Bajo la Lupa
El
gobierno oculto sin controlde EU, según The Washington Post
Alfredo Jalife-Rahme
Una mujer se cubre con una máscara con el rostro de Edward
Snowden, durante una manifestación ante la embajada estadunidense en Berlín, en
julio pasadoFoto Reuters
D
ios no juega a los dados, como en alguna ocasión profirió el
astrofísico Einstein. Pero tal parece que el
Estado ciberpoliciaco globalde Estados Unidos se empeña en jugar a los dados y en pretender su ascendencia divina para arrogarse el derecho transcendental de espiar a tirios y troyanos bajo la coartada preventiva del hollywoodense 11-S.
Antes de ser colocado al frente de la
Inteligencia Nacionalpresidencial, James Clapper rechazó mediante una metáfora divina las críticas sobre los enormes puntos ciegos y la falta de coordinación del mastodonte cibernético creado para administrar el
Sistema de Análisis y Programación(SAP):
Solamente existe una entidad en el universo entero que tiene la visibilidad en todo el SAP: Dios.
Con el destape heroico por Edward Snowden de la cloaca del ciberespionaje de
la NSA y su insoportable pestilencia (adscrito al Cibercomando de Estados
Unidos), Tim Shorrock y Pepe Escobar (Ver Bajo la Lupa, 26/6/13) han citado
profusamente la célebre investigación seriada, que tomó dos años, de The
Washington Post sobre el organigrama ominoso del
mundo del espionaje responsable de la seguridad de Estados Unidos(18, 19, 20 y 21/7/12 y 20/12/12), realizada por Dana Priest –ganadora de dos premios Pulitzer– y el experto militar William M. Arkin, con la colaboración de
dos docenas de investigadores.
El rotativo, portavoz del establishment, “exploró la redundancia y el difícil
manejo de las agencias top secret del gobierno” que fueron creadas en
reacción al paradigmático 11-S debido a su gigantismo, inasibilidad y esoterismo
(sic):
nadie (sic) conoce cuánto dinero cuesta, cuántas personas emplea o si hace más seguro a Estados Unidos. ¡Uf!
Entre los hallazgos culminantes destaca que “alrededor (sic) de mil 271
organizaciones gubernamentales y mil 931 empresas privadas trabajan en los
programas top secret relacionados con contraterrorismo, Seguridad del
Hogar, y espionaje en más de 10 mil (sic) locaciones en todo Estados
Unidos”.
Más de 850 mil estadunidenses (1.5 veces la población de la capital federal)
cuentan con la acreditación top secret.
La redundancia y el traslape constituyen sus principales problemas: síntoma
de la falta de coordinación entre las agencias.
En el área de Washington solamente se construyen 33 complejos de edificios o
han sido construidos desde el 11-S:
ocupan en su totalidad el equivalente de casi tres Pentágonos o 22 Capitolios.
Cada una de las casi 2 mil empresas (con más de 750 millones de dólares de
ingresos), y 45 organizaciones gubernamentales tienen una página de perfil con
información básica sobre su papel en Top Secret America.
La segunda parte de la serie aborda la dependencia del gobierno en los
contratistas privados (sic), lo cual está degradando la calidad de la fuerza
laboral federal. Los directivos de las agencias de espionaje
no conocen necesariamente cuántos contratistas (sic) trabajan para ellos, pero The Washington Post conjetura que ascienden a 265 mil (¡supersic!).
La tercera parte de la serie se enfoca en el impacto económico y cultural de
una elevada concentración del trabajo top secret en una comunidad
contigua a NSA, donde la expansión continúa con una baja tasa de desempleo,
mientras el resto del país lucha con la recesión, cuando NSA contempla expandir
en dos terceras partes su presente tamaño en los próximos 15 años.
La primera parte de la serie,
Un mundo ocultoque
crece más allá del control, trata de una
geografía alternativaalejada del escrutinio público y
carente de supervisión cuidadosa.
Después de nueve años de gasto excesivo, ¿cómo se puede determinar su
efectividad?
La duplicidad de funciones: muchas agencias de espionaje y seguridad realizan
el mismo trabajo, lo cual crea redundancia y despilfarro. Así, 51 organizaciones
federales y mandos militares, que operan en 15 ciudades de Estados Unidos,
rastrean el flujo de dinero de las redes terroristas.
Se publican alrededor de 50 mil reportes (¡supersic!) de espionaje por año:
un volumen tan amplio que muchos son ignorados rutinariamente.
En el Departamento de Defensa, “donde se encuentran más de dos tercera partes
de los programas de espionaje, sólo un puñado de funcionarios de alto rango –los
súper usarios (sic)– tienen la facultad de conocer todas las
actividades”.
El teniente general retirado John R.Vines diagnostica que
la complejidad del sistema desafía la descripción, debido a que carece de sincronización, lo cual resulta en
disonancia de mensajes. Lo peor: no se puede garantizar que
Estados Unidos sea más seguro. ¿Entonces?
Antes de retirarse, Bob Gates, ex secretario del Pentágono, afirmó que
obtener datos precisos (sic) es algo difícil.
El organigrama se sobrextendió nueve años después del 11-S.
El
Cruce Libertades el apodo donde se encuentran las dos matrices de la Oficina del Director de la Inteligencia Nacional (que depende del presidente) y su Centro de Contraterrorismo Nacional. Allí trabajan mil 700 empleados federales y mil 200 contratistas privados. Su misión es
derrotar a los violentos extremistas trasnacionales.
El presupuesto de espionaje en Estados Unidos es del orden de 75 mil millones
de dólares: 2.5 veces el tamaño antes del 11-S.
El personal también se ha duplicado. Con tantos empleados, unidades y
organizaciones se decidió crear la agencia Oficina del Director de la
Inteligencia Nacional (ODNI, por sus siglas en inglés) –cuyo primer director fue
John Dimitri Negroponte, ex embajador de Estados Unidos en México–, con
responsabilidades supremas y para controlar al monstruo burocrático.
La región de Washington es la capital de Top Secret America, donde
se ubica la matriz de la Agencia Nacional de Espionaje Geoespacial, con 8 mil
500 empleados que analizan las imágenes y el mapeo de la geografía
terrestre.
En las entrañas de la megalópolis del espionaje se ubica el Centro de
Análisis de Servicio Subterráneo, que identifica los centros de comando
subterráneos foráneos asociados con armas de destrucción masiva y grupos
terroristas; aconseja a los militares cómo destruirlos.
Los analistas, de entre 20 y 30 años de edad (la edad de Snowden), ganan
entre 41 mil y 65 mil dólares al año, pero su grave problema es jerarquizar y
compartamentalizar la colosal base de datos, ya que la falta de compartir la
información ha sido la causa principal para frustrar ataques.
Entre las principales agencias de inteligencia, por lo menos dos grandes
comandos militares reclaman un papel fundamental en la ciberguerra, que
es
muy difícil de coordinar, según Leon Panetta, anterior director de la CIA.
Cada día los sistemas colectores de la NSA interceptan y almacenan mil 700
millones de correos electrónicos, llamadas telefónicas y otro tipo de
comunicaciones, una de cuyas fracciones es asignada en 70 bases de datos
separadas. El problema es que no existen suficientes analistas y traductores
para tanta información capturada. Este es el mundo donde se movía Eduard Snowden
y que dio a conocer en forma explosiva.
¿Cuál será la reacción de los ciudadanos del mundo, ya no se diga la sociedad
estadunidense, enjaulada en la virtual cárcel cibernética del orwelliano
Estado Google (Bajo la Lupa, 23/6/13) que busca aniquilar la privacidad
de los individuos?
Twitter: @AlfredoJalife
Facebook: AlfredoJalife
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