OPINIÓN: Ecuador, canallas complacidos
Escrito por
Arnaldo Musa / Especial para CubaSí
Presidente Moreno reunido con Christine Lagarde, directora del FMI, en Davos, Suiza, enero de 2019.
Foto: twitter de @Lagarde
El gobierno de Lenín Moreno ha anunciado como exitoso el acuerdo
con el FMI y otras instituciones crediticias, en tanto su Ministro de
Economía afirmaba que esto borrará los vestigios del “socialismo del
siglo XXI”.
El gobierno de Lenín Moreno ha anunciado como exitoso y síntoma de la
confianza internacional el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional
(FMI) y otras instituciones crediticias, en tanto su ministro de
Economía, Ricardo Martínez -cuyo nombre me hace recordar a un personaje
canalla de la cinematografía mexicana-, afirmaba pomposamente que esto
borrará los vestigios del “socialismo del siglo XXI”, que pretendía
establecer el traicionado exmandatario Rafael Correa.
Claro, esto último no lo dijo Martínez, a quien le gusta que le
llamen “Richard”, ministro que se caracteriza por un ambivalente
lenguaje, pero que sí dice claramente que evitará el camino de
“Venezuela” en la economía, argumento ideológico que no comulga con la
realidad histórica de Ecuador ni en la década pasada ni en los casi dos
años de gobierno de Moreno.
![alt](https://rt-img.gcdn.co/actualidad/public_images/2019.06/original/5d03e15fe9180f81128b4567.JPG)
Ministro de Economía de Ecuador, Richard Martínez, en rueda de prensa en Quito, 16 de mayo de 2018. / Daniel Tapia / Reuters.
Además, en otras declaraciones y adaptando una serie de palabras a
las circunstancias del momento, ha afirmado que se imponen “ajustes
económicos”, “cambios estructurales” y una “carta de intención”; que el
FMI trata el asunto por “objetivos” y que, por tanto, Ecuador se
encamina a simplificar el sistema tributario, cambiar tributos,
incrementar la recaudación de impuestos y mejorar la eficiencia en tal
recaudación.
Así, en un lenguaje en el que trata de convencer a la población, se
busca formalizar el trabajo, reducir la masa salarial, fomentar el
empleo de los jóvenes y de las madres de familia, hacer reformas
laborales, reducir el gasto corriente, optimizar el gasto público,
reducir el déficit, optimizar las empresas públicas, fortalecer las
reservas internacionales, reformar la legislación para dar independencia
al Banco Central (BCE), y que en los acuerdos hay un componente de
gasto social, además del combate a la corrupción y la defensa de la
dolarización.
En concreto, Ecuador obtiene un crédito de “servicio ampliado” del
FMI por 4 209 millones de dólares, y entonces podría beneficiarse del
incremento en el cupo de financiamiento que llega hasta 6 070 millones
de dólares de “libre disponibilidad” a través de otras instituciones.
“Richard” ha sostenido que el crédito con el FMI es “distinto” a los
créditos stand-by del pasado, porque no es de corto plazo, sino que
ahora es de “largo plazo”, y requiere un programa de medidas económicas
con igual alcance. Pero todo lo que hay que explicar e informar acerca
de las condiciones del crédito, ha quedado revestido por una fraseología
que no aclara nada.
La Jefe de la delegación del FMI, Anna Ivanova, ha dado a conocer que
se trabaja con el gobierno ecuatoriano desde agosto del 2018, lo cual
explica los pasos que se han venido dando, para “ajustar” la economía a
los requerimientos del Fondo, como son los recortes presupuestarios para
este 2019, los ajustes de precios a las gasolinas, la reducción en 10%
del personal de las empresas públicas o las remisiones y exenciones
tributarias.
De acuerdo con los artículos 419.3 y 419.5 de la Constitución del
2008, el acuerdo con el FMI tendría que pasar por la Corte
Constitucional y la Asamblea Nacional, incluso porque habría que
modificar leyes, pero el gobernó declaró que ello no es necesario,
mientras la Defensoría del Pueblo sostiene que esos pasos son
constitucionalmente obligatorios.
En todo caso, más allá de los misterios, lo cierto es que el nuevo
acuerdo con el FMI no se diferenciará en nada con las cartas de
intención que Ecuador suscribió entre 1983 y 2003, porque las medidas de
“ajuste” van en la misma línea de reducir o achicar al Estado,
estrangular el gasto público, flexibilizar las relaciones laborales,
revisar impuestos, poner bienes y servicios públicos en la esfera de los
intereses privados, liberar controles estatales y favorecer el “mercado
libre” tanto como las inversiones privadas.
El acuerdo con el FMI, como ocurrió con las 16 Cartas de intención
anteriores, es un instrumento para apuntalar el nuevo modelo empresarial
de desarrollo que el gobierno de Lenín Moreno ha definido como política
de Estado, dejando de lado tanto el programa de gobierno inicial, como
el régimen económico que consta en la Constitución.
Como se puede advertir en todo tipo de medios de comunicación, el
acercamiento al FMI ha sido saludado y bendecido por los dirigentes de
las cámaras de la producción y por los analistas y economistas con
visión empresarial y neoliberal. Algunos adornan aún más el beneplácito,
sosteniendo que por fin se superará el “estatismo” del gobierno
anterior, para dar paso al emprendimiento privado y a los capitales
extranjeros que ahora sí llegarán al Ecuador.
Sin embargo, desde la perspectiva de la historia económica,
contrariando la opinión “oficial”, el desarrollo y el avance social
conducen a otras conclusiones: todo modelo exclusivamente empresarial,
si bien puede promocionar la esfera de los negocios y provocar un
crecimiento capitalista acelerado, nunca ha logrado solucionar las
condiciones sociales y laborales de las amplias mayorías de la
población.
Los acuerdos de Ecuador con el FMI del pasado así lo demuestran,
porque no sirvieron para cambiar al país. No se entiende cómo ahora sí
ese milagro pueda llegar y menos aún de la mano del mismo Fondo y de los
mismos y viejos conceptos económicos que vuelven a repetirse en el
presente.
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