Wikileaks y los archivos de América Latina
Julian Assange, en imagen de archivoFoto
Reuters
Peter Kornbluh
Periódico La Jornada
Sábado 11 de agosto de 2012, p. 36
Sábado 11 de agosto de 2012, p. 36
El sitio Wikileaks publicó un comunicado para anunciar que
su fundador, Julian Assange, había contratado al célebre magistrado
internacional en derechos humanos, el juez español Baltasar Garzón, para liderar
su defensa contra la extradición a Suecia.
Garzón, que pasó más de un año, a finales de la década de 1990, intentando
obtener la extradición del general Augusto Pinochet de Inglaterra a España por
delitos de lesa humanidad, publicó un comunicado en el que calificó las
acusaciones contra Assange de supuesto abuso sexual como
arbitrarias y carentes de fundamentos, y declaró:
Hay una clara intencionalidad política detrás de este juicio, lo cual explica su situación actual.
Garzón se reunió recientemente con Assange en la embajada de Ecuador en
Londres, donde espera que el gobierno de Rafael Correa se decida a darle
asilo.
Precisamente a finales de junio la cara visible de Wikileaks ingresó
en ese edificio diplomático buscando refugio para evitar su extradición a
Suecia, donde lo acusan por un supuesto abuso sexual. Si el gobierno de Correa
acepta su pedido, Assange se convertirá en residente de América Latina, donde el
tesoro de cables del Departamento de Estado estadunidense que él diseminó
estratégicamente ha generado cientos de titulares desde México hasta el Cono
Sur.
El Cablegate –como fueron denominadas las revelaciones– tuvo un
grado de impacto diferente en cada nación latinoamericana, en áreas como la
política, los medios y el debate público sobre la transparencia y la
responsabilidad gubernamental. En dos países forzó la partida del embajador
estadunidense; en otro, ayudó a cambiar el curso de una elección
presidencial.
En algunas naciones los documentos revelaron el nivel de la influencia
estadunidense en los asuntos internos; en otros, detallaron actividades
criminales y corrupción en los países huéspedes.
En muchos países, los cables revelaron el desfile de la élite política,
cultural y hasta mediática que divulgó información –o chismes– a los
funcionarios de la embajada estadunidense sin sospechar jamás que sus diálogos
se volverían titulares de los diarios.
Estados Unidos fue agasajado con una lección de educación cívica en el arte
de la delación. Y los ciudadanos estadunidenses también observaron el abismo de
nuestros lazos regionales y bilaterales. Un año después, cuando las aguas del
fenómeno Wikileaks se han aquietado en América Latina, parece adecuado
evaluar –centrando la atención en las experiencias de Brasil, México y Colombia–
qué consecuencias dejó la mayor filtración de documentos de la historia.
Efecto mariposa
Aunque al principio Julian Assange ofreció los cables a cuatro
grandes agencias de noticias europeas, siempre intentó distribuir los documentos
más allá de los organismos de noticias del norte. América Latina era la región
perfecta para generar conmoción con esos archivos.
Históricamente, el
coloso del norteha ejercido una imperiosa –si no imperial– influencia económica, militar y política en su
patio trasero. Ese pasado intervencionista creó el deseo de obtener revelaciones sobre las verdades ocultas de las políticas y las operaciones estadunidenses.
La década cubierta por la mayoría de los cables, de 2000 a 2010, también
abarcó grandes cambios en la región y en la relación entre Estados Unidos y
América Latina: el ascenso de Hugo Chávez en Venezuela y el renacimiento de la
izquierda populista; la llegada del Plan Colombia; la emergencia de Brasil como
potencia mundial; la disputada elección de 2006 en México; la transferencia del
poder de Fidel a Raúl Castro en Cuba, y el golpe en Honduras, de junio de
2009.
Además, un creciente número de naciones aprobó leyes de libertad de
expresión, reflejando el interés popular del acceso a los documentos oficiales y
el derecho a saber que Assange deseaba promover. Como explicó en una entrevista
con la revista Semana en Bogotá, Wikileaks es una
organización que se opone al abuso del secreto por parte de los gobiernos.
En noviembre de 2010, Assange invitó a varios periodistas, como la brasileña
Natalia Viana, para ir a Londres y trabajar en un plan de diseminación regional.
Wikileaks seleccionó medios de comunicación de casi todos los países
latinoamericanos: La Jornada en México, Página/12 en
Argentina, El Comercio y luego IDL-Reporteros en Perú, el
diario El Espectador y la revista Semana en Colombia, El
Faro en El Salvador y CIPER, el centro de periodismo de investigación de
Internet en Chile, entre otros.
Los periodistas de cada grupo mediático fueron invitados a encuentros
furtivos en Londres. En la sede de Wikileaks, les dieron un
pendrive con archivos encriptados; cuando volvieron sanos y salvos a
sus países, recibieron un código para desencriptar la colección.
No lo podía creer, recuerda Santiago O’Donnell, editor de la sección de internacionales de Página/12.
Eran 2 mil 500 cables desde y para la embajada de Estados Unidos en Buenos Aires, todos organizados en una hoja de cálculo de Excel.
De los 250 mil cables diplomáticos que Bradley Manning, la fuente de
Wikileaks, descargó de la base militar de Estados Unidos en Irak, unos
30 mil 386 viajaron hacia o desde embajadas y consulados en América Latina. Más
de la mitad eran cables sin clasificar o de
distribución limitaday estaban relacionados con artículos de la prensa local, debates públicos, el chismerío de las funciones diplomáticas y la rutina de los asuntos consulares. La mayoría de los cables en el caso colombiano, advierte Carlos Eduardo Huertas,
revelaba cómo el cuerpo diplomático estadunidense lidiaba con las misiones oficiales.
Pero casi 900 cables estaban clasificados como
secretos, y otros 10 mil como
confidenciales. Muchos de ellos revelaban políticas, operaciones, fuentes y evaluaciones que encresparon, al menos temporalmente, las relaciones bilaterales de Estados Unidos con varios países latinoamericanos.
En México, la crítica del embajador estadunidense Carlos Pascual sobre la
falta de acción del Ejército Mexicano, que contaba con inteligencia provista por
Estados Unidos para perseguir a los líderes del narcotráfico, resultó
políticamente embarazosa para el presidente Felipe Calderón. Los artículos de
La Jornada sobre la crítica sin reservas del embajador tensaron las
relaciones entre México y Estados Unidos. En marzo de 2011, Pascual se vio
forzado a renunciar.
En Ecuador, el presidente Correa expulsó a la embajadora Heather Hodges luego
de que la prensa informara sobre un cable secreto que revocaba la visa
estadunidense del ex jefe de la Policía Nacional Aquilino Hurtado, quien “había
usado su cargo… para extorsionar y acumular dinero y propiedades, malversar
fondos públicos, facilitar el tráfico de personas y obstruir la investigación y
el juicio de colegas corruptos”. Algunos funcionarios de la embajada, según el
cable,
creen que Correa era conscientede la corrupción de Hurtado, pero igualmente lo designó porque quería un jefe de la Policía Nacional
a quien pudiera manipular fácilmente.
A pesar del escándalo, cuando los periodistas latinoamericanos examinaron los
cables, descubrieron un cuadro más matizado que el que esperaban sobre el papel
de Estados Unidos en la región. Por definición burocrática, los archivos del
Departamento de Estado son los documentos menos escandalosos de la política
exterior estadunidense. El lado oscuro de la política estadunidense se encuentra
en otros sitios, como en los archivos secretos de la Agencia Antidroga de
Estados Unidos (DEA, según sus siglas en inglés), el Departamento de Defensa y
la CIA.
Los documentos de la diplomacia estadunidense revelaron que los funcionarios
tenían instrucciones de asistir a los
analistas de Washington–aparentemente un eufemismo de la CIA– reuniendo inteligencia sobre la presidenta de Argentina, Cristina Kirchner, incluyendo su
estado mentaly los tipos de medicación que tomaba para manejar
sus nervios y su ansiedad. Y había otras revelaciones insidiosas relacionadas con el espionaje. En Bolivia, el gobierno de Evo Morales expulsó a 30 funcionarios de la DEA acusados de espionaje y luego la embajada estadunidense en Brasilia, informa Viana, presionó al ministro del Exterior brasileño para transferirlos al país. En Venezuela, los funcionarios consulares estadunidenses contrataron a una fuente clave para obtener inteligencia económica sobre los programas de Chávez.
Pero los cables también ofrecían información menos siniestra, y también menos
útil. En Honduras, los envíos secretos tras el golpe de Estado dejaron claro que
Washington no fomentó el derrocamiento del presidente Manuel Zelaya, aunque
luego los funcionarios estadunidenses lo consintieron.
Las acciones tomadas para desplazar al mandatario fueron claramente ilegales, informó el embajador estadunidense Hugo Llorens en un cable titulado
Cronología del golpe de Estado en Honduras.
Desde La Habana, donde las relaciones de Estados Unidos con el gobierno de
Raúl Castro siguen siendo hostiles, la sección de intereses estadunidense envió
frecuentemente cables sobre el deseo de Cuba de expandir las áreas de diálogo y
acercamiento. Un cable de marzo de 2009 titulado
Mantén a tus amigos cerca, pero a Cuba aún máscita a un funcionario cubano que le dice a un par estadunidense que las negociaciones
tenían que comenzar en algún lugar. Luego le señalaron al funcionario estadunidense que
el presidente cubano se ofreció a hablar con Barack Obama en un lugar neutral. La bahía de Guantánamo, sugirió la parte cubana,
es un buen sitiopara reunirse.
América Latina develada
De los cables de Cuba se puede determinar tanto el pensamiento del
gobierno de Raúl Castro como, en igual medida, la política estadunidense al
respecto. Y eso puede aplicarse en general a toda la región. En América Latina,
donde la desclasificación de las deliberaciones internas gubernamentales está
severamente limitada, los cables de Wikileaks ofrecen información
detallada sobre conversaciones oficiales, reuniones, planes de seguridad
nacional, políticas sociales, exteriores, económicas y más.
La habilidad de la embajada estadunidense para enviar extensos informes sobre
el funcionamiento interno de esos gobiernos está vinculada estrechamente con la
calidad y las conexiones de sus fuentes locales. En la región, los embajadores
crearon un auténtico quién es quién en la sociedad latinoamericana. Ministros,
senadores, diputados, curas, empresarios, jueces y hasta algunos periodistas
compartieron información sobre cuestiones de Estado en diálogos sin reservas con
los embajadores estadunidenses dentro de los seguros confines de los cuerpos
diplomáticos. Pero Wikileaks expuso sus identidades y sus palabras.
En Brasil, los cables informaron que el ministro de Defensa menospreciaba
incansablemente al canciller como antiestadunidense. En Argentina, los cables
revelaron que el ex jefe de gabinete Sergio Massa calificó al ex presidente
Kirchner como
perverso,
cobardey
sicópata. En Perú, los fujimoristas –aduladores políticos del depuesto presidente Alberto Fujimori, incluyendo a su hija Keiko, quien estuvo cerca de ganar la presidencia el año pasado– acudieron a la embajada para compartir sus estrategias para hacerlo retornar al poder. Sus reveladoras conversaciones, publicadas por el grupo de investigación peruano IDL-Reporteros durante la campaña electoral de 2011, resquebrajaron las afirmaciones de independencia con las que Keiko se diferenciaba de su padre caído en desgracia y ayudaron a volcar la balanza a favor del candidato populista, el actual presidente Ollanta Humala.
Pero esa noticia tal vez nunca haya llegado al público peruano porque,
inicialmente, Wikileaks ofreció los cables peruanos solamente al
periódico El Comercio, de fuerte filiación con Fujimori y cuyos
editores se resistieron a publicar artículos que dañaran la imagen de Keiko. La
autocensura política se expandió por toda la región. El impacto a largo plazo
del Cablegate en América Latina, como señala el experimentado
periodista O’Donnell, “es una pérdida de credibilidad para los medios de
noticias tradicionales y una creciente importancia de los medios sociales,
alternativos y ciudadanos, como lo refleja dramáticamente el fenómeno
Wikileaks”.
Aun así, la información es poder. Tal como reflejan los hechos del fenómeno
Wikileaks en Brasil, México y Colombia, la publicación del intercambio
de cables ha generado escándalos, estimulado debates y expuesto la conducta (y a
veces la mala conducta), las políticas y las estructuras de poder de los
gobiernos en toda América. Desde Estados Unidos hasta Argentina, las comunidades
han logrado una mejor comprensión de las acciones que toman nuestros gobiernos
en nuestra representación, pero también muy frecuentemente sin que lo sepamos.
Lo que hagamos los ciudadanos del hemisferio occidental con ese poder será el
legado final de la experiencia de Wikileaks.
Se publica con autorización del autor. Apareció originalmente en The
Nation
Traducción: Ignacio Mackinze
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