miércoles, 29 de febrero de 2012

Bajo la Lupa


Relección de Putin e incertidumbre de la relación con EU

Alfredo Jalife-Rahme

El premier ruso, Vladimir Putin, platica con residentes de un edificio de nueve pisos en que una sección se colapsó por una explosión de gas doméstico, ayer en la ciudad de AstrakánFoto Reuters
V
ienen en serie una serie de elecciones trascendentales en países relevantes que son susceptibles de definir el rumbo geoestratégico del siglo XXI: Irán, Rusia, Francia, México, Estados Unidos y China: tres superpotencias (Rusia, Estados Unidos y China), una potencia colonial en declive (Francia) y dos potencias medianas en vías de desarrollo (Irán y México, que Goldman Sachs coloca detrás de los asombrosos BRICS –Brasil, China, India, Rusia y Sudáfrica– como los Próximos-11”: “N-11”).

El 4 de marzo se celebra en Rusia, una potencia eurasiática a carta cabal, una elección que será definitoria para el incipiente orden multipolar y en la que se espera sea relegido a la presidencia Vlady Putin, a quien caracterizamos como el zar geoenergético global, pese a su tropiezo en las recientes elecciones parlamentarias de su partido Rusia Unida y al intento de su asesinato (Ria Novosti, 27/2/12).

Recomiendo el artículo del geopolitólogo alemán F. William Engdahl en su portal (9/1/12), quien expone las razones por las cuales Estados Unidos desea defenestrar a Putin mediante sus ONG trasnacionales (subvencionadas por el Congreso).

Putin resucitó a Rusia del cementerio global geoestratégico después de la aciaga etapa de balcanización del muy locuaz Gorbachov (quien le hizo el juego a la Dama de hierro británica, Maggy Thatcher).

Rusia estuvo a punto de ser pulverizada por Yeltsin (con severos problemas clínicos), quien regaló su petróleo a los peores postores y a los mejores impostores (los “oligarcas” aliados de Wall Street y el sionismo), y hoy vive milagrosamente su fase de restauración desde 2000 con Putin y sus dos presidencias consecutivas, con un intervalo presidencial de Medvediev.

El eje Estados Unidos-Gran Bretaña se equivocó grotescamente al haberse inmiscuido en forma flagrante en la sucesión rusa: se volcó a favor de Medvediev –a quien consideraron como más “pro occidental” y más “neoliberal”– y en contra de Putin, a quien catalogan de “anti occidental” y “estatista”.

No tiene remedio la maniquea cosmogonía primitivamente lineal del eje Estados Unidos-Gran Bretaña, que no entendió nada –al menos que su deseo sea fomentar perversamente la disensión interna en el Kremlin– del arreglo cupular que ha llevado a la permutación en el poder de la dupla Putin-Medvediev de San Petersburgo (la ciudad más “occidental” de Rusia desde Pedro El Grande): reflejo del águila bicéfala de la Rusia eterna.

¡Cómo le hace falta a Estados Unidos la genialidad geoestratégica de George Kennan! La decadencia de Estados Unidos no es solamente sico-socio-económica, sino más que nada intelectual.

Las apuestas del gabinete Obama han sido oscilantemente riesgosas: después del espectacular acercamiento de la perezagruzka (“reajuste”; ver Bajo la Lupa, 11/3/09 y 30/11/11), el vicepresidente Joe Biden enterró retóricamente a Rusia debido a su calamidad demográfica (la grave declinación de su natalidad).

Vlady Putin escribió un artículo vibrante sobre las relaciones exteriores de Rusia a menos de una semana de la elección (Moskovskiye Novosti, 27/2/12). Su leitmotiv: el lugar de Rusia en el mundo como superpotencia respetada y los mecanismos para fortalecerla.

Considera que “Estados Unidos persigue sus intereses en detrimento de la seguridad mundial” y recalca que Rusia continuaría oponiéndose a esta política irredentista en caso de su regreso al Kremlin.

Coloca la relación bilateral con Estados Unidos con base en el respeto mutuo, en particular en esta fase tan “turbulenta”.

Fustiga el ominoso despliegue misilístico de Estados Unidos en Europa, cerca de las fronteras de Rusia, “que ha socavado” la seguridad rusa y “opera contra la estabilidad mundial”.
Rememora los agravios contra Rusia de parte de la OTAN encabezada por Estados Unidos, quien “ha sobrextendido su autoridad (sic) para regular (sic) las relaciones internacionales”.

Aduce que los “crímenes contra la humanidad” deben ser castigados por las cortes penales internacionales. ¡Cómo: si Estados Unidos no reconoce a ninguna corte penal internacional y solamente las utiliza para castigar a sus enemigos globales!

Se pronuncia a favor de los derechos humanos (una “demagogia” de Estados Unidos y la OTAN), pero no mediante la intervención militar foránea en los “estados soberanos” y sin la aprobación de la ONU, ya que, como sucedió en Libia, pueden resultar en “muertes, violación de esos mismos derechos humanos y en consecuencias impredecibles”. A mi juicio, Putin se aferra demasiado a la disfuncional ONU, que ni “Occidente” respeta para librar sus aventuras militares globales.

Reconoce que la definición de “seguridad” de Estados Unidos y la OTAN “difiera fundamentalmente” de la rusa: EU “está obsesionado con la idea de asegurar su invulnerabilidad absoluta (sic)”, lo cual “es utópico” y “no puede ser alcanzable tecnológica ni geopolíticamente”, lo que conduce a que “la absoluta invulnerabilidad para uno significa la vulnerabilidad absoluta para los demás”.

Defiende el doble veto de Rusia y China en el Consejo de Seguridad de la ONU, ya que la postura de “Washington y sus aliados europeos y árabes hubiera abierto la puerta a la intervención militar foránea de Siria”.

Arguye que la forma en que Estados Unidos y Occidente desean llevar la “democracia con la ayuda de métodos violentos” es impredecible y seguido lleva precisamente al resultado opuesto: “algunas fuerzas, que incluyen los extremistas religiosos, emergen y tratan de cambiar la dirección del desarrollo de estos países y la naturaleza laica de los gobiernos”, en obvia alusión a la colisión entre el partido socialista Baas sirio y la dupla teológica de los Hermanos Musulmanes/Salafistas.

Reconoce la importancia de las redes sociales en las revoluciones árabes y afirma que el poder blando (“soft power”) “ha sido utilizado por los países (léase: Estados Unidos) para avanzar sus objetivos de política exterior sin tener que recurrir a la fuerza” cuando “nuevos métodos de comunicación” han sido usados “para provocar extremismo, separatismo, nacionalismo, y manipular a la opinión publica para interferir directamente en los asuntos internos de los países soberanos”.

Putin no entiende que para Estados Unidos la única “soberanía” que existe es la propia.

Sobre Irán expone su “alarma” (sic) sobre los preparativos de un ataque nuclear (sic), que “tendría consecuencias verdaderamente catastróficas (sic) a escala masiva”.

Se pronuncia por la desnuclearización de la península coreana, fustiga “la ingeniería política” de Estados Unidos en las regiones cercanas a Rusia y recuerda que había propuesto en 2007 una solución a Baby Bush para resolver las diferencias sobre el escudo misilístico balístico, la cual “hubiera dramáticamente mejorado la relación bilateral y alcanzado un grado cualitativo parecido al modelo de una alianza”. ¡Qué ilusión!

Le da vuelo a los BRICS –3 mil millones y más de 25 por ciento del PIB mundial, además de numerosas ojivas nucleares: el único lenguaje que entienden los superhalcones de EU embriagados por el “modelo CPD” (ver Bajo la Lupa, 26/2/12)–, que deberán desarrollar una postura coordinada en los asuntos globales.

Hace bien en “jerarquizar (sic)” las relaciones de Rusia con los BRICS, a quienes califica acertadamente como “el símbolo más patente de la transferencia de un mundo unipolar a un orden mundial más justo”, que, a mi juicio, no es sino multipolar.

http://alfredojalife.com

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