Tres razones por las que “Star Wars” representa un universo neoconservador
Michael Mckoy
Durante años, muchos fans y muchos críticos han considerado las películas de “Star Wars” [“La guerra de las galaxias”] como alegorías acerca de los peligros del Imperio Norteamericano. Su creador, George Lucas, ha declarado que la Guerra de Vietnam inspiró la trilogía original acerca de una rebelión de insurrectos presuntamente perdedores que derrota a un poderoso imperio tecnológicamente superior.
Las “precuelas” incluyen pullas a la administración de George W. Bush. El malvado canciller Palpatine utilizó como excusa ataques terroristas para centralizar cada vez más el poder, de una forma que recuerda a la Patriot Act. Anakin Skywalker, después de pasar al Lado Obscuro, le dijo a Obi-wan, “Si no estás conmigo, es que eres mi enemigo”, haciéndose eco de la declaración de Bush tras el 11 de septiembre “O estáis con nosotros o estáis con los terroristas”. Y la resonante ovación que obtuvo como respuesta puede haber inspirado la observación de la senadora Naboo de que la libertad muere “con una ovación cerrada”.
Muy recientemente, los trailers de “The Force Awakens” [“El despertar de la Fuerza”] parecían sugerir a muchos que se trataría de una fábula con moraleja acerca de las dificultades del cambio de régimen y la contrainsurgencia.
Varios neoconservadores han respondido a estos ataques implícitos al Imperio Norteamericano adhiriéndose al Imperio Galáctico. Jonathan Last, en un artículo en el Weekly Standard titulado “The Case for the Empire” [“Una defensa del imperio”], escribió: “Lucas confundió a los malos con los buenos. La lección profunda es la que el Imperio es bueno”. Sonny Bunch, en una columna del Washington Post, de¬ ende la destrucción de Alderaan como “la menos mala de todas las opciones disponibles”. No hace falta decir que hay otros que no están de acuerdo. Pero al igual que los rebeldes de Endor, los neoconservadores han caído en una trampa. Pese a lo que muchos piensan, “Star Wars” respalda de modo resonante varios principios promovidos desde hace mucho por los neoconservadores. He aquí tres.
El universo de Star Wars se divide explícitamente entre el bien y el mal
Si bien el “Star Wars” original era una reprimenda a la guerra de Norteamérica en Vietnam, también era una andanada contra lo que George Lucas consideraba como cinismo y ambigüedad moral del “Nuevo Hollywood”. “Star Wars” presentaba héroes valerosos que luchan contra toda esperanza contra los nazis del espacio que denominaban a su arma última “Estrella de la Muerte”. El primer avance publicitario del “El despertar de la Fuerza” incluye a un narrador al que no se ve, que proclama el permanente conflicto entre “el lado obscuro y la luz”.
Lucas consideraba “Star Wars” y su anterior
lm, “American Grafiti,” como cintas que volvían a prestar atención a tiempos más antiguos de claridad y simplicidad morales. Al igual que “Rocky” y “Jaws” [“Tiburón”], a estas películas se les reconoció el mérito o el baldón —dependiendo de la perspectiva que ustedes tengan — de acabar con la era posterior a Vietnam y el Watergate, y con el Nuevo Hollywood de películas moralmente desafiantes, si no cínicas, como “Taxi Driver,” “Chinatown” y “Dog Day Afternoon” [“Tarde de perros”], y marcaron el inicio de la edad del taquillazo.
Muchos halcones liberales de la era posterior a Vietnam compartían la perspectiva de Lucas. Rechazaban lo que consideraban como relativismo moral de la “nueva izquierda”, que trataba a los Estados Unidos y a la Unión Soviética como entes igualmente malvados. James Mann encuentra en esto la razón principal de que varios halcones liberales, entre ellos Jeanne Kirkpatrick y Paul Wolfowitz, se dejaran llevar del Partido Demócrata a la administración Reagan, adhiriéndose al remoquete de ‘neoconservadores’. Dieron la bienvenida a la creencia inequívoca de Reagan en la batalla entre la ‘ciudad de la colina’ norteamericana y el ‘imperio del mal’ soviético.
George W. Bush adoptó un lenguaje semejante, pero también eran reflejo de ello. Si Obi-wan creía que “Sólo Sith trafica con absolutos”, tenía que mirar al espejo (y buscar la palabra ‘ironía’). Para empezar, el deseo de traficar con absolutos fue una razón primordial por la que Lucas creó “Star Wars”.
Sólo la fuerza (¿la Fuerza?) puede derrotar al mal.
El compromiso lleva al desastre Los neoconservadores creen que sólo mediante la fuerza se puede derrotar a los dictadores malvados; el compromiso siempre acaba de mala manera. Según ellos, el compromiso aliado con Hitler y Mussolini llevó a la II Guerra Mundial; la fuerza de los Aliados condujo a la Victoria. El compromiso de Franklin D. Roosevelt con Stalin llevó a la división comunista de Europa. La inquebrantable actitud de Reagan condujo al derrumbe comunista. El rechazo de Bush padre a derrocar a Sadam llevó a una década innecesaria de opresión y sanciones ineficaces; la invasión de Bush hijo acabó con el régimen en materia de semanas.
Si bien hay muchos que hoy consideran un error la Guerra de Irak, los neoconservadores creen que el mayor error fue no enviar tropas suficientes y han criticado del mismo modo la política de Obama en Libia.
“Star Wars” cuenta una historia parecida. El compromiso de Anakin con el mal fue lo que en última instancia destruyó la primitiva República. Anakin está dispuesto a pasar por alto el deseo de poder ilimitado de Palpatine mientras Palpatine pueda salvar a su mujer, Padmé. Anakin pone de modo ingenuo y peligroso la vida de una persona — tres, si se cuenta a sus mellizos — por encima de la de millones en la galaxia con catastró_ cas consecuencias. Y con todo, Padmé muere.
Luke, sin embargo, se niega a llegar a un compromiso con el mal. En “El imperio contraataca”, Darth Vader suplica a su hijo que se pase al Lado Obscuro y “acabe con este conflicto destructivo”. Luke se niega rotundamente a ello. En “El retorno del Jedi”, Luke rechaza de nuevo los intentos de persuadirle del Emperador. Dos veces arriesga Luke la muerte antes que llegar a un compromiso con el mal, y por dos veces salva esto la galaxia.
“El despertar de la Fuerza” continúa esta lección, aunque este aspecto se ve complicado por la confusa relación entre la República, la Resistencia y la Primera Orden. Los libros publicados luego revelan que la Nueva República firma un acuerdo de paz con la Primera Orden naciente (¿‘paz en nuestro tiempo’? [lema del primer ministro británico Chamberlain tras el acuerdo de Munich en 1938]), en vez de destruir por completo todas sus fuerzas imperiales.
Sólo Leia reconoce la amenaza y pide a la República que ataque, es la Winston Churchill de Star Wars. Y a cambio de sus compromisos y medias tintas, Hosnian Prime, capital de la República, acaba como Alderaan. “Star Wars” no podía haber retratado mejor los miedos neoconservadores a un Irán nuclear.
Sentimientos encontrados respecto a la democracia misma
Ni los neoconservadores ni “Star Wars” acaban de decidir qué sentimientos tienen respecto a la democracia. Ambos aprecian exteriormente la democracia como ideal. La importancia de la “libertad” [“freedom” o “liberty”] fue un estribillo constante de las administraciones de Reagan y Bush padre. Los personajes de las “precuelas” mantienen de modo persistente que la democracia es la mejor forma de gobierno. Pero los acontecimientos sugieren otra cosa.
El corrupto e ineficaz Senado nada puede hacer por frenar la invasión de Naboo por parte de la Federación del Comercio. La reina Amidala declara a la cámara del Senado Galáctico: “¡No me eligieron para ver sufrir y morir a mi pueblo mientras debatís en un comité sobre esta invasión!”. La fuerza militar, y no el proceso democrático, es lo que libera Naboo, aunque fuerza militar no signifique en este caso más que un ejército de gunganos y un niño de diez años en piloto automático. Cuando Anakin le cuenta luego a Amidala que no funciona el sistema, ella discrepa con vehemencia, pero tiene dificultades para explicar por qué.
Los neoconservadores se muestran de modo semejante escépticos respeto a cuánta democracia funciona de veras cuando hay que enfrentarse a una amenaza. Jeanne Kirkpatrick sostuvo, en lo que llegó a conocerse como Doctrina Kirkpatrick, que las dictaduras de derechas suponían un baluarte mayor que un gobierno democrático contra insurgentes comunistas internos.
Esa es la razón por la que los neoconservadores apoyan la ocupación a largo plazo tras el derrocamiento de un régimen: para garantizar que los países lleguen a ser democracias estables y pronorteamericanas, en lugar de caer en manos de los comunistas o los islamistas. Jonathan Caverley sugiere que la inherente debilidad de las democracias es la razón misma por la que los neoconservadores apoyan su extensión en el extranjero, para mejor conservar a los Estados Unidos en una posición superior. Sea como sea, a la democracia se la considera como algo débil e indigno de confianza, y que requiere una sólida guía de los EE.UU.
Dicho de otro modo, a los neoconservadores no les hace falta abogar por el Imperio. La saga misma de “Star Wars” ya aboga ella misma por el imperio de la ‘ciudad sobre la colina’ norteamericana y no la de una galaxia muy muy lejana.
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