La recaptura del Chapo por parte del gobierno de Peña Nieto junto con los delirios hollywoodenses y devaneos de faldas que signaron las jornadas del fugitivo sinaloense, han sepultado bajo titulares e imágenes de impacto la repercusión otra, y a plazo diferido, de la mediática detención de quien fuera uno de los criminales más buscados del mundo.
La difusión de la imagen en la que "el Chapo" Guzmán y el actor estadounidense Sean Penn se estrechan la mano ha preterido la certeza de que la misma bien pudiera sustituirse, mediante los recursos del Photoshop, por otra no menos icónica en la que el narcotraficante mexicano y el hoy secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, remeden la misma salutación. Porque la recaptura del "Chapo" Guzmán no solo coloca nuevamente tras las rejas al jefe del Cartel de Sinaloa, representa asimismo un vigoroso espaldarazo al candidato de cultivo del Partido Revolucionario Institucional (PRI) para las elecciones presidenciales del 2018 en México.
Tras dos sexenios con presidentes emanados del Partido Acción Nacional (PAN) en los que poco o nada se hizo para enfrentar el problema del narcotráfico (Vicente Fox, 2000-2006) o se improvisó una guerra frontal al mismo de cuestionables y sangrientos resultados (Felipe Calderón, 2006-2012), durante la presidencia de Enrique Peña Nieto (2012-2018) se ha logrado capturar o abatir a notorias figuras del crimen organizado en México, entre ellas Servando Gómez Martínez, "la Tuta", líder de la Familia Michoacana; Vicente Carrillo Fuentes, "el Viceroy", líder del Cartel de los Carrillo Fuentes; Héctor Beltrán Leyva, capo del cartel de los Hermanos Beltrán Leyva; Luis Fernando Sánchez Arellano, máximo dirigente del Cartel de Tijuana, y Miguel Ángel Treviño Morales, "el Z-40", líder del Cartel de Los Zetas, por tan sólo mencionar unos pocos. Cierto que el entramado financiero del narcotráfico y su poder corruptor se mantienen intactos —como lo prueban las dos espectaculares fugas del "Chapo" Guzmán de penales de máxima seguridad-, pero los severos golpes infligidos al narco no se le pueden escamotear al actual gobierno priista, mucho menos el capital político que le reditúan tales acciones.
Tema: Caso del Chapo Guzmán
Parece evidente que si la espectacular fuga del "Chapo" Guzmán del penal del Altiplano el 11 de julio de 2015 no llevó en su momento a la remoción del secretario de Gobernación, la reaprehensión del narcotraficante y su eventual extradición a Estados Unidos encumbra a Osorio Chong hasta volverlo prácticamente inalcanzable por cualquier otro candidato en hibernación del PRI. Ello desde un 2016 que en el calendario político mexicano se perfila como el año en que se definirán más claramente los contendientes por la sucesión presidencial, aquellos que escoltarán en las boletas electorales a los dos nombres ya inscritos extraoficialmente: el referido candidato priista y el sempiterno aspirante de la izquierda mexicana, Andrés Manuel López Obrador.
Si de cara al 2018, el actual secretario de Gobernación, como en los tiempos del viejo PRI, cuenta con el apoyo de un presidente en funciones que en curiosa paradoja le ha allanado el camino al poner de relieve —al menos por contraste- que en materia de seguridad el priismo sí garantiza resultados, López Obrador, por su parte, contará con un aliado de ocasión en la figura del papa Francisco, quien estará en México del 12 al 17 de febrero de este año en visita pastoral. Toda vez que "los caminos del Señor son inescrutable", las soflamas antiglobalizadoras de López Obrador se verán sin dudas respaldadas por el discurso de parejo signo que maneja el sumo pontífice de la Iglesia católica, quien si bien no denigra la actividad empresarial,a la que define como "una noble vocación orientada a producir riqueza y a mejorar el mundo" también tiene muy claro que "una sociedad perdura cuando busca, como vocación, satisfacer las necesidades comunes al estimular el desarrollo de todos sus miembros, especialmente de aquellos en situación de mayor vulnerabilidad".
Como el avezado político que es, López Obrador sabe que la economía será el reto a vencer por los dos únicos candidatos con peso real en las urnas. De ahí que la carta que le entregara al Papa Francisco el 14 de octubre de 2015 durante la Audiencia General realizada ese día en la Plaza de San Pedro, en el Vaticano, no sólo pueda verse como una exposición de razones ante una figura por cuyo liderazgo confiesa tener una "profunda admiración", sino también un testimonio de los principios de transformación y renovación social que conforman su ideario político, dirigidos los mismos tanto al Pastor vaticano por su anunciada visita como a los "corderos de Dios" que en el 2018, en México, ejercerán su terrenal derecho al voto para elegir presidente. Dice en ella (y adviértanse las coincidencias con el discurso papal):
"(…)Este cambio de régimen lo estamos impulsando por la vía pacífica y electoral, convenciendo, incluso, a los adinerados de no dar la espalda a los que sufren, bajo la premisa de que solo siendo buenos podemos ser felices, y de que por el bien de todos, primero los pobres (…)".
Lejos se avizora, y como entre brumas, el 2018 mexicano, aunque desde ya se percibe el fragor rumoroso de las agitadas jornadas electorales. Hay tiempo hasta entonces para que aparezcan nuevos nombres o para que el acontecer nacional le fije rumbos vírgenes al electorado, pero es incuestionable la certidumbre de que a la fecha no se vislumbra ningún otro candidato que pueda ofrecer competencia a tan aventajados contendientes. Ni a ellos, ni a sus circunstanciales y famosos padrinos.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK
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