El Mujica que La Habana espera
Escrito por Vladia Rubio/CubaSí
El querido y carismático uruguayo, expresidente de la nación austral, figurará entre los invitados especiales al Premio literario Casa de las Américas en La Habana, del 18 al 28 de enero.
Es probable que no quede ni un solo espacio libre en la sala Che Guevara de la Casa de las Américas, cuando en la tarde de este martes 26 José Mujica, actual senador uruguayo, de 80 años, dé inicio a la conferencia especial que se le invitó a impartir, como parte del programa por la edición 57 del premio literario Casa de las Américas.
Figuras como Mario Benedetti y Eduardo Galeano con anterioridad ya habían colmado ese espacio y ahora, parecen sobrar razones para que vuelva a ocurrir con la presencia de Pepe, como muchos suelen llamar cariñosamente y desde la admiración a esta figura ya antológica del presente latinoamericano.
Mujica viaja acompañado de su esposa, la también senadora uruguaya Lucía Topolansky, y también tomará parte en la conferencia «Con todos y para el bien de todos», organizada por la Oficina del Programa Martiano en Cuba.
A quien fuera guerrillero, prisionero político, y continúa siendo irreductible militante de izquierda, le rodean anécdotas y realidades que han tributado a la singularidad de su biografía.
Numerosos medios de prensa decidieron llamarle «el presidente más pobre del mundo» cuando estaba al frente de su país. Parece que razones había, al menos para ratificar su austeridad: no disponía de avión presidencial ni de autos de lujo fuertemente custodiados, tampoco vivía en el palacio de gobierno ni vestía costosos trajes confeccionados a la medida por conocidos sastres.
No era, es, una «pose» de este fundador del Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros, allá por los años 60. Con honestidad y mirando recto a los ojos del entrevistador, declaró en una oportunidad: «Mi manera de vivir es consecuencia del proceso de mi vida. He peleado hasta donde es posible por la igualdad y la equidad de los hombres».
El expresidente uruguayo en su valioso auto
Suele vérsele conduciendo, como igual hacía cuando era mandatario, su popular Volkswagen azul claro, de 1987, que infructuosamente un jeque árabe trató de comprarle en 2014 por un millón de dólares.
A propósito de esa propuesta, Mujica explicó en el portal digital de la Presidencia Uruguaya que «ese (el auto) nos lo regaló un puñado de amigos que hizo una colecta». Por eso «nunca podríamos venderlo, pues ofenderíamos a ese puñado de amigos que se juntó para hacernos el presente», agregó.
Junto a su esposa, que al igual que él se declara agricultora además de senadora, vive en una modesta, modestísima, casa en Rincón del Cerro, una zona rural de Montevideo.
En 2012, Pepe refirió que ganaba 12 mil 500 dólares mensuales como presidente, pero de ese monto donaba el 90 por ciento a causas sociales. «Con ese dinero me alcanza, tiene que alcanzarme, hay muchos uruguayos que viven con mucho menos», explicó sencillamente entonces.
Y con la misma sencillez también contesta a quien le pregunta que no usa Facebook, ni Twitter, ni correo electrónico, que su tiempo libre lo dedica a cultivar flores y hortalizas, siguiendo los pasos de su padre, quien fue un pequeño estanciero que cayó en quiebra y poco después murió, cuando Pepe tenía seis años.
Mujica, quien permaneció un total de 14 años preso, afirma que la austeridad es parte de una «lucha por la libertad». Quedó libre por una amnistía decretada en su país en 1985 y diez años después resultó electo diputado, luego senador, y en 2005 fue ministro de Ganadería y Agricultura del primer gobierno de la coalición de izquierda Frente Amplio.
Ganó la segunda vuelta de las presidenciales de noviembre de 2009 con 53% de votos.
Mujica, amigo de Cuba y defensor de la integración latinoamericana
En mayo de 2014, se reunió con Obama en la Casa Blanca y sin dorarle la píldora ni un poquito, cuestionó la postura imperial de tratar a Latinoamérica como su traspatio y exigió un trato de iguales. Además, insistió en la liberación de los cinco antiterroristas cubanos que en aquella fecha permanecían cumpliendo injustas condenas en cárceles norteamericanas.
«Los presidentes somos uno más, por qué tendríamos que vivir diferente? Debemos vivir con lo necesario, para no gastar la única riqueza que tenemos que es el tiempo de vida. Tener sirvientes, escoltas y choferes te ata y te quita libertad. Si tuviese sirvientes en casa, no podría levantarme en calzoncillos», ha declarado este carismático exmandatario, que pronto tendremos en tierra cubana.
Desde el aplauso o solo desde el callado gesto de asentimiento, agradeceremos su lección de buen latinoamericano, de hombre decente.
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