"¡Si hasta yo mismo me iría si pudiera! ¿Cómo no van a correr espantados los catalanes?"
Publicado: 2 oct 2017 13:50 GMT | Última actualización: 2 oct 2017 14:07 GMT
Desgraciadamente,
el relato dominante aquí, en la Meseta, se basa en el adoctrinamiento
del pueblo catalán, en las mentiras tantas veces difundidas por los
medios catalanes, en el interés de los políticos separatistas de
esconder su corrupción tras el proceso de independencia o en la
tergiversación constante de los historiadores. No cabe duda, pues, que
'los pobrecitos catalanes están engañados'. Por supuesto, todo lo que
allí acontece, en la 'Catalonia', está marcado por el sesgo, el
sectarismo, el fascismo y la ilegalidad. Y así llevamos décadas.
Pero
lo cierto es que al leer los medios generalistas castellanos,
nacionales si se prefiere, se echa mucho en falta la autocrítica, los
renglones torcidos. No los busquen que no los encontraran, pues estamos
en tiempos prebélicos, en tiempos de patriotismo, en tiempos de banderas
en los balcones y vítores a las porras que caen sobre ancianos y niños.
En tiempos de buenos y malos. 'Ya era hora, pensará más de uno. Más les tenía que haber caído, se lo han buscado'…
Sin
embargo, nuestra España, nuestra excelsa España, es una de las que
menos libros lee en Europa, la que tiene los medios de comunicación
menos creíbles, la segunda del mundo que más desaparecidos contabiliza,
la que con más naturalidad exalta el fascismo en el viejo continente
(incluso en las Fuerzas Armadas), la que convierte a Belén Esteban en
'best seller', la que tiene uno de los niveles educativos más bajos del
mundo avanzado, la que sufre una de las mayores tasas de desempleo, la
que vive hipnotizada entre el balón y la basura televisiva, la que
carece de separación de poderes, la que goza de unos altísimos índices
de descrédito institucional, en la que gobierna un partido enfangado por
la corrupción y heredero directo de una amalgama de familias
franquistas, la que se rige por una monarquía amamantada por Franco… ¿Y
no hemos hecho nada mal? ¡Sería un milagro!
Indudablemente,
España, nuestra España, mi España tiene una enorme responsabilidad en
la infamia acaecida. Para empezar carecer de proyecto. Sin un proyecto
de futuro, ¿qué podemos ofrecer a los catalanes? ¿Un país
azotado por la corrupción, en clara involución ideológica, inmerso en
una polarización social que solo contribuye a llenar las urnas del PP y
las arcas de los poderosos? ¿Un país que condena a tuiteros y
titiriteros con la misma facilidad que despide periodistas y directores o
vende armas a los países más siniestros del mundo...?
Me
parece completamente increíble que mis conciudadanos, de forma
mayoritaria, no sean capaces de comprender que la existencia de un
proyecto de futuro sólido, un partido decente en el gobierno, unas
instituciones legitimadas, una correcta separación de poderes o una
sociedad culta, educada y autocrítica es la mejor solución al problema
catalán. Porque entonces no habría problema para votar, no temeríamos la
escapada, la huida desesperada… No temeríamos a la democracia.
Sencillamente, la aceptaríamos.
Pero, recapacitemos: ¡si
hasta los denunciantes de corrupción somos perseguidos en España! ¡Si
hasta nuestro Ejército está infectado de delincuentes! ¡Si hasta yo mismo me iría si pudiera! ¿Cómo no van a correr espantados los catalanes?
La represión no es la solución
Más
allá de la total ausencia de la más mínima autocrítica (exceptuando la
izquierda), lo cierto es que la España profunda, hoy más dominante de lo
que muchos desearíamos, se relame con gusto por lo ocurrido, exhibe las
banderas en los balcones. Y lo hace creyendo que esa es la solución,
creyendo que cuantos más garrotazos, mejor para todos. Pero si la
solución pasa por aporrear ciudadanos, detener políticos y avergonzarnos
en los medios de comunicación de medio mundo, me temo que el futuro es
muy sombrío. Porque cuando se escucha a los catalanes no se
percibe que hayan descubierto su amor a la patria española tras los
mamporros recibidos, ni tras la incautación de papeletas o la ocupación
de colegios. De hecho, lo que se divisa es más crispación, más odio, más rencor.
De
estas semanas casi todos hemos salido derrotados, basta con visionar
las lamentables imágenes de las cargas policiales o las pedradas a los
agentes, pero pocos como los miembros de la Guardia Civil y la Policía
Nacional. Cuerpos con agentes que llevaban años realizando una labor
extraordinaria y que, de la noche a la mañana, fueron obligados a dejar
de perseguir delincuentes para cumplir la imposible misión de impedir la
expresión popular. Y lo hicieron sin que casi nadie comprendiera que
las ideas y los sentimientos no se pueden desalojar ni encarcelar ni
apalear. Tristemente, al final llegó el bochorno: guardias y policías
contra ciudadanos, 'mossos' contra guardias y policías, ciudadanos
contra guardias y policías. Todos contra todos. Y el PP llenando sus
almacenes de votantes orgullosos.
Solo existe una solución: el diálogo
La
solución, inevitablemente, pasa por un diálogo (algo que solicitan de
forma unánime los gobernantes de medio mundo) que nos conduzca a un
referéndum pactado o a un cambio lo suficientemente significativo en el
encaje de Catalunya en España como para que los catalanes vuelvan a
sentir que su sitio está con nosotros, lo que, desde luego, después de
la ignominia de estas dos semanas y estos oscuros años de gobierno de la
derecha parece cada día más imposible. Y ahí los ciudadanos y los
políticos tenemos un papel importante. Los políticos porque tienen
herramientas, como la moción de censura, para cambiar el rumbo del
gobierno, y los ciudadanos porque podemos castigar a quienes nos han
llevado hasta aquí. A quienes nos han avergonzado internacionalmente. A
quienes hoy celebran la confrontación social y el ambiente prebélico.
Aunque
también podemos seguir con el mismo gobierno, enviar más policías o más
guardias civiles a resolver los problemas políticos, incluso podemos
enviar a todo un Ejército, pero ello no hará que ganemos la batalla más
importante que teníamos que librar: la razón.
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