Bangladesh: Si de pobreza hablamos…
Escrito por Arnaldo Musa
Aparte de la ocasión que Bangladesh logró su independencia, no recuerdo una noticia sobre este país sudasiático que no se relacione con una desgracia...
Aparte de la ocasión que Bangladesh logró su independencia, no recuerdo una noticia sobre este país sudasiático que no se relacione con una desgracia, como la de decenas de miles de muertos a causa de violentos tifones azotando tierras muy bajas, el todavía reciente desplome de una fábrica textil en deplorable estado de construcción, y los constantes paros laborales, generalmente reprimidos por el gobierno de turno.
Precisamente, un aterrizaje forzoso a causa de una tempestad hizo que el avión de Aeroflot donde viajaba tuviera que aterrizar en Dhaka, la capital, donde el contacto de menos de 12 horas fue suficiente para comprender que estaba en uno de los países más pobres, más densamente poblados y menos desarrollados del mundo.
Eso fue hace unas dos décadas, pero la situación no ha cambiado mucho. Según un estudio de Naciones Unidas, tomando el producto interno bruto, la tasa de alfabetización y la expectativa de vida, Bangladesh ocupa el puesto 146 entre 173 países. Esto da una idea de las paupérrimas condiciones de vida de la gran mayoría de los habitantes de este país.
La población de Bangladesh es de alrededor de 140 millones de habitantes, de los cuales un 20% vive en las ciudades y el resto en el medio rural. Se calcula que unos 20 millones de personas conforman lo que se conoce como «población flotante», gente que ni siquiera posee un pequeño trozo de tierra para cultivar, por lo que se ven obligadas a trasladarse constantemente de un sitio a otro buscando la manera de sobrevivir. Comen y duermen en las calles, viven de la mendicidad y carecen de futuro alguno.
Aunque se consiguió un descenso en la tasa de natalidad a través de políticas de planificación, el crecimiento de la población es aún muy elevado y la agricultura y la escasa industrialización del país no son suficientes para absorber esta mano de obra que se incorpora año tras año al mercado de trabajo.
La industria textil es el sector que más puestos de trabajo genera después de la agricultura, y la mayoría de las fábricas se encuentran en los alrededores de Dhaka y de Chittagong. Bangladesh es hoy en día el principal proveedor de camisetas de Europa, debido principalmente a los bajos salarios que se pagan. El 90% de los más de un millón de puestos de trabajo que las fábricas de ropa generan, son cubiertos por mujeres muy pobres que están obligadas a aceptar estos salarios de miseria para al menos poder alimentar a sus hijos, siendo en muchísimos casos el único ingreso familiar. El ya mencionado derrumbe de una abarrotada fábrica textil, con más de mil muertos, obligó a tomar medidas para tratar de evitar una repetición.
Eso fue hace unas dos décadas, pero la situación no ha cambiado mucho. Según un estudio de Naciones Unidas, tomando el producto interno bruto, la tasa de alfabetización y la expectativa de vida, Bangladesh ocupa el puesto 146 entre 173 países. Esto da una idea de las paupérrimas condiciones de vida de la gran mayoría de los habitantes de este país.
La población de Bangladesh es de alrededor de 140 millones de habitantes, de los cuales un 20% vive en las ciudades y el resto en el medio rural. Se calcula que unos 20 millones de personas conforman lo que se conoce como «población flotante», gente que ni siquiera posee un pequeño trozo de tierra para cultivar, por lo que se ven obligadas a trasladarse constantemente de un sitio a otro buscando la manera de sobrevivir. Comen y duermen en las calles, viven de la mendicidad y carecen de futuro alguno.
Aunque se consiguió un descenso en la tasa de natalidad a través de políticas de planificación, el crecimiento de la población es aún muy elevado y la agricultura y la escasa industrialización del país no son suficientes para absorber esta mano de obra que se incorpora año tras año al mercado de trabajo.
La industria textil es el sector que más puestos de trabajo genera después de la agricultura, y la mayoría de las fábricas se encuentran en los alrededores de Dhaka y de Chittagong. Bangladesh es hoy en día el principal proveedor de camisetas de Europa, debido principalmente a los bajos salarios que se pagan. El 90% de los más de un millón de puestos de trabajo que las fábricas de ropa generan, son cubiertos por mujeres muy pobres que están obligadas a aceptar estos salarios de miseria para al menos poder alimentar a sus hijos, siendo en muchísimos casos el único ingreso familiar. El ya mencionado derrumbe de una abarrotada fábrica textil, con más de mil muertos, obligó a tomar medidas para tratar de evitar una repetición.
En este contexto, y a manera de un único y triste ejemplo, a pesar de que se dice que se busca un remedio a esta situación, unos 100 000 niños trabajan en la industria textil, y muchísimos más lo hacen en el campo, en la construcción o simplemente se dedican a la venta. No van a la escuela, por lo que están condenados de por vida a ser explotados en trabajos duros y mal remunerados o a terminar conduciendo un ciclorickshaw, en el mejor de los casos.
El problema está en que en muchas ocasiones, el ingreso que perciben los niños es el único sustento familiar (en el caso de que tuvieran familia), y si dejan de trabajar, la única alternativa que les queda para poder comer es la mendicidad, la delincuencia o la prostitución. El trabajo de los niños evidentemente es condenable, pero en países tan pobres como Bangladesh, muchísimas veces es la única forma que tienen de sobrevivir.
A aquellos que en el Primer Mundo se escandalizan porque en países pobres como este los niños trabajan y son explotados sistemáticamente, más les valdría preocuparse primero por cambiar el injusto sistema de intercambio comercial que rige entre los países ricos y pobres, responsable en gran medida de la situación de estos niños. Si por ejemplo, desaparecieran los subsidios a la agricultura en los países desarrollados, aumentaría el ingreso de las familias que viven de sus cosechas en los países pobres, y seguramente sus hijos podrían ir a la escuela, en lugar de tener que trabajar.
Y también deberían preguntarse quiénes son los principales beneficiarios del trabajo de estos niños, aparte de los agricultores del Primer Mundo. La respuesta es clara: las grandes cadenas de distribución y las marcas comerciales que instalan sus fábricas en estos países aprovechando la mano de obra barata, saltándose la legislación laboral del país (si la hubiera), y obteniendo enormes ventajas fiscales de parte de los gobiernos corruptos de turno.
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