Redes de la libertad
Autor Nonoy.
Porfirio Muñoz Ledo / Por Esto! /29/05/2012
La restauración del antiguo régimen que parecía inevitable hasta hace unos días, requería mantener la complicidad entre los imperios mediáticos, los dueños del dinero y sus empleados políticos. Sostenerse como encomenderos de la conciencia pública y permitirse inclusive la humillación de los partidos por la imposición de candidatos impresentables que compran curules como títulos de nobleza.
Ocurrió lo inesperado, apareció en escena un actor que no estaba invitado: la protesta juvenil, cuya importancia potencial era evidente pero ignorada.
Los estudiantes interrogaban en las universidades ¿cuál es nuestro papel en la elección? ¿Catorce millones de jóvenes podemos cambiar el país el 14 de julio? Nunca tuvimos respuesta suficiente. Imposible aconsejarles incorporación a los partidos políticos: sólo quedaba explicar las opciones históricas que están en juego y llamar a la movilización de las conciencias.
Los estudiantes interrogaban en las universidades ¿cuál es nuestro papel en la elección? ¿Catorce millones de jóvenes podemos cambiar el país el 14 de julio? Nunca tuvimos respuesta suficiente. Imposible aconsejarles incorporación a los partidos políticos: sólo quedaba explicar las opciones históricas que están en juego y llamar a la movilización de las conciencias.
Solía decirse: precipitemos como en 1988 la ruptura social. Las plazas, las calles y ahora las redes sociales son los verdaderos escenarios de la transición política. Los procesos electorales sólo las culminan y frecuentemente las traicionan. Todo cambio histórico se resume en la inclusión de los excluidos, pero adquiere un sentido de reinvención cuando el salto es generacional.
La paradoja de esta primavera es la participación de los marginados. Acceso aunque precario a la educación, iniciaciones culturales, disposición de medios electrónicos, conciencia comunitaria en tiempo real y capacidad para descubrir una realidad que los tiempos oficiales ocultan.
Los jóvenes mexicanos están en el desamparo, pero no aceptan la negación, viven la angustia de un futuro prometido que nunca llegará. Hijos de los sin-nombre despliegan una conmovedora fraternidad. No se enfrentan a la dictadura sino a la simulación. Sin saberlo han asumido la crítica de la izquierda sobre el ciclo neoliberal y la derrota del estado nacional.
Sufren la disolución de la autoridad pública y la suplantación de la cultura por la publicidad. Un continuo de necesidades básicas no cubiertas, comenzando por la alimentación y los afectos familiares. Un presente intenso sin la posibilidad genética de parir un porvenir deseable.
Se trata de un movimiento pluriclasista y nacional, que no se disipa en la búsqueda de liderazgos efímeros. Carece de las bases teóricas para formular un programa político, tienen sin embargo, la determinación de modificar el futuro. Han hecho posible el surgimiento de una sociedad vigilante a través de teléfonos, cámaras, computadoras y diálogos que multiplican las vías de percepción y nos dan acceso al rostro desnudo del abuso y la injusticia. “La verdad os hará libres” dirían los clásicos; pero sólo proyectos consecuentes podrían incidir en la transformación social.
Los nuevos movimientos no sólo expresan reclamo sino que asumen la responsabilidad de cambiar las cosas. Su virtud será la concreción. Encontrar el Muro de Berlín de esta circunstancia es el desafío, hasta hoy han logrado colocar en el centro del debate la concentración del poder por los gigantes de la televisión.
La falsificación del mundo cotidiano y por tanto la mentira sobre el porvenir; en el trasfondo la supremacía de los poderes fácticos sobre las instituciones públicas y el imperio galopante de la superficialidad como antídoto de la moral social.
Devolver la política a los ciudadanos es el objetivo. Ello requiere de reformas de Estado planteadas hace lustros y a las que ha faltado el apoyo del estamento político. Cuando escribí hace dos años sobre “La vía radical para refundar la república” no estaba invocando la lógica de las armas, ni menos las revueltas convencionales que se resuelven en nuevos caudillismos. Dejé claro que la única solución accesible para nuestro país es la movilización de las conciencias, capaz de conducir a un ensanchamiento sustantivo del poder ciudadano. Espero que la hazaña de los jóvenes pueda marcar el inicio de esa era.
Nos toca aceptar con modestia el intercambio de los proyectos y la sinceridad de la experiencia. Nada es hoy más digno que volver a ser maestro. Invito a todos mis jóvenes amigos de la república a discutir en los escenarios posibles los métodos constitucionales y políticos para que en México consumen su verdadera independencia a través de la liberación mediática.
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