domingo, 23 de septiembre de 2012

El asesinato del embajador norteamericano en Libia desnuda el caos descontrolado mundial

Vicky Peláez
17:25 21/09/2012
Columna semanal por Vicky Peláez
Un viaje de mil kilómetros debe comenzar con un simple paso (Lao Tsu, 604 B.C.)
La idea de que los globalizadores “iluminados” saben exactamente lo que hacen en su intento de cambiar el mundo para convertirlo en una “aldea globalizada” a través de invasiones con falsos pretextos, “caos controlado” y “revoluciones a colores” fue puesta en seria duda con el simple y espontáneo comentario de Hillary Clinton al recibir la noticia de la trágica muerte del embajador norteamericano en Libia, Christopher Stevens.
Ella dijo sorprendida que “no entiendo lo que pasa. Hemos liberado a Libia y hemos salvado a Benghazi de la destrucción”.
Esta exclamación “no entiendo” refleja en realidad el estado en que se encuentra la política exterior norteamericana y la de sus aliados europeos de la OTAN.
Ellos organizaron, financiaron y dirigieron la violenta caída del régimen de Muamar Gadafi en octubre del año pasado y causaron la destrucción del país para tomar el control de su petróleo y otros recursos naturales. En aquel entonces, el diplomático norteamericano Christopher Stevens era representante del Departamento de Estado en el Consejo Nacional Libio de Transición en Benghazi que era el núcleo de la oposición y la base del actual gobierno libio. Es decir, este diplomático participó activamente en lo que se llama “revolución”. Y ahora los mismos “revolucionarios” asesinaron horriblemente a uno de sus patrocinadores, en una descontrolada protesta por una película norteamericana que se burla del profeta Mahoma.
También en Egipto y Yemen “post revolucionarios” han sido atacadas las embajadas norteamericanas por centenares de manifestantes con un saldo de más de 240 heridos en el Cairo y decenas en Saná, la capital de Yemen. Como dice el refrán popular: “cría cuervos y te sacarán los ojos”. Pero para los globalizadores esta advertencia no significa nada.
Su única conclusión de momento es que las próximas “revoluciones” necesitarán la presencia de las tropas de la OTAN. Por supuesto, se refiere a Siria y después a Irán. Por algo el presidente de Francia el socialista Francois Hollande y el primer ministro de Bélgica, Elio de Rupo, también socialista, exigen una intervención militar en Siria para sacar del poder a Bashar al-Asad así como lo hicieron con Gadafi dizque para construir una “democracia” en el país.
Irak y Afganistán son ejemplos latentes de este tipo de “democracia”. Después de ocho años de guerra en Irak lo más importante que fue construido fue la embajada estadounidense que es la más grande en el mundo y la base militar Camp Victory, también la más extensa en el planeta (47 kilómetros) que alberga 40.000 soldados y 20.000 mercenarios.
La infraestructura productiva nacional está destruida, el país se encuentra en ruinas y ni que hablar de decenas de miles de muertos, heridos y desplazados. Lo mismo sucede en Afganistán donde ni con 1.400 bases de diferentes tipos se pudo controlar el país después de 11 años de guerra, lo que ha obligado a los aliados a comenzar las conversaciones con los talibanes.
Lo único que se logró en Afganistán, además de la destrucción y la muerte, es el aumento en la producción del opio que creció de 2001 a 2012 de 1.100 toneladas al año a 9.600 toneladas. En ambas guerras perdieron la vida más de 10.000 soldados norteamericanos y unos 5.000 mercenarios. Más de 40.000 sufrieron heridas y unos 300.000 fueron afectados por el Trastorno Pos Estrés Postraumático (PTSD). Y ni que decir de millones de iraquíes y afganos que han tenido que sufrir las consecuencias de estas guerras, llamadas “preventivas”.
Cualquiera diría ya basta de violencia, especialmente en condiciones de la severa crisis económica que afecta a los Estados Unidos y a la Unión Europea. Que ya es hora para dejar que cada país resuelva sus problemas y que se debe elegir un tipo de gobierno siguiendo la voluntad del pueblo sin imponer a fuerza modelos foráneos. Sin embargo, los globalizadores tienen su propia lógica diseñada e impuesta a los gobiernos por el poder industrial militar y el financiero al servicio de las transnacionales. Nadie quiere acordarse de la advertencia de Dwight D. Eisenhower en su discurso de despedida de la presidencia en 1961. Dijo que “tenemos que estar vigilantes para no permitir que el complejo militar industrial logre influencia injustificada. El potencial para el incremento desastroso de un poder inapropiado existe y persistirá”.
Nadie lo ha escuchado y ha sucedido como Eisenhower pronosticó. Actualmente Estados Unidos produce y vende el 78 por ciento de las armas en el mundo y sus anhelos, representados por el complejo industrial militar y financiero, a pesar del fiasco en Irak y Afganistán y las “revoluciones” sin son ni don en Egipto, Libia, Yemen, siguen adelante apoyados por sus aliados de la OTAN. Las guerras de la droga, las guerras religiosas y las guerras por causas políticas, conflictos de todo tipo en el mundo son resultados directos de estas ambiciones desenfrenadas para controlar los recursos naturales del planeta.
Ni la crisis económica puede frenar los planes de los globalizadores que consideran que las guerras y conflictos no solamente pueden servir para distraer y desviar la opinión pública sino traer dividendos e impulsar la economía. Tal es su convicción que ya llegó el turno a la región llamada Asia Pacífica donde está ubicada la “fábrica del mundo”, China aunque muchos analistas consideran que esta “fábrica” es realmente norteamericana. Washington empezó a alarmarse no sólo por el creciente poder político de China en el mundo sino por verla convertirse en el centro económico de la región, mientras que Estados Unidos ha tenido que conformarse con su rol de la supremacía militar. China actualmente es la segunda economía más grande en el mundo y su gasto militar es de 142 mil millones de dólares al año aproximadamente.
Los cálculos de Washington indicando que Beijing ha iniciado en los últimos cinco años el proceso de modernización de sus fuerzas armadas que terminaría para 2020 logrando la paridad con los EE.UU., dieron motivo para la creación de una base norteamericana en Darwin, Australia donde fueron desplazados 2.500 marines. El Comando del Pacífico (USPACOM) empezó a elaborar un nuevo plan (Air Sea Battle Plan) para que sus fuerzas navales y aéreas tengan la capacidad de contener y destruir la cada vez más poderosa fuerza naval china en el Océano Pacífico.
También Norteamérica está creando condiciones para tener una base de drones en la región, posiblemente en Australia, Vietnam o Filipinas considerando el cada vez más importante rol de estos aviones no tripulados en las futuras guerras. En 2011, Norteamérica tuvo 350 drones con 1.300 pilotos localizados en 13 bases y para 2015 el número de estos aparatos será incrementado a 2.000. Es interesante anotar que simultáneamente con el incremento de la presencia naval norteamericana en el Mar de la China Meridional, Hanoi, Manila y Tokio comenzaron a reclamar agresivamente su derecho a varias islas en la zona en disputa con China. Es decir existe un plan de los globalizadores de convertir la Región Asia Pacífica en un nuevo centro de gravedad en el Siglo XXI.
El analista James Covert de la publicación International Forecaster señaló que para incrementar el presupuesto militar y el dominio del mundo fue creada en los años 1950 la “Guerra Fría”, después siguió la “Guerra contra el Terrorismo Islámico” y ahora surge la idea de una nueva Guerra Fría esta vez contra el peligro de la Expansión Geopolítica de China. Ya los globalizadores por medio de The International Crisis Group están dando señales de alarma sobre una peligrosa situación en la región.
El problema es que esta organización es una ONG financiada por Carnegie Corporation, Rockefeller Brothers Fund, Soros Open Society Institute y varias corporaciones petroleras. Todo esto presupone que el informe refleja los intereses de las corporaciones que son en realidad responsables de todos los conflictos en el mundo.
Ahora quieren neutralizar a China a nivel internacional y obligarla a aceptar la posición occidental sobre Siria e Irán. Lo único que le queda a China es seguir creciendo económica y militarmente teniendo tres millones de millones de dólares de respaldo en su Banco Central de Reserva y fortalecer su alianza con Rusia. Lo último no es tan fácil porque, de acuerdo a los especialistas chinos, a pesar de que el 70 por ciento del territorio ruso está ubicado en Asia, su pueblo “siempre ha vivido bajo la influencia del Eurocentrismo y de los Estados Unidos y nunca ha mostrado un interés en Asia desconociendo completamente su idiosincrasia”.
Pero como las necesidades geoeconómicas cambian junto con la aparición de nuevos centros de desarrollo y del poder financiero, posiblemente la última reunión de la APEC en Vladivostok abra los ojos a los rusos sobre una diferente configuración de las fuerzas en el tablero geopolítico del mundo. Llegó la hora de definir las Relaciones Estratégicas de Cooperación entre Rusia y China para poder parar la honda expansiva de las “guerras preventivas”, “revoluciones a colores” y “caos controlados”. El mundo ya está revelándose contra el militarismo porque quiere vivir en paz. ¡Ojalá que los gobernantes lo entiendan!
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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