La imposición del siglo y el fracaso del foro de Baréin
La
necesidad de ser precisos, de notificar lo que pasa en el plano
mundial, nos obliga a usar términos correctos cuando se habla del plan
que EE.UU. e Israel tienen para Palestina.
No se trata de un
“acuerdo del siglo” como dice el consorcio estadounidense-sionista, ni
una “bofetada del siglo” como sostiene la Autoridad Nacional Palestina
(ANP) es lisa y llanamente una imposición, un crimen, una violación del
derecho internacional y sobre todo a los derechos humanos del pueblo
palestino. Por ello, el ser claro en el uso del lenguaje implica, que
tanto el cronista, como el lector, aquellos que analizan y promueven el
respeto al derecho internacional, los medios de información, entre
otros, seamos capaces de usar el concepto apropiado, para dar cuenta de
un plan elaborado entre cuatro paredes.
Fracaso en Manama
El pomposamente denominado “Plan del Siglo” es una empresa de dominio destinada al fracaso.
Primero, porque no cuenta con la participación del pueblo palestino.
Este punto desmiente tajantemente que nos encontremos ante un proceso de
negociaciones, además de estar muy alejado de poder denominarlo y
aceptarlo como una propuesta histórica, tan megalómana como suele serlo
Trump y Netanyahu. Segundo, porque lo que se está presentando, es la
Imposición del Siglo sin adorno alguno, que unido al último de los
números de este cuadro de comedia falsa, que representa la parte
económica titulado Foro de Baréin o “Taller Paz para la Prosperidad”,
celebrado en Manama, la capital de esta Monarquía del Golfo Pérsico, los
días 25 y 26 de junio, develaron las cartas del soborno a los anhelos
de autodeterminación del pueblo palestino.
El “Taller para la Prosperidad” llevaba aparejado el ofrecimiento
virtual –porque el dinero no existe y requeriría ser recaudado entre
donantes– de un plan económico de 50 mil millones de dólares, que
incluye 179 proyectos de inversión tanto en Palestina como en Jordania
como en Egipto, presentando sin disimulo la entrega de los territorios
palestinos a la ocupación israelí, utilizando para ello viejos planes
donde El Cairo y Amman tendrían alguna participación. Se llegó incluso a
mencionar, dentro de los posibles beneficiarios del plan a El Líbano,
en una clara tentativa de generar discrepancias al interior de los
partidos gobernantes en este país levantino.
Nos encontramos ante una tentativa de soborno impulsado por el
Gobierno estadounidense en alianza con la entidad sionista, la Casa al
Saud y la casa gobernante de los Emiratos Árabes Unidos (EAU). Una tarea
encomendada, en lo público, al yerno del presidente Donald Trump, el
empresario inmobiliario y sostenedor del sionismo, Jared Kushner, que se
esmeró en mostrar los supuestos beneficios de un plan que sólo favorece
las ansias de más dominio y ocupación de territorio palestino a manos
del sionismo. Kushner mostró gráficos de reducción de la pobreza en la
zona, proyecciones de crecimiento económico, cifras multimillonarias,
proyectos de infraestructura a ejecutar. Todo ello ante una concurrencia
exigua compuesta por los Ministros de Finanzas de los regímenes de las
casas gobernantes de Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y el mismo
Baréin.
Entre los asistentes se encontraban también la jefa del Fondo
Monetario Internacional Christine Lagarde, el presidente del Banco
Mundial David Malpass, el tesorero de los Estados Unidos Stevhen Mnuchin
y el ex primer ministro británico Tony Blair. Kushner señaló al término
del fiasco que significó el Foro de Bahréin que “la parte política del
plan (lo que denomina Estados Unidos el Acuerdo del siglo”) será dada a
conocer “en el momento oportuno”. Para el diario británico Daily Telegraph
“El esfuerzo de EE. UU. para la paz en Oriente Medio ha colapsado antes
de su inicio, ya que, a excepción de pocos países, nadie cree en el
éxito del plan del siglo”
Representa una convención, aceptada sin reparo alguno, que cuando
usamos un concepto como el de acuerdo, nos estamos refiriendo a aquella
decisión que personas naturales, jurídicas, estados, organismos,
instituciones o gobiernos manifiestan al tener puntos de encuentro,
convergencia, consenso en torno a determinadas situaciones, que
requieren tienen como objetivo llegar a buen puerto. Algo que se
concierta entre partes, para así solucionar una controversia. Tal
desarrollo de un proceso de negociación tiene efectos en el ámbito
jurídico cuando se trata de un contencioso, que implica devolución de
territorios por ejemplo, retiro de tropas, el cese de una ocupación
militar u otros elementos que involucran consecuencias en el ámbito
jurídico. Dicha obligatoriedad para las partes, denominado en el derecho
con la máxima latina, Pacta Sunt Servanda (lo pactado obliga) genera
derechos y obligaciones, que lógicamente nacen, emanan del
consentimiento de las partes en disputa bajo la exigencia que sea
válida, cierta, determinada, además de posible.
Nada de lo mencionado precedentemente se cumple con este plan o
acuerdo absolutamente desquiciado que Estados Unidos, junto a su socio
israelí pretende aplicar a Palestina y a su pueblo y que en su versión
económica fue presentada en Manama. El nombre muestra no sólo la
perturbación conceptual, sino también la aberración jurídica que subyace
al denominar a este plan miserable: el “Acuerdo del Siglo”. Nombre tan
ostentoso como falso pues lo que persigue, ya a estas alturas un secreto
a voces, es negar la posibilidad de un Estado palestino
autodeterminado, soberano, estableciendo una autonomía, aún más falsa
que aquella consignada en los fracasados Acuerdos de Oslo: Impedir el
retorno de los refugiados palestinos, sionizar Al-Quds (Jerusalén)
estableciéndola como capital de la entidad israelí y trasladando la
capital de esta palestina liliputiense y desmembrada a una localidad al
sur de Al-Quds. A la aldea de Abu Dis, ubicada en la denominada Zona B,
bajo el supuesto control administrativo de la Autoridad Nacional
Palestina y control militar del ejército invasor, que coordina sus
acciones con esa autoridad.
La Imposición del Siglo Acrecienta la ocupación
Ha trascendido, igualmente que la decisión de este quinto período de
gobierno de Benjamín Netanyahu anexionará a la entidad denominada
Israel, los asentamientos con colonos terroristas establecidos en
territorio de Cisjordania. Ampliará los kilómetros del muro de apartheid
y sobre todo impedirá cualquier posibilidad de volver a reunir los
territorios de la Franja de Gaza y Cisjordania, mediante la construcción
de nuevos asentamientos en la faja de terreno que separa ambos
territorios palestinos. El objetivo es ampliar aún más la presión contra
el pueblo palestino, asfixiar a la población, someterlos mediante el
control militar, económico, impedir todo contacto. La concepción de la
“Imposición del Siglo” que Estados Unidos prepara junto a su cómplice
israelí es, esencialmente, desde su concepción, la expresión del
colonialismo en su versión más criminal.
Al mismo tiempo que se dan los pasos para sionizar Palestina tratando
e implementar medidas de corte económico como las planteadas en
Bahréin, también el sionismo trabaja en materia cultural, político,
topónimos palestinos, en una operación a gran escala, similar a aquella
vivida tras la creación de esta entidad el año 1948, que generó la
creación de unidades destinadas a invisibilizar lo palestino, cambiar el
nombre de las aldeas y pueblos, quitar todo rastro de Palestina y
comenzar un proceso de construcción de una mitología que pretende hacer
creer al mundo que los sionistas, principalmente de origen europeo, de
religión judía tiene su raíz histórica en Palestina. La política de
Netanyahu es la continuación de la falsa narrativa, de la violación de
los derechos humanos de los palestinos y el tejer una historia de la
infamia, que se corresponde con los objetivos de David Ben Gurion,
Menahen Begin, Golda Meir, Levi Eshkol y cada uno de los criminales que
se trasladaron desde Polonia, Bielorrusia, Ucrania u otras localidades
al Levante Mediterráneo, para usurpar las tierras al pueblo palestino, a
expoliar, robar aquello que no les pertenece.
Lo que se presenta de manos de la diplomacia sionista que reúne a
Washington e Israel, bajo la denominación de “Acuerdo del Siglo” es un
objetivo absolutamente atentatorio al derecho internacional, que viola
los derechos humanos de la población palestina y su derecho a la
autodeterminación. Sumando en ello las posturas reaccionarias de
regímenes títeres de Estados Unidos como son la monarquía jordana, la
Casa al Saud, la seudo democracia egipcia y el silencio cómplice de
todos aquellos países que suelen alzar la voz de condena y establecer
sanciones cuando se trata de Venezuela, Siria, Rusia, Irán pero callan
vilmente cuando los violadores de las leyes internacionales, los que
dotan de impunidad al régimen israelí por sus crímenes de lesa humanidad
contra el pueblo palestino, son los Estados Unidos y sus
incondicionales en el seno del Consejo de Seguridad de la ONU como es el
caso de Francia y Gran Bretaña, fundamentalmente, que permiten que
Washington e Israel actúen como juez y parte con relación a Palestina.
Para tratar de dar a esta “Imposición del Siglo” cierto cariz de
legitimidad internacional, Estados Unidos convocó el llamado Foro de
Baréin, devenido en un evento proisraelí, aparentemente centrado en lo
económico bajo el rótulo de “Taller hacia la Prosperidad” con la
participación de organismos oficiales, a fin de “impulsar el apoyo a
posibles inversiones económicas” que apuntalen el pretendido “acuerdo
del siglo”. Una actividad generada por el contubernio entre Washington y
Tel Aviv, que intenta así marcar las líneas políticas y
comunicacionales que el régimen estadounidense ordenará a aquellos que
asistieron a este Foro. La desfachatez de Washington llega al extremo
que el enviado especial del Gobierno estadounidense para Oriente Medio,
Jason Greenblatt, advirtió que, si los palestinos no participaban en la conferencia de Baréin, “se verían muy perjudicados”
reconociendo además que el plan de EE.UU. cancela el derecho
al retorno de los refugiados palestinos, al informar que Washington está
a punto de comenzar conversaciones con los gobiernos que acogen a los
refugiados palestinos.
Saeb Erekat. Secretario General de la Organización para la Liberación
de Palestina (OLP) señaló en su oportunidad, ante las amenazas
estadounidenses que “nuestra organización no escucha el ultimátum de
EE.UU. y boicotea un foro proisraelí en Baréin. Ninguno de los
organizadores o participantes del foro económico de Baréin puede debatir
en representación de los palestinos el llamado “acuerdo del siglo. La
Organización para la Liberación de Palestina no ha sido consultada sobre
dicho evento, por tanto, boicotea este Foro que quiere forzar a los
palestinos a aceptar la ocupación de sus tierras a cambio de dinero. La
ANP no aceptará nunca tal plan” señaló el alto dirigente palestino. Por
su parte, la oposición al régimen de los Al Jalifa ha señalado que ser
anfitrión de este encuentro está destinado a “liquidar la causa
palestina”.
Estados Unidos, bajo mandato del lobby sionista, avalados por los
sectores más reaccionarios de la sociedad estadounidense, han decidido
que Palestina no existe y para ello le entrega a Israel, como un
presente chorreante de sangre palestina un plan cuyo destino es impedir
cualquier intento de descolonizar las tierras de Palestina, sacar al
ocupante sionista e impedir, por tanto, todo derecho a la conformación
de un estado autodeterminado, libre y soberano. Un plan que los medios
de información afines a la alianza entre la ultraderecha estadounidense y
el sionismo israelí denomina el “Acuerdo del Siglo” y para eso ha
generado los apoyos y sometimientos de gobiernos regionales, en un
cuadro regional donde además genera tensiones contra el Movimiento de
Resistencia Islámica de El Líbano (Hezbolá) provoca permanentemente a la
República Islámica de Irán mediante la imposición de más sanciones y
medidas destinadas a afectar a la nación persa. Apoya a Israel en seguir
sionizando los altos del Golán ocupado tras la guerra de junio del año
1967 y sobre todo amenaza a diestra y siniestra a todo aquel que se
atreve a levantar la voz contra los atropellos cometidos contra el
pueblo palestino.
Ha trascendido en medios de prensa sionista, con el uso sibilino del
lenguaje que suele tener el sionismo y su hasbara que el plan
estadounidense no hablaría de anexión de los asentamientos con colonos
terroristas que ocupan Cisjordania sino más bien se hablaría de
“aplicación de la ley israelí” similar a lo que se hizo el año 1981 con
los ocupados altos del Golán Sirio. Según el canal 12 de Israel Trump no
concretará nada del llamado “Acuerdo del Siglo” hasta que su socio
Netanyahu forme gobierno y se pueda así liberar comunicacionalmente el
plan de usurpación.
La Imposición del Siglo es la muestra evidente del contubernio
criminal entre Washington e Israel. El silencio obsequioso y cobarde de
los organismos internacionales, de países sometidos a Washington, de
aquellos que suelen levantar la voz indignada cuando se trata de hablar,
por ejemplo, de democracia en Venezuela pero que callan cobardemente
cuando el involucrado es el sionismo. Israel y su lazarillo le dicen a
Palestina “acepten el apartheid que les ofrecemos y su vida será menos
dura de lo que es ahora. No acepten esta imposición y los
exterminaremos”. Ese es el plan que se quiere imponer, de lo cual sólo
es posible extraer un par de conclusiones. Primero, que sólo la porfiada
y digna resistencia palestina logra mantener en pie el derecho de su
pueblo a existir. A no ser confinados en campos de concentración o
exterminados bajo el nacional sionismo que se ha impuesto en Palestina a
partir del año 1948 a manos del sionismo. Y, segundo, que la solución
de los dos estados, que ha servido simplemente para permitir a Israel
extender su dominio criminal, es una falacia que no se sostiene. La
imposición del siglo ha terminado de enterrarla, concretando un sistema
de apartheid con todas sus letras.
Frente a esta realidad reitero lo que suelo argumentar frente a esta
imposición: toda propuesta bajo un supuesto camino a la paz (donde el
pueblo palestino no ha participado ni como oyente) llámese Acuerdo del
Siglo o del Milenio es simplemente una burla macabra. Un juego político
destinado al fracaso. Las facciones palestinas, su pueblo, la sociedad
palestina deben avanzar en la unidad de sus fuerzas para oponerse con
fuerza a todo intento de dar legitimidad a este contubernio entre el
imperialismo y el sionismo. No se puede tener ninguna relación con el
ocupante. Recordemos cada vez que veamos estrechar las manos entre los
dirigentes sionistas y estadounidenses: No hay paz posible en Oriente
Medio sin la eliminación del imperialismo y el sionismo.
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