viernes, 28 de junio de 2019

A 22 años de un trascendental hallazgo (+ Multimedia)

Escrito por  Alina M. Lotti / CubaSí
Luego de casi 30 años de incertidumbre y sentimientos de dolor, el 28 de junio de 1997 un equipo multidisciplinario de investigadores y científicos encontró lo restos del Che Guevara y de algunos de sus compañeros de lucha.


Motivado por ideas progresistas y de justicia social, en noviembre de 1966 el Che Guevara llegó a Bolivia, donde organizó una guerrilla internacionalista para enfrentar la dictadura que por aquel entonces estaba asentada en ese país andino.

La base guerrillera se ubicó en un área montañosa, selvática, atravesada por el río Ñancahuazú, con difíciles condiciones geográficas y de clima. Durante 11 meses libraron alrededor de 22 combates, hasta que el 8 de octubre de 1967 los combatientes fueron sorprendidos por miembros del Ejército Boliviano; operación de captura que contó con el apoyo del Gobierno de los Estados Unidos. El Che resultó herido en una pierna y tres de sus hombres perdieron la vida.

Un día después fue trasladado hacia la escuelita ubicada en La Higuera (hoy convertida en un símbolo) y allí fue asesinado. La noticia causó un gran dolor en nuestro pueblo que ya había acogido al argentino como a uno de sus hijos.

El imperialismo yanqui jamás imaginó que este vil asesinato convertiría en un ícono mundial al legendario “Guerrillero Heroico”, epíteto ganado por su ejemplaridad y valentía mostrada en la lucha  junto a Fidel y a otros lideres cubanos.

Desde los primeros momentos el Gobierno Revolucionario se preocupó por la búsqueda de sus restos y los de sus compañeros de lucha. Pero todo resultó infructuoso, hasta que el 28 de junio de 1997 un equipo de científicos cubanos encontraron en Vallegrande a siete cuerpos enterrados clandestinamente en una sola fosa común, e identificaron entre ellos —con el apoyo del prestigioso Equipo Argentino de Antropología Forense— al del Che Guevara y los de cuatro de sus hombres.

Según datos históricos de la época, el cadáver carecía de manos, registraba un alto contenido de formaldehído, y llevaba ropa y elementos compatibles con los que se supone llevaba al momento de ser enterrado.

El trascendental hallazgo puso fin a cerca de 30 años de búsqueda, tiempo durante el cual se acopiaron testimonios de guerrilleros, militares y campesinos bolivianos que desde diferentes ángulos vivieron aquellos acontecimientos.

El experto forense Jorge González Pérez, quien dirigió el grupo de científicos cubanos que realizó la búsqueda e identificación de los restos del Che y sus compañeros de la Guerrilla en Bolivia, en más de una ocasión ha recordado aquellos sucesos que lo han marcado para toda la vida. 
 
“En la noche del 27 de junio hicimos una reunión en la que acordamos no dormir más, agotar todas las versiones. Todos los científicos se quedaron aquella noche despiertos agotando la técnica. Ese día, era el segundo que estábamos sobre la fosa del Che. Sabíamos que se había abierto una zanja con buldócer de 3,20 centímetros de ancho, por tanto, la zanja debía tener unos cuatro metros de ancho.

"Nos habían descrito que cuando el buldócer se movía el chofer casi no se movía. Buscamos al chofer, calculamos su estatura sentado. Concluimos que la fosa debía tener aproximadamente dos metros de profundidad. Y los técnicos añadieron que un buldócer mecánico debía tener entre diez y quince metros de recorrido.

“Desde el día 26 buscábamos una zanja al medio, el 27 nos corrimos a la izquierda. El tercer día por plan de trabajo nos tocaba encontrar el entierro. Qué casualidad que el 27 vinieran a meternos miedo e intimidarnos, a distraernos a ver si cambiábamos el plan. Pero, cuando uno está seguro de una cosa, tiene que continuar por donde está seguro. Empezamos cuando amaneció a pico y pala y con todas las técnicas antropológicas descritas en la literatura. El 28 aplicamos variante de guerra. Quitamos 150 centímetros de tierra con máquinas. Se estaba construyendo el alcantarillado de Valle Grande y desviamos la retroexcavadora que terminó excavando con nosotros ahí en la fosa.

“Una cosa es lo que se decide en la oficina y otra es lo que se decide en el campo. Determinamos excavar 10 centímetros más con la retroexcavadora. Había un frío insoportable. Raspamos diez centímetros más. En ese momento las pezuñas engancharon el cinturón del Che y lo movió.

“Fue un momento indescriptible. Quedé petrificado. Si ahí había una osamenta, ahí había un entierro, porque a dos metros de profundidad no tiene por qué haber un hueso humano. Mi compañero Soto baja y los dos vimos diferentes ángulos del antebrazo.

“Lo primero que sentí fue un alivio tremendo. Sentí el alivio de llegar y cumplir. Teníamos que hacer guardia en la fosa para que no sucediera nada con lo que había allí. Estuvimos siete días en Valle Grande y siete días en la morgue. En todo ese tiempo, uno tenía que moverse por el frío que había, nos poníamos a imaginar todo lo que pasaría en adelante. Porque ese era un trabajo con una repercusión mundial. Habíamos encontrado héroes, personas que habían dado su vida por un ideal. Aquello tenía una trascendencia emocional desde el punto de vista humano”.

El 12 de julio de 1997 los restos fueron traídos a nuestra Patria, donde se recibieronb por una multitud para ser sepultados con posterioridad en la ciudad de Santa Clara, lugar donde el Che libró una batalla decisiva para el triunfo revolucionario del Primero de Enero de 1959.  

Unos meses después (el 17 de octubre de ese propio año) quedó inaugurado el Memorial donde hoy se encuentran los restos del Guerrillero Heroico y su Destacamento de Refuerzo. Ese día, durante la ceremonia efectuada en la Plaza, el Comandante en Jefe, Fidel Castro Ruz, expresó:

“No venimos a despedir al Che y sus heroicos compañeros. Venimos a recibirlos. Veo al Che y a sus hombres como un refuerzo, como un destacamento de combatientes invencibles, que esta vez incluye no solo cubanos, sino también latinoamericanos que llegan a luchar junto a nosotros y a escribir nuevas páginas de historia y de gloria”.

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