sábado, 1 de abril de 2017

México SA
Crecimiento de mal en peor
Hacienda recorta, otra vez
¿Sorpresas favorables?
Carlos Fernández-Vega

Apenas un par de semanas atrás el titular de Hacienda, José Antonio Meade, prometía sorpresas favorables para la economía mexicana, algo así como el futuro promisorio que a lo largo de sus cuatro años al frente de esa dependencia ofreció el ministro del (d) año –hoy aprendiz de canciller– Luis Videgaray.

Pues bien, ya apareció la primera de ellas: la Secretaría de Hacienda anunció ayer que recortó su estimación de crecimiento de la economía mexicana en el presente año, con lo que rompe todo récord: en cinco años de administración peñanietista, el pronóstico de esta dependencia falló en cinco ocasiones (100 por ciento de incumplimiento, hasta ahora), y va decidida por la sexta de la temporada para redondear el sexenio de quienes sí saben gobernar.

Así, en el mejor de los casos (siempre de acuerdo con el nuevo cálculo de la SHCP, contenido en los precriterios 2017, entregados ayer a la Cámara de Diputados), para el presente año los mexicanos no deberán esperar crecimiento superior a 1.3-2.3 por ciento, que son los rangos estimados, aunque todo apunta que el menor de ellos será el que triunfe al final de ejercicio.

Entonces, sorpresa, lo que se llama sorpresa (Meade dixit), no es el más reciente recorte a la expectativa de crecimiento que ayer hizo público la Secretaría de Hacienda. Y no lo es porque a estas alturas del México en movimiento a nadie sorprende el deterioro económico del país. Recuérdese que en el arranque sexenal Peña Nieto se pavoneaba: vienen, de eso estoy convencido, mejores tiempos para todos los mexicanos, y casi cinco años después los mexicanos padecen las consecuencias de un gobierno (uno más) de discursos.

Cinco pifias en cinco años. Si las estimaciones originales del gobierno peñanietista (Criterios Generales de Política Económica) se hubieran cumplido, a estas alturas la tasa promedio anual de crecimiento económico rondaría 3.54 por ciento (a todas luces insuficiente dadas las urgencias nacionales), pero muchísimos discursos y promesas después, en los hechos a duras penas alcanza poco menos de la mitad de esa proporción, y descontando, sin olvidar que la promesa oficial fue que las reformas aportarían dos puntos adicionales, que brillan por su ausencia.

Para 2013 originalmente el gobierno peñanietista prometió una tasa de crecimiento de 3.5 por ciento, porque las reformas estructurales no habían salido del horno; en 2014, ya con las susodichas palomeadas, la oferta fue 3.9 por ciento; en 2015 ofreció 3.7 y 3.6 en 2016, en ambos casos con las reformas ya en operación. Para el presente año el compromiso no pasó de 3 por ciento. Si tales estimaciones se hubieran cumplido el promedio anual sería, como se cita, de 3.54 por ciento, con todo y reformas. ¿Dónde quedaron los dos puntos adicionales? En el discurso, claro está.

Esa fue la propuesta ideal, pero en los hechos el registro oficial fue de 1.1 por ciento en 2013 (tres veces menos de la meta original); 2.1 por ciento en 2014; 2.5 por ciento en 2015; 2.3 por ciento en 2016, y para 2017, hasta ahora, todo apunta a 1.3 por ciento, proporción en la que coinciden la mayoría de los organismos internacionales y regionales. ¿El promedio anual? Fácil: 1.86 por ciento, con todo y reformas, es decir, casi la mitad de lo comprometido y alejadísimo del 6 y pico por ciento del México premoderno.

Como punto de comparación, retomo lo aquí publicada días atrás: todos los inquilinos de Los Pinos –de Lázaro Cárdenas a José López Portillo– cuando menos registraron un año de su respectivo sexenio con crecimiento superior a 8 por ciento. Por ejemplo (todas las cifras son de la estadística histórica del Inegi), en 1936, con Cárdenas en Los Pinos, la economía creció 8.2 por ciento; con Manuel Ávila Camacho, en 1941 lo hizo 9.68 por ciento y en 1944, 8.04; con Miguel Alemán, en 1950 avanzó 9.72 por ciento; con Adolfo Ruiz Cortines, 8.48 por ciento en 1955; con Adolfo López Mateos, 8.11 por ciento en 1960, y 11.01 por ciento en 1964.

También con el genocida Gustavo Díaz Ordaz, 9.42 por ciento en el ignominioso 1968; con Luis Echeverría, 8.23 por ciento en 1972, y con José López Portillo, en 1978, 8.96 por ciento; en 1980, 9.23 por ciento, y en 1981, 8.53 por ciento. Todos los citados devaluaron el peso y la mayoría robó a manos llenas, tal cual ha sucedido de Miguel de la Madrid a la fecha. López Mateos (1964) tiene el registro más alto de crecimiento económico del México institucionalizado: 11.01 por ciento, a razón de casi un punto porcentual por mes; es decir, el triple de lo que Miguel de la Madrid, con su giro de 180 grados logró crecer en el sexenio completo.

¿Qué ha sucedido con los gobiernos neoliberales? El mayor crecimiento con De la Madrid se registró en 1984, con una tasa de 3.41 por ciento, aunque en el balance sexenal el promedio anual fue de 0.34 por ciento. Con Carlos Salinas el mayor avance se registró en 1990, con 5.18 por ciento, con promedio anual en el sexenio de 3.9 por ciento. A Zedillo le fue peor: su mejor año, 1996, con una tasa de 6.78 por ciento, pero el promedio anual no pasó de 3.5 por ciento.

El mejor resultado de Fox se registró en 2006, ya de salida, con una tasa de 4.78 por ciento, pero el promedio anual fue de 2.3 por ciento. Con Felipe Calderón el mejor registro fue en 2010, con una tasa de 5.5 por ciento, aunque los especialistas explicaron que se debió al rebote del desplome de 2009, cuando la economía se hundió 6.5 por ciento. ¿Resultado? Promedio anual de 1.9 por ciento.

Hasta ahora, en el actual sexenio el mejor año fue 2015, con una tasa de 2.5 por ciento, y un promedio anual de 2 por ciento. En enero de 2017 el Indicador Global de la Actividad Económica (IGAE) a duras penas creció 0.27 por ciento, y la expectativa para todo el año va de mal en peor. Eso sí, el secretario Meade adelanta que la perspectiva económica para 2018 no tendrá ninguna sorpresa. ¡Qué bueno!

Las rebanadas del pastel

Primero acto: en julio de 2016 unilateralmente el Inegi modificó la metodología de medición de la pobreza, con el consecuente rechazo del Coneval; segundo acto: el propio Inegi recalendarizó la publicación de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares, la misma que utiliza el Coneval para su informe sobre la pobreza en el país; tercer acto: el inquilino de Los Pinos pretende imponer a Paloma Merodio en la vicepresidencia del Inegi, sin que la señora reúna los requisitos mínimos para ello. ¿Cómo se llamó la obra? Artificios políticos para maquillar las cifras de pobreza con fines electorales.

Twitter: @cafevega

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