Mando único, proyecto vacío
Jorge Carrillo Olea
El mando único es una confesión de derrota y un acto desesperado. Por años de gobierno, en ejercicio sucesivo del poder, PAN y PRI fracasaron en la tarea de consolidar el municipio. En la ley, éste se creó para hacer una justa distribución del deber y del poder, abocados a conducir la vida comunal en todos sus ámbitos. Entre esos deberes y poderes está la facultad de proporcionar la seguridad pública.
Ante el fracaso de no poder crear un municipio con identidad firme, viable y definitiva, hoy se está proponiendo centralizar el poder mediante una acción efectista, tal como fue la Gendarmería o aquel decálogo post Ayotzinapa y otras ocurrencias y fracasos semejantes. La ocurrencia es del presidente Peña, con cierta oposición de PAN, PRD y un creciente número de presidentes municipales.
Hoy vemos que la discusión sobre la materia se da en un circo político en el que se debaten intereses partidistas y ambiciones personalistas sin responsabilidad con el futuro. Una simple expresión verbal, una sola frase como la del mando único, tan vacía como se observa, es una simulación más, no un verdadero proyecto. Lo que se demanda es un programa de gran futuro, de permanencia y reciedumbre creciente, destinado a estabilizar la vida comunitaria de una vez por todas y no una fantasía que apenas funcionaría.
Son ya casi 10 años (principios de Calderón) que el tema del mando único está en discusión. Inicialmente fue casi unánimemente rechazado, pero la ignorancia, indecisión o apatía de Calderón, posteriormente la de Peña y el agravamiento de la criminalidad, han llevado al extremo de tener que aceptar la derrota municipal y aplicar desesperadamente cualquier solución renunciando a la definitiva.
La presión de Peña en favor del mando único es sólo un recurso desesperado para salir del paso, no para buscar soluciones definitivas. No importa a sus promotores resolver un tema candente de una vez por todas. Muchos de ellos sólo lo apoyan por razones políticas de interés personal. Ni siquiera creen en él, como el discordante gobernador Eruviel Ávila, quien ayer como munícipe estaba en contra y hoy, siguiendo la onda a Peña, está en favor sólo porque se autoconcibe como precandidato a la Presidencia de la República.
Lo que les importa es montarse en el caballo del lucimiento y de paso huir de un gran embrollo. Hoy el gobierno federal y sus múltiples comparsas estatales proponen sacar un conejo de un sombrero, lucirse, hacerse ver como iluminados, creativos, mágicos.
Lo que no deja de sorprender es que tantas declaraciones irresponsables en favor del qué hacer, no se han ocupado por hacer explícito el cómo van a hacerlo. Parece que la fábula del conejo salido del sombrero es atinada. En la alharaca no se están considerando las consecuencias jurídicas de orden constitucional general y estatal, ni de leyes secundarias en materia orgánica, penal, laboral, incluido el tema esencial de la seguridad social para los policías.
Nadie ha planteado un programa, ni presupuesto ni cómo éste se financiaría. No se ve cómo sin educación ni nivelación de salarios y prestaciones se intentará profesionalizar la policía, fin último de esta engallada reforma. El estribillo de un mando único es sólo otro tema cosmético de Peña y de su elenco para salir del paso. Pocos, muy pocos creen con honestidad en ese engendro.
Nadie ha hablado de la unificación y compatibilidad de sistemas informáticos de mando y control. Nada se aclara sobre reglamentos que den poderío a la formación y conducta de los policías. No se expresa cómo se establecerán alojamientos hoy inexistentes, nada sobre instituciones para educación y entrenamiento. Entonces, el sombrero y el conejo invocados son una forma correcta de explicar la simulación como el método que quieren aplicar para crear la policía del futuro.
El déficit mayor de la propuesta es que carece de la definición de los varios perfiles profesionales de policía que el país y cada estado necesitan. Modelos de policías, no uno, sino varios, con un diseño específico y preciso para la organización, coordinación y el funcionamiento de cada una de las instituciones policiales y, sobre todo, con una visión y objetivos a corto, mediano y largo plazos para conformar policías profesionales, coordinadas y efectivas.
Estos temas, que vistos superficialmente parecerán menores, no lo son. Sencillamente, no es posible pensar en un sistema distinto en su existir, su actuar y su perfeccionamiento si estos temas domésticos no se resuelven.
Subsisten tres estigmas que han atado la superación nacional por décadas: la simulación, la corrupción y la impunidad. La propuesta de mando único, por vacía, irremediablemente apunta a las tres, empezando por su esencia: ¡¡Tráiganse el sombrero y el conejo, el mago ya está aquí!!
carrillooleajorge@gmail.com
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