Cuando la parodia raya en tragedia
Noam Chomsky*
No es fácil escapar de nuestra piel y ver al mundo de una forma
diferente a como se nos presenta día con día. Pero es útil intentarlo. Probemos
con algunos ejemplos.
Los tambores de guerra están batiendo cada vez con más fuerza respecto de
Irán. Imaginemos que se invirtiera la situación.
Irán está librando una mortífera y destructiva guerra de bajo nivel contra
Israel, con participación de las grandes potencias. Sus líderes anuncian que las
negociaciones no están llegando a nada. Israel se niega a firmar el tratado de
no proliferación nuclear y a permitir inspecciones, como ha hecho Irán. Israel
sigue rechazando los abrumadores exhortos internacionales para establecer una
zona sin armas nucleares en la región. A lo largo de todo el proceso, Irán
cuenta con el apoyo de su padrino, la superpotencia.
Los líderes iraníes anuncian entonces sus intenciones de bombardear a Israel.
Destacados analistas militares iraníes señalan que el ataque podría ocurrir
antes de las elecciones en Estados Unidos.
Irán puede utilizar su potente fuerza aérea y los nuevos submarinos enviados
por Alemania, armados con misiles nucleares y estacionados frente a la costa de
Israel. Sea cual fuera el calendario, Irán cuenta con que la superpotencia que
lo respalda participe en el ataque, si es que no lo encabece. Leon Panetta,
secretario estadunidense de Defensa, declara que si bien no está en favor de un
ataque de esa naturaleza, como país soberano Irán puede actuar conforme más le
convenga.
Todo esto, por supuesto, es impensable aunque de hecho está sucediendo con
los personajes invertidos. Es verdad, las analogías nunca son exactas y ésta es
injusta... para Irán.
Al igual que su padrino, Israel recurre a la violencia a voluntad. Persiste
en los asentamientos ilegales en los territorios ocupados, algunos de ellos ya
anexados, en un desafío descarado del derecho internacional y del Consejo de
Seguridad de Naciones Unidas. En repetidas ocasiones ha lanzado ataques brutales
en contra de Líbano y de la enclaustrada población de Gaza, matando a decenas de
miles de personas sin ningún pretexto creíble.
Hace 30 años, Israel destruyó un reactor nuclear iraquí, acto que
recientemente ha recibido encomios, evitando las sólidas evidencias, incluso de
los servicios secretos estadunidenses, de que ese bombardeo no le puso fin al
programa de armas nucleares de Saddam Hussein, sino más bien lo inició. El
bombardeo de Irán podría tener el mismo efecto.
Irán también ha lanzado agresiones, pero en los últimos siglos sólo lo hizo
durante el régimen del sha, que contaba con el apoyo de Estados Unidos, cuando
conquistó las islas árabes del golfo Pérsico.
Irán emprendió su programa de desarrollo nuclear con el sha, con el fuerte
apoyo oficial de Estados Unidos. El gobierno iraní es brutal y represivo, como
lo son los aliados de Washington en la región. Su aliado más importante, Arabia
Saudita, es el régimen fundamentalista islamita más extremo y gasta enormes
fortunas para difundir sus doctrinas radicales wahabitas en otros países de la
región. Las dictaduras del golfo Pérsico, también aliados favorecidos por
Estados Unidos, han reprimido durante cualquier intento popular por participar
de la primavera árabe.
El Movimiento de los Países No Alineados –los gobiernos de la mayoría de la
población mundial– se reunió recientemente en Teherán. El grupo ha endosado
fervorosamente el derecho de Irán a enriquecer uranio y algunos de sus miembros,
como India, por ejemplo, aplican el duro programa de sanciones estadunidenses
sólo de forma parcial y con reticencias.
Los delegados del Movimiento de los Países No Alineados reconocen la amenaza
que domina la discusión en Occidente, articulada lúcidamente por el general Lee
Butler, ex jefe del comando estratégico de Estados Unidos:
Es peligroso en extremo que, en el caldero de animosidades que llamamos Medio Oriente, una nación se equipe con armas nucleares, lo cual
inspira a otras naciones a hacer lo mismo.
Butler no se refería a Irán, sino a Israel, que en los países árabes y en
Europa se considera que constituye la mayor amenaza para la paz en la región. En
el mundo árabe, Estados Unidos está clasificado en el segundo lugar de las
amenazas mientras que Irán, aunque no lo quieren, provoca mucho menos miedo.
Efectivamente, muchas encuestas señalan que la mayoría considera que la región
sería más segura si Irán tuviera armas nucleares para contrarrestar las amenazas
que perciben.
Si Irán efectivamente está avanzando para dotarse de armas nucleares –cosa
que hasta ahora no saben los servicios secretos estadunidenses–, podría deberse
a que se siente
inspiradoa hacerlo por las amenazas israelíes y estadunidenses, emitidas sistemáticas en violación explícita de la Carta de Naciones Unidas.
¿Por qué entonces el discurso occidental oficial presenta a Irán como la
mayor amenaza para la paz mundial? La razón principal es reconocida por las
fuerzas armadas y los servicios secretos estadunidenses e israelíes: Irán podría
disuadir a Estados Unidos e Israel de recurrir a la fuerza.
Aun más, Irán debe ser castigado por su
exitosa rebeldía, que fue la acusación de Washington contra Cuba hace medio siglo, y que sigue siendo la fuerza motriz de los ataques estadunidenses contra la isla, a pesar de las condenas internacionales.
Otros eventos que se presentan en la primera plana de los diarios podrían
beneficiarse también si los vemos desde otra perspectiva. Supongamos que Julian
Assange hubiera publicado documentos rusos que revelaran información importante
que Moscú quisiera ocultar del público, y que las demás circunstancias fueran
idénticas.
Suecia no titubearía en realizar su único interés anunciado, aceptando el
ofrecimiento de interrogar a Assange en Londres. Declararía que si el fundador
de Wikileaks regresara a Suecia (como él mismo ha aceptado hacer) no
sería extraditado a Rusia, donde son muy escasas las posibilidades de que tenga
un juicio justo.
Suecia sería reconocida por su posición conforme a sus principios. Julian
Assange sería elogiado por realizar un servicio público; lo que, por supuesto,
no obviaría la necesidad de tomar las acusaciones en su contra tan en serio como
en cualquier otro caso de ese tipo.
La noticia más destacada del día en Estados Unidos son las elecciones. Louis
Brandeis, juez de la Suprema Corte estadunidense, ofreció una perspectiva muy
apropiada con estas palabras:
Podemos tener democracia en este país, o podemos tener la riqueza concentrada en manos de unos cuantos, pero no podemos tener las dos cosas al mismo tiempo.
Guiados por esa perspectiva, la cobertura de las campañas electorales
deberían concentrarse en el efecto de la riqueza en política, analizado
ampliamente en el reciente estudio de Martin Gilens, Prosperidad e
influencia: La desigualdad económica y la fuerza política en Estados
Unidos. Él encontró que la gran mayoría es
incapaz de influir en la política del gobiernocuando sus preferencias divergen de las de los ricos, los cuales básicamente obtienen lo que quieren cuando algo les importa.
No es sorprendente, pues, que en una reciente clasificación de los 31
miembros de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico, Estados
Unidos haya quedado en el lugar número 27 en términos de justicia social, a
pesar de sus extraordinarias ventajas.
Ahora bien, el tratamiento racional de los asuntos tiende a evaporarse en las
campañas electorales, en formas que a veces rayan en la comedia.
Para poner un ejemplo, Paul Krugman asegura que el tan admirado Gran Pensador
del Partido Republicano, Paul Ryan, reveló que sacó sus ideas sobre el sistema
financiero del personaje de una novela de fantasía –Atlas Shrugged, de
Ayn Rand–, que aboga por el uso de monedas de oro en lugar de papel moneda.
Solamente queda inspirarnos en un escritor realmente distinguido, Jonathan
Swift. En Los viajes de Gulliver, los sabios de Lagado llevan consigo a
cuestas todas sus pertenencias, que utilizan en los trueques sin las molestias
del oro. Entonces la economía y la democracia podrían florecer verdaderamente.
Y, lo mejor de todo, las desigualdades se reducirían notablemente, lo que sería
un regalo para el espíritu del juez Brandeis.
(La recopilación de artículos más reciente de Noam Chomsky es Making the
Future: Occupations, Interventions, Empire and Resistance).
* Chomsky es profesor emérito de lingüística y filosofía en el Instituto
Tecnológico de Massachusetts, en Cambridge, Massachusetts
© 2012, Noam Chomsky
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