La proeza que solo pudo hacer el hombre más odiado de México
El héroe o villano consumado en la historia mexicana se llama –o ¿se llamó?- Porfirio Díaz. La patria primero lo elevó a prócer. La historia estatal después lo degradó a villano pues frente a él se alzó la revolución y estábamos en los gobiernos, y en el partido, de la revolución.
Contra los que piensan que fue un soldadote –heroico y todo pero finalmente un militar-, hay que decir que estudió latín y cursó sus buenos años de filosofía, como otro oaxaqueño, Juárez. Ambos tuvieron sus inicios en aquella clase de estudios que era la opción para quienes querían prepararse y la impartían los seminarios. Complementa los estudios humanistas del personaje su carrera de derecho.
Lo que no se puede negar
El general goza de un reconocimiento que cualquier exmandatario le envidiaría. Es éste: sus obras se ven y se sabe cuáles son.
La economía de su régimen sorteó la crisis que se veía inevitable por la continua inestabilidad del gobierno. Hubo todo tipo de estrategias: alejamiento para después volver a acercarse a Estados Unidos, apertura a Europa, inversiones, opción por el oro, la ingeniería financiera de lo ferroviario: una especie de geopolítica económica. Resultados: superávit, una paridad peso-dólar muy diferente a la actual, incremento de las exportaciones, paz social pero, no se puede negar, agudizamiento de los contrastes sociales: la carga del enriquecimiento y la alta productividad la llevaron el pobre y el explotado.
En cuanto al ejemplo del ferrocarril como perla de su administración, reiterado hasta la saciedad cuando se trata de hacer justicia al caudillo, digamos que así como hay quienes lo consideran el detonador del progreso nacional hay quienes ven que su gran impacto fue imposible de asimilar en algunas comunidades. Lo inobjetable es que la red fue verdaderamente eso: una auténtica red que cubrió al país. Hoy es un medio que se quiere revivir, vistas sus incomparables virtudes, luego del desmantelamiento sufrido.
Reconocidos el manejo de la economía y las bellezas arquitectónicas que nos dejó da sin embargo la impresión de que cierta herencia porfírica escapa a la conciencia histórica de la gente. ¿Cuál?, ¿por qué?
¿Por qué? ¡Quién sabe! ¿Cuál?: aquélla que incluye instalaciones pero además instituciones, el Hospital General y la Universidad Nacional. Compiten en importancia.
El hospital nació como hospital, en vez de una casona acondicionada como lo fueron antes los nosocomios. En su inauguración –donde por cierto Amado Nervo leyó un poema-, el doctor Eduardo Liceaga postuló puntualmente que no se trataba de un edificio sino de una institución. Se cumplieron sus palabras pues se puede decir -para acabar pronto- que ahí, o con profesionales salidos de ahí, se ha forjado la medicina mexicana.
Toda vez que la educación superior para la Iglesia tomó su lugar propio en la Universidad Pontificia (1895), se creó, dándole también su lugar específico, la Universidad Nacional de México en el que fue el acto verdaderamente trascendente de las conmemoraciones de la independencia nacional y que –ése sí- se conserva hasta nuestros días con sus incalculables aportes, un sinnúmero de ramificaciones, centros por todo el país e incluso fuera de él y, ante todo, egresados que hacen, a diario, historia.
Díaz y la democracia
Se señala a Díaz por eternizarse en el poder y por ello se le combatió (es decir: no por corrupto, no por enriquecimiento personal, no por endeudar al país, no, incluso, por represor). La lucha en principio fue política pero pacífica, luego sería violenta. Él mismo provocó ambas formas de atacar su gestión, pues en la entrevista concedida a un medio estadounidense quién sabe pensando en qué dijo que México ya estaba maduro para la democracia. Muchos entendieron o quisieron entender las célebres declaraciones como una invitación a buscar la presidencia, impulsaron el cambio electoral, mas en los siguientes sufragios, en medio de trampas, el dictador vuelve a ganar; entonces sí estalló la revolución.
Díaz se había enfrentado a Juárez porque quiso reelegirse otra vez y además bajo comicios sucios, enarbolando Porfirio el principio de la no reelección; por lo mismo se enfrentó a Lerdo. Y Madero, por lo mismísimo, combatiría al propio Díaz.
Asomándonos a algunos datos suyos…
Casó dos veces; la primera de ellas con una sobrina. Cuatro de los hijos tenidos con ella murieron a temprana edad (según el historiador Alejandro Rosas, pues otros mencionan incluso varios hijos fallecidos más). Carmen Romero Rubio y Castelló fue su segunda esposa, 34 años menor que él. Más adelante el presidente nombraría a su suegro, Manuel, secretario de Gobernación. En uno de sus tan sonados cumpleaños, recibió entre los regalos el sombrero que portaba Hidalgo cuando fue detenido y una copia “por mano” de Morelos del Evangelio de san Juan.
Dijo Porfirio Díaz Mori:
- Por fortuna, la paz es ya el medio natural en que vivimos: forma la convicción del pueblo mexicano, es la aspiración de todos y está sostenida por las escuelas, los ferrocarriles, las fábricas, los bancos y la actividad industrial, así como por el bienestar de las clases sociales. Pero si, contra estas previsiones, ocurre alguna perturbación del orden público, como puede acontecer en cualquier país civilizado, tiene el Gobierno los elementos necesarios para combatirla en el acto (…)
- (…) ningún ciudadano se imponga y perpetúe en el poder y esta será la última revolución.(Expresado cuando se opuso a una reelección de Juárez. Plan de La Noria).
– Yo debo avisar a usted que la amo. Comprendo que sin una imperdonable presunción no puedo esperar que en el ánimo de usted pese otro tanto, y por eso no se lo pregunto (....) (Así se declaró, por escrito, a Carmen).
- (…) vengo ante la Suprema Representación de la Nación a dimitir sin reserva el encargo de Presidente constitucional de la República, (…) y lo hago con tanta más razón, cuando que para retenerlo sería necesario seguir derramando sangre mexicana, abatiendo el crédito de la Nación, derrochando sus riquezas, segando sus fuentes y exponiendo su política a conflictos internacionales.
El vals de los tiempos de Don Porfirio
“Sobre las olas”. El autor de este vals, Juventino Rosas, compuso también “Carmen”, en honor a la primera dama. (Versión incluida por ejecutarla una de las cinco mejores orquestas sinfónicas del mundo).
La estatua de la discordia
Develación, por el alcalde Juan Manuel Diez, del monumento a Porfirio Díaz en Orizaba, Ver., el 1 de septiembre de este 2015. Han pasado más de 100 años y pese a todo, sigue siendo uno de los más grandes villanos a nivel nacional.
No hay comentarios:
Publicar un comentario