Sobre la Introducción de Piketty al “Capitalismo del siglo XXI”
Durante los últimos años ha ido creciendo entre los economistas “progresistas” la atención a la ahora célebre obra de Thomas Piketty “Capitalismo del Siglo XXI”, recurriendo muchas veces a la misma para construir una descalificación velada de la obra de Marx; aunque en la misma se hace también una crítica a David Ricardo y se soslaya el trabajo en muchos campos del conocimiento, ajenos a la economía o a las matemáticas.
Tengamos en mente la importancia que tiene para la revolución latinoamericana el estudio de la teoría marxista, de los aportes importantes de grandes pensadores de izquierda, que construyeron mucho de la identidad cultural que hoy sirve de base para la formación de nuevos paradigmas, lejanos a las interpretaciones simplistas que durante el siglo XX generaron mucho desconcierto, y nos llevaron a la fatal idea de la derrota del socialismo y la supremacía capitalista.
La aparición del planteamiento de Piketty sobre una visión “diferente” de la desigualdad, en la que, en apariencia, se descarta que el aumento de la misma, según Marx, es continuo en el capitalismo; y que propone como mayor fuente de sustentación una abrumadora cantidad de datos recolectados a partir de las declaraciones de impuestos de los países ricos, ha confundido a muchos que ahora piensan que este autor francés muestra una manera magnánima de resolver la desigualdad, sin recurrir a la revolución.
Muchos incluso tratan de ubicarlo en el mismo plano que Keynes, y afirman que el propone una nueva especie de “Estado de Bienestar”, con lo que la lucha de clases podría quedar descartada, obsoleta desde una posición, “científica” y además profundamente “anti ideológica”, lejos de lo que Piketty llama “feroces discursos anticapitalistas”.
La verdad es que el neoliberalismo ha disparado muchas de las aberraciones que son consustanciales al sistema capitalista, y la oposición desde las izquierdas, tomando en serio su obligación de enriquecer el pensamiento con sentido crítico y practico, pero entendiendo las fuentes del socialismo que encontramos en Marx, Engels y Lenin. En la medida en que somos capaces de impulsar nuestros proyectos desde la filosofía de la praxis, el entramado ideológico del sistema busca formas de legitimar y defender su existencia.
No es extraño entonces que Piketty exprese con mucha seguridad que la desigualdad “no es mala”, que son sus niveles los que a la postre resultan perjudiciales para las sociedades. Cuando el autor en cuestión afirma que Marx no disponía de las fuentes de información a las que él ha recurrido, y que el nivel de la estadística o la construccion de modelos matemáticos no habían sido apropiadamente desarrolladas, justifica una simplificación de un problema que tiene muchas connotaciones, muchas de ellas no medibles, al menos numéricamente.
Existe en nuestros días una tendencia peligrosa a sobrevalorar los resultados estadísticos, que la mayoría de las veces solo pueden reflejar parcialmente la situación de las cosas en un momento determinado, pero en ningún caso pueden describir relaciones complejas como el poder, la politica, y la ideología que dan soporte a una fuerza hegemónica determinada.
Aceptar la desigualdad como una tendencia natural de las cosas, nos lleva a la aceptación inmediata de la injusticia como algo inherente a lo humano, y, por lo tanto estaríamos listos a renunciar a cualquier ideal, en virtud de que estas cosas estarían fuera de la acción del sujeto histórico y serian inmutables; solo podríamos aspirar a mayor o menor desigualdad.
La curva en forma de U, que demostraría que la desigualdad varia en las épocas, es una forma de quitar toda historicidad a los datos, y, contrario a lo que muchos piensan, asuntos como la guerra o los conflictos comerciales, son vistos como simples fenómenos aleatorios que distorsionan la realidad hasta condicionar la proporción en que la riqueza llega a la sociedad.
En este análisis se omite el hecho de que mientras el trabajo de Marx, apunta a señalar como funciona el Capital (se entiende que se parte de la presunción de que el trabajo es simplemente una actividad exclusivamente humana que transforma la realidad), los resultados de análisis de desigualdad de Piketty asumen que la enajenación del trabajo está ya dada, y no importan los resultados de acumulación de capital y la reducción de la fuerza de trabajo al carácter de mercancía.
Es innegable que el trabajo de investigación, sistematización y análisis de datos históricos, es muy importante para toda la humanidad, pero dista mucho de llegar a constituir una vía alternativa, un “capitalismo equitativo” mediante la aplicación de un impuesto a la riqueza. En ese punto parece las soluciones propuestas parecen ignorar las relaciones de poder, y las fuerzas que determinan cómo se maneja la distribución en el mundo capitalista.
Sin lugar a dudas, la obra del francés es digna de estudio, pero no debería pensarse como una alternativa al estudio real de los fenómenos sociales, cuya dinámica sigue siendo muy compleja. Indudablemente, no se hay lugar a paralelos entre la obra de Marx y la de Piketty, simplemente porque no abordan los mismos fenómenos. Para quienes pensaron que había una nueva interpretación sobre la naturaleza del capitalismo, se equivocaron.
Tampoco encontraremos en este trabajo una alternativa al Socialismo del Siglo XXI, aunque su título trate de sugerir eso. En cualquier caso, es importante conocerlo.
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