Calderón:
el golpe militar
PorJorge Camil
Comenzó a desarrollarse
frente a nosotros en diciembre de 2006, pero nadie supo leer entre líneas. Todo
parecía normal. Se trataba de un propósito tan inocente y meritorio como
"mantener las drogas fuera del alcance de nuestros hijos". Un
programa de salud pública de tipo preventivo; el programa de un presidente que
se decía humanista y veía en los ojos de los suyos el peligro que acechaba a
los demás. Como no se reveló el verdadero propósito nadie exigió cifras:
cuántos efectivos de uno y otro bandos; qué tipo de armas y qué poder de fuego.
Jamás se dijo cuál sería la duración del "programa". Tampoco había
forma de medir el desempeño ni conocer la estrategia de salida. Nos sometimos a
la lógica del poder. Tenía apariencia de ser sólo un golpe mediático, un
quinazo, como se conoce el golpe de timón de otro presidente que 18 años antes
había intentado "legitimarse en el ejercicio".
Hubo protestas cuando nos enteramos de que la
tarea se le había confiado a las fuerzas armadas. Nos pareció excesivo y
peligroso involucrar al Ejército. A nuestro ejército de paz, que después de la
Revolución estuvo acuartelado hasta octubre de 68, cuando en la noche de
Tlatelolco otro presidente autoritario lo sacó a "pacificar"
estudiantes que amenazaban "sus" Juegos Olímpicos. Los doblegó con la
paz de los sepulcros. En aquel entonces se especuló, bajo ese manto de misterio
que rodeaba las cosas oficiales, que habían sido 2 o 3 mil muertos: ¡una
tragedia nacional!
Pero ahora son 60 mil muertos, miles de
torturados y 10 mil desaparecidos. Hoy tenemos más de 50 mil miembros de las
fuerzas armadas (la mitad del Ejército) desplegados en pie de guerra en el
territorio nacional "conquistando" territorios perdidos. Hoy, en
plena campaña para conservar el poder, nos enteramos de que mientras dormíamos
el Presidente salvó la República.
Con saltos mortales que aumentaban cada vez
más el nivel de peligro, y sin oposición alguna, pasamos de "salvar a
nuestros hijos" a declarar una “guerra contra el narco” condenada al
fracaso. Hasta que en 2008 supimos por boca de Calderón, muy a pesar suyo, que
acusábamos síntomas de "Estado fallido". Pretendió justificar la
barbarie revelando en Madrid que el narco controlaba territorios, vendía protección,
recaudaba impuestos y retaba al Estado en poder de fuego. Después, la
Secretaría de la Defensa reconoció que el narco "había puesto en riesgo la
viabilidad del Estado".
Frente a los mexicanos la justificación ha
sido la extradición de un puñado de narcos. Con eso olvidamos la lección de
Colombia, donde la violencia descarnada y los ataques a la población civil se
magnificaron cuando el gobierno decidió extraditar narcos; cuando Colombia se
involucró en una guerra que era de Estados Unidos y ahora es nuestra.
Enfrentados al fracaso cambiamos de rumbo; olvidamos al narcotráfico y lanzamos
una guerra contra "la delincuencia organizada". Eso era mediático y
permitía continuar con igual estrategia y el mismo número de tropas para
controlar el territorio.
Si es cierto que mientras dormíamos Calderón
"salvó a la República", también es cierto que en algún momento dio un
golpe militar con el consentimiento de las fuerzas armadas. Ningún país
civilista con instituciones democráticas tiene desplegado en pie de guerra a la
mitad del ejército en su propio territorio. El mandatario es, y se siente,
verdadero comandante en jefe. Asume su papel, y actúa en todo momento sabiendo
que no se opondrán a sus designios ni los ciudadanos ni los secretarios de
Defensa y Marina.
Conforme pasa el tiempo se amplia el universo
confuso del quehacer oficial. Ahora estamos inmersos en una guerra civil en un
país sostenido por las fuerzas armadas. Por orgullo personal Calderón no
instala el "estado de excepción". Sería reconocer que somos un
"Estado fallido". El tema es tan explosivo que ninguno de los
candidatos toca al Ejército ni se atreve a comentar lo que debería ser tema
central de las campañas. Nadie quiere provocar un rompimiento con el poder
militar, que se ha vuelto cada día más "expresivo"
(http://bit.ly/mSsWCu). Los candidatos evadieron el tema en el debate y usan
eufemismos. Hablan de "cambiar la estrategia".
Frustrado por el fracaso de
su "guerra" y asesorado por funcionarios inexpertos, Calderón se echó
en brazos del aparato militar de Estados Unidos. Comprometiendo nuestra
soberanía aceptó que intervinieran la DEA, la CIA, el Pentágono y la junta de
jefes del estado mayor de Estados Unidos. Permitió el sobrevuelo de aviones no
tripulados y llegó a acuerdos que nos convierten en pieza clave para la
seguridad territorial de ese país. The New York Times afirma que con el dinero,
equipo y personal invertidos en México jamás aceptarían un cambio de estrategia
con el nuevo gobierno (http://bit.ly/sUBjSx).
Luis Prados describió en El País el dilema que
enfrenta el Ejército Mexicano: merced a la "guerra" de Calderón
adquirió fuerza propia y se independizó de la presidencia, pero al mismo tiempo
ha perdido imagen. El autor llama a ese problema "la Revolución pendiente
del Ejército Mexicano" (http://bit.ly/Jb2q5p).
Fuente:
http://www.jornada.unam.mx/2012/05/11/opinion/020a1pol
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