –apunta el informe– se niegan a permitir que los equipos palestinos en los territorios ocupados puedan llegar hasta los palestinos heridos, disparando contra las ambulancias y atacando al personal paramédico.”
PHRI acusó a las principales entidades médicas de Tel Aviv –Asociación Médica de Israel (que determina los códigos médicos) y Magen David Adom (que supervisa los servicios de ambulancias)– de ignorar las pruebas que se han recogido sobre tales atropellos.
El político laborista Yitzhak Herzog atribuyó a los “” (sic) de la extrema derecha las protestas en favor del sargento homicida, que sólo buscan “…debilitar los valores de las fuerzas armadas”.
En todo caso, son justamente los valores de esta corriente principal (que el general Golan llama nauseating trends) los que se han ido imponiendo en la sociedad del enclave neocolonial, partiéndolo, vertiginosa e irreversiblemente, entre derechistas, extremistas de derecha y asesinos.
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