Siria y el camino a la guerra mundial
Ángel Guerra Cabrera
El tercer veto de Rusia y China en el Consejo de Seguridad(CS) de la
ONU al intento intervencionista de la OTAN en Siria ha dado pie a un coro de
moralinas de Hillary Clinton y sus homólogos occidentales contra ambas
potencias. Moscú y Pekín son insensibles al sufrimiento del pueblo sirio,
alegan, y se rasgan las vestiduras con la hipocresía inherente a las elites
gobernantes anglosajona y gala. Como si no fuera Estados Unidos quien con la
mano en la cintura ha ejercido el veto alrededor de 60 veces en contra de los
derechos del martirizado pueblo palestino y a favor de perpetuar la ocupación
israelí. Por cierto, a juzgar por la borrachera liberal de algunos intelectuales
en tiempos recientes parecería que la lucha contra el imperialismo y el
colonialismo y, por consiguiente, liberar a Palestina del yugo sionista, ha
dejado de ser el referente principal del movimiento de liberación árabe. ¿De qué
se trata? ¿De romper el cemento que durante décadas unió a todos los patriotas y
revolucionarios árabes?
Al mismo tiempo, en el colmo de la desvergüenza, el eje
Washington-Londres-París parecería –como en Libia– compartir el lecho con Al
Qaeda, de cuyo protagonismo en la
liberaciónde Siria llegan cada vez más indicios. Este dato lleva a pensar que la organización terrorista fundada por Osama Bin Laden y sus similares será actor señero en el magno proyecto de restructuración del gran Medio Oriente diseñado por Estados Unidos e Israel. Desde los primeros años de la ocupación de Irak era pregunta obligada cómo fue que de buenas a primeras apareció allí en escena la organización responsable de los atentados del 11/S, se convirtió en el verdugo de la mayoritaria comunidad chiíta y pieza fundamental de la guerra sectaria. Hoy vemos que esa guerra se ha extendido a Siria, vuelve a tomar fuerza en Irak, amenaza con pasar a Líbano y devorar con sus llamas a todo el mundo árabe. Pero es la de Washington la mano que mece la cuna.
El periodista francés Thierry Meyssan reportó desde Damasco que elementos de
Al Qaeda de distintos países árabes combatían en la ciudad, armados y
financiados por –quién va a ser– las monarquías de Arabia Saudita y Qatar, ambas
partidarias del predominio del Islam sunita y por eso mismo enemigas de los
gobiernos de Siria e Irán. A la vez, reclutas del llamado Ejército Sirio Libre y
de organizaciones integristas han sido entrenados en Líbano y Turquía, y en este
país funciona el puesto de comando de la CIA y otros servicios secretos
occidentales que dirige las operaciones militares contra el gobierno de Bashar
Assad. Existen testimonios creíbles de crímenes cometidos contra la población
civil y las minorías religiosas por bandas armadas infiltradas en Siria. Pero al
sectarismo religioso se aúna que todas las monarquías árabes, sean las del
Golfo, la jordana o la marroquí, son serviles a Estados Unidos y también por esa
razón coinciden en la finalidad del cambio de régimen en Damasco y Teherán, como
en el de destruir la resistencia patriótica libanesa articulada en torno de
Hezbolá.
Las demandas legítimas de importantes sectores de la población siria deben
ser tomadas en cuenta y atendidas, pero si Assad ha mostrado voluntad política
de escucharlas, realizar reformas y abrirse a un régimen multipartidista, ¿por
qué Estados Unidos y sus socios se han negado tozudamente a favorecer las
condiciones para que ese proceso prospere? Al contrario, fomentan un día sí y
otro también la violencia y el cambio de régimen, que conduce al caos, la
anarquía y a un mayor derramamiento de sangre. Esto es lo que diferencia su
postura de la china y rusa, partidaria de una solución política en Siria y entre
sirios. El presidente de Rusia, Vladimir Putin, ha advertido que si son
desplazadas las actuales autoridades de Damasco por la llamada oposición armada,
comenzará una guerra civil que
nadie sabe cuándo terminará.
Estados Unidos se ha negado a que el CS condene las recientes acciones
terroristas en Siria y en boca de su embajadora en la ONU, Susan Rice, no sólo
las ha justificado sino alentado, lo que llevó al ponderado canciller ruso
Seguei Lavrov a afirmar que Washington está apoyando al terrorismo en el país
árabe. El derrocamiento del gobierno sirio, sea mediante la desestabilización o
con una intervención militar de la OTAN, rompería catastróficamente el precario
equilibrio geopolítico internacional. Abriría el camino del imperialismo hacia
Teherán y a la guerra mundial.
Twitter: aguerraguerra
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