Presupuestos de la Cuarta Transformación
Uno de los indicios
más claros de la orientación administrativa que el gobierno de Andrés
Manuel López Obrador prevé dar a su gestión está reflejado en el
Presupuesto de Egresos de la Federación para el próximo año, aprobado el
pasado viernes 28. Y es claro porque no se basa en opiniones, lecturas o
interpretaciones, subjetivas por definición, sino en los datos duros
que aportan las cifras. Las partidas asignadas, engrosadas,
reconfiguradas o recortadas para las distintas áreas del aparato del
Estado (paraestatales incluidas) muestran el signo de la austeridad
anunciada por el jefe del Ejecutivo, al tiempo que prevén un sistema de
distribución que transparente la ruta y el destino de los fondos, y a la
vez dificulte que funcionarios inescrupulosos de toda laya metan mano
en las arcas públicas.
Aun en el supuesto de que en algunos casos específicos fuera preciso
afinar una que otra cifra necesitada de revisión, el paquete económico
para 2019 parte de un acertado análisis del entorno económico mexicano,
urgido de medidas correctivas que ayuden a mejorar la situación de una
población que el modelo neoliberal vigente en los pasados años ha puesto
contra las cuerdas.Estas ideas se encuentran en el trasfondo de las declaraciones hechas por el presidente de la Comisión de Presupuesto y Cuenta Pública de la Cámara de Diputados, Alfonso Ramírez Cuellar, en el sentido de que el país se halla frente a una nueva cultura de la gestión pública y de otro enfoque en materia de inversión, tanto en infraestructura como en capital humano. Pero esencialmente acentúa uno de los principales puntos del discurso gubernamental: el combate frontal a la corrupción, que durante años se echaba a andar en el momento mismo en que eran aprobados presupuestos cuya calidad y transparencia dejaban mucho que desear, para decirlo delicadamente. La referencia de Ramírez Cuéllar al tradicional recurso de
repartir dinero y obras a cambio de votosalude precisamente a esa irregularidad.
En paralelo, la jefa de Gobierno de Ciudad de México, Claudia
Sheinbaum, se refirió al presupuesto 2019 capitalino en parecidos
términos, al decir que éste ya no daría lugar para los chantajes, moches
y otras prácticas que desviaban recursos de la ciudadanía (porque es
ésta la que pone el dinero para el gasto público) a fin de llevar agua
al molino político de los malos gobiernos.
Por mucho que se profundice, es difícil encontrar un sustento serio
para las objeciones y críticas al documento financiero esgrimidas por
algunos sectores de oposición: el argumento según el cual los criterios
de política económica
generarán desequilibrios fiscales que terminarán por afectar a todo el paísconstituye una grosera defensa del modelo económico que ha hecho la vida difícil a millones de mexicanos, mientras que algunas de las protestas realizadas, como la de los alcaldes que la semana pasada se inconformaron con la entrega de recursos de programas sociales directamente a los usuarios, representan un desembozado alegato en favor de la corrupción.
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