Las consecuencias económicas del dinero endógeno
Alejandro Nadal
La controversia sobre los
orígenes y naturaleza del dinero es antigua. La verdad es que este
extraño objeto social no ha sido generoso a la hora de revelar sus
secretos y por eso los economistas de la tradición ortodoxa o neoclásica
poco han entendido sobre la moneda. Hoy nos acercamos a tener una
visión más certera y rigurosa sobre los fenómenos monetarios mediante la
teoría de dinero endógeno.
Desde su nacimiento la teoría económica estuvo confrontada con
importantes fenómenos monetarios, pero los autores clásicos, desde Adam
Smith, consideraron que el dinero era una especie de velo que escondía
la realidad de los procesos económicos. Al dinero se le consideró una
especie de instrumento técnico que solamente servía para superar los
inconvenientes del trueque y facilitar los intercambios. Desde esta
perspectiva analítica el dinero no tiene ninguna influencia sobre lo que
pasa en la economía real: ni el nivel de actividad ni el volumen
producido se verían afectados por el dinero.
Esto se compaginaba muy bien con la teoría cuantitativa de la moneda.
Desde entonces la tradición se consolidó en ortodoxia y el dinero fue
considerado un objeto que se introducía en la economía desde afuera de
las relaciones económicas. Lo típico es considerar que el banco central
es la entidad que tiene el monopolio de la emisión de moneda y controla
la cantidad de dinero que entra en la economía.
Pero hoy se sabe que la mayor parte del circulante en una economía no
es emitido por el banco central, sino por los bancos comerciales
privados. Los agregados monetarios de cualquier economía capitalista así
lo demuestran. Los bancos comerciales privados desempeñan una función
clave de creación monetaria mediante sus operaciones de crédito: al
otorgar un préstamo abren una cuenta de depósito en la que el
prestatario encontrará la cantidad de dinero estipulada acreditada a su
nombre. Cierto, el banco central mantiene el monopolio de la emisión de
dinero de alto poder, pero esa base monetaria es, al final de cuentas,
el telón de fondo contra el que se desarrolla la creación monetaria por
los bancos privados.
El dinero endógeno significa que el flujo de dinero en la economía
está determinado por la demanda de crédito. Y aquí es donde entra un
aspecto tan sorprendente como sencillo sobre el tema del dinero
endógeno: la única restricción que tienen los bancos para otorgar un
préstamo es la de encontrar un sujeto de crédito confiable. La
restricción no tiene nada que ver con tener reservas o los depósitos de
los ahorros de otros agentes: al otorgar un crédito, los bancos crean
dinero de la nada. Y para confirmar lo anterior hay que observar que
desde el punto de vista contable, los préstamos crean los depósitos.
Esta es una fórmula que parece misteriosa y causa intriga, pero el
misterio radica más en nuestras viejas ideas (como decía Keynes) que en
la complejidad del fenómeno. Hemos estado acostumbrados por demasiado
tiempo a la idea de que los bancos son simples intermediarios que
prestan el dinero de los ahorradores y todavía hay premios Nobel de
Economía que siguen creyendo en esa fantasía (Krugman).
Ahora bien, si los bancos crean dinero de la nada eso tiene enormes
implicaciones y todas nuestras visiones sobre la economía deben sufrir
una profunda transformación. Fenómenos como la inflación, la
determinación de la tasa de interés, la relación entre el ahorro y la
inversión, así como los alcances de las políticas fiscal y monetaria,
son temas que deben ser repensados a la luz de la teoría de dinero
endógeno. Por supuesto, otro tema fundamental es el de la regulación
bancaria que adquiere toda una nueva dimensión en el contexto de dinero
endógeno.
Al otorgar un crédito, un banco entrega medios de pago (chequera, tarjeta de débito) al prestatario y esos medios de pago son reconocidos por los demás bancos. Por esa razón esos medios de pago se convierten en dinero y son aceptados por todos los agentes. Pero lo importante es que el banco no necesita tener reservas o ahorros prexistentes para otorgar un crédito. Y eso exige un cambio de perspectiva de gran amplitud, pues significa que la relación entre ahorro e inversión no corresponde a la que se ha considerado tradicionalmente. Es decir, hemos estado acostumbrados a la idea de que es necesario ahorrar para poder invertir. Pero en la realidad de una economía de producción monetaria la causalidad está invertida: es la inversión la que determina el ingreso y, por esa misma razón, el ahorro.
John Maynard Keynes fue el primero en tener la intuición de que con la inversión es la sociedad la que se otorga a sí misma una especie de crédito. Ese adelanto sirvió en el pasado para financiar guerras y hoy puede servir para financiar el desarrollo sustentable. Para controlar este enorme potencial es necesario preguntarnos si el enorme privilegio de crear moneda (poder de compra) debe estar en manos privadas con fines de lucro o si debería estar bajo alguna otra forma de control social y democrático.
Twitter: @anadaloficial
Al otorgar un crédito, un banco entrega medios de pago (chequera, tarjeta de débito) al prestatario y esos medios de pago son reconocidos por los demás bancos. Por esa razón esos medios de pago se convierten en dinero y son aceptados por todos los agentes. Pero lo importante es que el banco no necesita tener reservas o ahorros prexistentes para otorgar un crédito. Y eso exige un cambio de perspectiva de gran amplitud, pues significa que la relación entre ahorro e inversión no corresponde a la que se ha considerado tradicionalmente. Es decir, hemos estado acostumbrados a la idea de que es necesario ahorrar para poder invertir. Pero en la realidad de una economía de producción monetaria la causalidad está invertida: es la inversión la que determina el ingreso y, por esa misma razón, el ahorro.
John Maynard Keynes fue el primero en tener la intuición de que con la inversión es la sociedad la que se otorga a sí misma una especie de crédito. Ese adelanto sirvió en el pasado para financiar guerras y hoy puede servir para financiar el desarrollo sustentable. Para controlar este enorme potencial es necesario preguntarnos si el enorme privilegio de crear moneda (poder de compra) debe estar en manos privadas con fines de lucro o si debería estar bajo alguna otra forma de control social y democrático.
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