Siria: Moscú y Pekín frenan a Washington
Ángel Guerra Cabrera
La arremetida subversiva contra Siria del último año y medio se
inserta en un plan estadunidense mucho más abarcador que conviene recapitular.
Recuérdese la previa demolición de Libia y el linchamiento de su líder llevados
a cabo igualmente por la OTAN, los monarcas de Arabia Saudita y Qatar y demás
tiranuelos del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG). Éstos se mueren de miedo
ante la posibilidad de que traspasen sus fronteras los aires de rebelión popular
árabe, y por eso aplastan a sangre y fuego la de Bahrein, de la que no se habla
en los medios corporativos.
En la euforia belicista posterior al 11/S, George W. Bush pronunció
aquella sentencia marcial: los que no están con nosotros están contra nosotros.
Ella corría parejo con el proyecto neoconservador de restructuración del Gran
Medio Oriente y de instaurar un Estado policial mundial que preservara la ya
precaria hegemonía de la superpotencia, aprovechándose del clima sicológico
creado por los atentados terroristas y su conveniente manejo mediático para
justificar las guerras coloniales contra Afganistán e Irak. La citada
restructuración se proponía el control por Washington del petróleo, el gas y el
agua en un arco que comprende desde el norte de África, pasando por la península
Arábiga y el golfo Pérsico, hasta Afganistán y Paquistán. Como complemento,
dominar la infraestructura de ductos y vías marítimas principales. El plan
permitiría también rodear de bases militares a Rusia y China, como en efecto
hicieron.
Ello exigía el desarrollo de varias guerras, abiertas o encubiertas, con el
despliegue de importantes fuerzas y medios militares, así como acciones
subversivas para acabar con todos los gobiernos y fuerzas populares de esa
región que opusieran algún grado de resistencia al dominio imperialista. Como
apoyos en la aventura Estados Unidos contaba con sus complacientes socios
europeos y una colección de marionetas de distintas latitudes, con los que ocupó
Afganistán e Irak. En la retaguardia disponía de todas las facilidades a cargo
del CCG, devenido hace dos años en alma de la contrarrevolución árabe. Mientras,
para mantener a los palestinos enjaulados, perseguidos, acosados y continuar
privándolos de sus ya disminuidos territorios y fuentes de agua allí estaba su
aliado consentido, Israel, al que convirtió en gran potencia nuclear. Pese a
ello, la supuesta invencibilidad militar del ejército sionista fue puesta en
solfa por la resistencia patriótica libanesa de Hezbolá, que lo ha derrotado dos
veces (2000 y 2006); y los palestinos no han descansado un día en su
resistencia.
Obama, es evidente, ha sido un fiel continuador de la política exterior de
Bush. Aunque se viera obligado a una humillante retirada de Irak y difícilmente
se libre de una derrota vergonzosa en Afganistán, ha extendido una guerra de
baja intensidad contra Paquistán, Yemen y Somalia, al tiempo que participado
activamente en las operaciones contra Libia y ahora en el sangriento intento de
cambio de régimen en Siria. Curiosamente, en ambos países los aliados
principales de la OTAN han sido bandas terroristas sectarias, algunas vinculadas
a Al Qaeda, armadas por el CCG y entrenadas y apoyadas por la CIA y grupos de
operaciones especiales ingleses y franceses. Es el caso del llamado Ejército
Sirio Libre. Por Damasco se llega a Teherán, pletórico de hidrocarburos y serio
obstáculo a los planes de dominación yanqui en la zona. Las aventuras contra
Libia y Siria se han caracterizado por una desvergonzada participación de los
medios, que, fabricando protestas, matanzas y desenlaces falsos desempeñan una función cada vez más decisiva en los planes del Pentágono.
Ahora bien, lo que ha impedido una intervención militar abierta en Siria
–aparte de su indudable capacidad militar– es la firme oposición de Rusia y
China, que han trabajado arduamente a favor de una salida política del
conflicto. Es por ello que
Occidentese ha visto obligado a aceptar a regañadientes que el mediador Kofi Annan involucre a Irán e Irak en el diálogo para buscar una solución negociada. Al parecer, un ataque a Siria o a Irán deberá esperar ahora a que pasen las elecciones en Estados Unidos. Pero ya hay una lección importante y es que Washington y sus aliados no pueden actuar como si Rusia y China no existieran, sin contar con otras fuerzas que, sin ser superpotencias, también disponen de la voluntad y capacidad de oponérseles.
Twitter: aguerraguerra
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