El asesinato del embajador norteamericano en Libia desnuda el caos descontrolado mundial
Vicky Peláez
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17:25
21/09/2012
Columna semanal por Vicky Peláez
Un viaje de mil kilómetros debe comenzar con un simple paso (Lao Tsu, 604
B.C.)
La idea de que los globalizadores “iluminados” saben exactamente lo que hacen
en su intento de cambiar el mundo para convertirlo en una “aldea globalizada” a
través de invasiones con falsos pretextos, “caos controlado” y “revoluciones a
colores” fue puesta en seria duda con el simple y espontáneo comentario de
Hillary Clinton al recibir la noticia de la trágica muerte del embajador
norteamericano en Libia, Christopher Stevens.
Ella dijo sorprendida que “no entiendo lo que pasa. Hemos liberado a Libia y
hemos salvado a Benghazi de la destrucción”.
Esta exclamación “no entiendo” refleja en realidad el estado en que se
encuentra la política exterior norteamericana y la de sus aliados europeos de la
OTAN.
Ellos organizaron, financiaron y dirigieron la violenta caída del régimen de
Muamar Gadafi en octubre del año pasado y causaron la destrucción del país para
tomar el control de su petróleo y otros recursos naturales. En aquel entonces,
el diplomático norteamericano Christopher Stevens era representante del
Departamento de Estado en el Consejo Nacional Libio de Transición en Benghazi
que era el núcleo de la oposición y la base del actual gobierno libio. Es decir,
este diplomático participó activamente en lo que se llama “revolución”. Y ahora
los mismos “revolucionarios” asesinaron horriblemente a uno de sus
patrocinadores, en una descontrolada protesta por una película norteamericana
que se burla del profeta Mahoma.
También en Egipto y Yemen “post revolucionarios” han sido atacadas las
embajadas norteamericanas por centenares de manifestantes con un saldo de más de
240 heridos en el Cairo y decenas en Saná, la capital de Yemen. Como dice el
refrán popular: “cría cuervos y te sacarán los ojos”. Pero para los
globalizadores esta advertencia no significa nada.
Su única conclusión de momento es que las próximas “revoluciones”
necesitarán la presencia de las tropas de la OTAN. Por supuesto, se refiere a
Siria y después a Irán. Por algo el presidente de Francia el socialista Francois
Hollande y el primer ministro de Bélgica, Elio de Rupo, también socialista,
exigen una intervención militar en Siria para sacar del poder a Bashar al-Asad
así como lo hicieron con Gadafi dizque para construir una “democracia” en el
país.
Irak y Afganistán son ejemplos latentes de este tipo de “democracia”. Después
de ocho años de guerra en Irak lo más importante que fue construido fue la
embajada estadounidense que es la más grande en el mundo y la base militar Camp
Victory, también la más extensa en el planeta (47 kilómetros) que alberga 40.000
soldados y 20.000 mercenarios.
La infraestructura productiva nacional está destruida, el país se encuentra
en ruinas y ni que hablar de decenas de miles de muertos, heridos y desplazados.
Lo mismo sucede en Afganistán donde ni con 1.400 bases de diferentes tipos se
pudo controlar el país después de 11 años de guerra, lo que ha obligado a los
aliados a comenzar las conversaciones con los talibanes.
Lo único que se logró en Afganistán, además de la destrucción y la muerte,
es el aumento en la producción del opio que creció de 2001 a 2012 de 1.100
toneladas al año a 9.600 toneladas. En ambas guerras perdieron la vida más de
10.000 soldados norteamericanos y unos 5.000 mercenarios. Más de 40.000
sufrieron heridas y unos 300.000 fueron afectados por el Trastorno Pos Estrés
Postraumático (PTSD). Y ni que decir de millones de iraquíes y afganos que han
tenido que sufrir las consecuencias de estas guerras, llamadas
“preventivas”.
Cualquiera diría ya basta de violencia, especialmente en condiciones de la
severa crisis económica que afecta a los Estados Unidos y a la Unión Europea.
Que ya es hora para dejar que cada país resuelva sus problemas y que se debe
elegir un tipo de gobierno siguiendo la voluntad del pueblo sin imponer a fuerza
modelos foráneos. Sin embargo, los globalizadores tienen su propia lógica
diseñada e impuesta a los gobiernos por el poder industrial militar y el
financiero al servicio de las transnacionales. Nadie quiere acordarse de la
advertencia de Dwight D. Eisenhower en su discurso de despedida de la
presidencia en 1961. Dijo que “tenemos que estar vigilantes para no permitir que
el complejo militar industrial logre influencia injustificada. El potencial para
el incremento desastroso de un poder inapropiado existe y persistirá”.
Nadie lo ha escuchado y ha sucedido como Eisenhower pronosticó. Actualmente
Estados Unidos produce y vende el 78 por ciento de las armas en el mundo y sus
anhelos, representados por el complejo industrial militar y financiero, a pesar
del fiasco en Irak y Afganistán y las “revoluciones” sin son ni don en Egipto,
Libia, Yemen, siguen adelante apoyados por sus aliados de la OTAN. Las guerras
de la droga, las guerras religiosas y las guerras por causas políticas,
conflictos de todo tipo en el mundo son resultados directos de estas ambiciones
desenfrenadas para controlar los recursos naturales del planeta.
Ni la crisis económica puede frenar los planes de los globalizadores que
consideran que las guerras y conflictos no solamente pueden servir para distraer
y desviar la opinión pública sino traer dividendos e impulsar la economía. Tal
es su convicción que ya llegó el turno a la región llamada Asia Pacífica donde
está ubicada la “fábrica del mundo”, China aunque muchos analistas consideran
que esta “fábrica” es realmente norteamericana. Washington empezó a alarmarse no
sólo por el creciente poder político de China en el mundo sino por verla
convertirse en el centro económico de la región, mientras que Estados Unidos ha
tenido que conformarse con su rol de la supremacía militar. China actualmente es
la segunda economía más grande en el mundo y su gasto militar es de 142 mil
millones de dólares al año aproximadamente.
Los cálculos de Washington indicando que Beijing ha iniciado en los últimos
cinco años el proceso de modernización de sus fuerzas armadas que terminaría
para 2020 logrando la paridad con los EE.UU., dieron motivo para la creación de
una base norteamericana en Darwin, Australia donde fueron desplazados 2.500
marines. El Comando del Pacífico (USPACOM) empezó a elaborar un nuevo plan (Air
Sea Battle Plan) para que sus fuerzas navales y aéreas tengan la capacidad de
contener y destruir la cada vez más poderosa fuerza naval china en el Océano
Pacífico.
También Norteamérica está creando condiciones para tener una base de drones
en la región, posiblemente en Australia, Vietnam o Filipinas considerando el
cada vez más importante rol de estos aviones no tripulados en las futuras
guerras. En 2011, Norteamérica tuvo 350 drones con 1.300 pilotos localizados en
13 bases y para 2015 el número de estos aparatos será incrementado a 2.000. Es
interesante anotar que simultáneamente con el incremento de la presencia naval
norteamericana en el Mar de la China Meridional, Hanoi, Manila y Tokio
comenzaron a reclamar agresivamente su derecho a varias islas en la zona en
disputa con China. Es decir existe un plan de los globalizadores de convertir la
Región Asia Pacífica en un nuevo centro de gravedad en el Siglo XXI.
El analista James Covert de la publicación International Forecaster señaló
que para incrementar el presupuesto militar y el dominio del mundo fue creada en
los años 1950 la “Guerra Fría”, después siguió la “Guerra contra el Terrorismo
Islámico” y ahora surge la idea de una nueva Guerra Fría esta vez contra el
peligro de la Expansión Geopolítica de China. Ya los globalizadores por medio de
The International Crisis Group están dando señales de alarma sobre una peligrosa
situación en la región.
El problema es que esta organización es una ONG financiada por Carnegie
Corporation, Rockefeller Brothers Fund, Soros Open Society Institute y varias
corporaciones petroleras. Todo esto presupone que el informe refleja los
intereses de las corporaciones que son en realidad responsables de todos los
conflictos en el mundo.
Ahora quieren neutralizar a China a nivel internacional y obligarla a aceptar
la posición occidental sobre Siria e Irán. Lo único que le queda a China es
seguir creciendo económica y militarmente teniendo tres millones de millones de
dólares de respaldo en su Banco Central de Reserva y fortalecer su alianza con
Rusia. Lo último no es tan fácil porque, de acuerdo a los especialistas chinos,
a pesar de que el 70 por ciento del territorio ruso está ubicado en Asia, su
pueblo “siempre ha vivido bajo la influencia del Eurocentrismo y de los Estados
Unidos y nunca ha mostrado un interés en Asia desconociendo completamente su
idiosincrasia”.
Pero como las necesidades geoeconómicas cambian junto con la aparición de
nuevos centros de desarrollo y del poder financiero, posiblemente la última
reunión de la APEC en Vladivostok abra los ojos a los rusos sobre una diferente
configuración de las fuerzas en el tablero geopolítico del mundo. Llegó la hora
de definir las Relaciones Estratégicas de Cooperación entre Rusia y China para
poder parar la honda expansiva de las “guerras preventivas”, “revoluciones a
colores” y “caos controlados”. El mundo ya está revelándose contra el
militarismo porque quiere vivir en paz. ¡Ojalá que los gobernantes lo
entiendan!
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA
NOVOSTI
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