¿Ahora sí?
Ángeles González Gamio
Hace unos años recordamos
en estas páginas el comentario que escribió en 1803 el célebre sabio
alemán Alexander Von Humboldt, tras un viaje de estudio a nuestro país.
Declaró, después de mencionar todos los dones del territorio, que México
era el país de la desigualdad. Esta situación no mejoró con la
Independencia ni con la Revolución y sigue hasta nuestros días.
Con el nuevo gobierno ha renacido la esperanza, tantas veces
frustrada, de que ahora sí sea la buena y abatamos por fin esa
injusticia. Ojalá que sean anécdotas del pasado los festejos que a
continuación recordamos.Hay dos reseñas del siglo XIX sobre las fiestas de fin de año. En su magna obra Invitación al baile: arte, espectáculo y rito en la sociedad mexicana de 1825 a 1910, doña Clementina Díaz y de Ovando resume la vida en ese periodo sobre los bailes.
La obra comienza con el primero que se celebró en el México independiente y concluye con el gran baile que dio Porfirio Díaz en Palacio Nacional para festejar el centenario de la Independencia.
Para este último el recinto se transformó en un palacio de Las mil y una noches: se cubrió de plantas tropicales y adornos florales, que eran el marco para los cortinajes, gobelinos, pinturas, esculturas y espejos monumentales, muchas las prestaron familias de abolengo.
Hubo una plataforma con columnas de mármol para el lucimiento de los 150 músicos que amenizaron el baile. Dice la crónica: “A las nueve y media de la noche se presentó el Presidente de la República acompañado de su distinguida esposa, para recibir a los invitados... Entre tantas elegantísimas toilettes, con las últimas creaciones de los modistos parisinos, destacaba doña Carmen Romero Rubio de Díaz, con un riquísimo vestido de seda de oro... El corpiño y la falda adornados con perlas y canutillo de oro. En el centro del corpiño, un gran broche de brillantes. Gruesas perlas en el cuello y una diadema de brillantes en el tocado”.
El menú de la cena ¡en francés! menciona entre varios otros platillos: los Petit Patós a la russe, el foie gras de Strasbourg en Croûtes, filet de dinde en chaul froid, brioches, musselines y los desserts. Las delegaciones extranjeras y embajadores declararon que no habían asistido a una recepción semejante en ninguna parte del mundo.
Por su parte, el destacado geógrafo y cronista don Antonio García Cubas, en su deleitoso Libro de mis recuerdos,
describe las festividades de fin de año en otras clases sociales.
Platica: “El día de San Silvestre la buena Ciudad de México cierra el
año con broche de oro. Todos los templos de la ciudad, desde las siete
de la noche, se hallan henchidos de gente, cuyas fervorosas plegarias
suben a la mansión celeste acompañadas de las majestuosas y sonoras
voces del órgano y envueltas en las perfumadas nubes del incienso...
“Por donde quiera se escuchan las palabras ‘feliz año’ y por todas
partes se ven aparadores atestados de hermosísimos objetos, debidos a la
industria humana y por las calles, criados que van y vienen con lujosos
regalos y hermosos ramilletes de flores. Es el día grande de las
congratulaciones”.
Previamente el cronista describió con lujo de detalles los
preparativos navideños, las posadas, pastorelas, los nacimientos, las
misas de aguinaldo y de gallo en las que participaban, aunque sin
mezclarse, los más humildes y los más pudientes.
En recuerdo de la época en que comíamos en francés, vamos a Casa
Iturriaga, en Miguel Ángel de Quevedo 690. Aquí vivió el historiador y
diplomático José E. Iturriaga Sauco, quien fue el primero en impulsar el
rescate del Centro Histórico.
Nuestra compañera de estas páginas Yuriria Iturriaga, quien ha tenido
varios restaurantes, entre otros, en París, Francia, ofrece una rica
comida con especialidades de ese país. Por supuesto hay caracoles, pata
de cerdo empanizada con salsa béarnaise y lengua de ternera. De postre, el éclair au chocolat.
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