Eliminarlo conlleva un ‘‘enorme riesgo’’, señala ex consejero del IFE
Financiamiento público, factor para la transición democrática
Ha permitido acotar el poder del dinero privado; se favorece mayor transparencia y fiscalización
Las elecciones ha ganado en competitividad, aunque persisten quejas por corrupciónFoto Carlos Ramos Mamahua /Archivo
Alonso Urrutia
Periódico La Jornada
Lunes 30 de octubre de 2017,
Lunes 30 de octubre de 2017,
Aunque crecientemente cuestionado por las
dimensiones alcanzadas, el financiamiento público ha sido factor
fundamental en la transición democrática y en el logro de mayor equidad
en las elecciones –si bien la polémica desatada por la pretensión del
PRI de cancelar este esquema financiero– desde la reforma de 1996, ha
permitido acotar el poder del dinero privado y con todos sus problemas y
críticas favorecer mayor transparencia y fiscalización de los gastos
partidistas.
A más de 20 años de la reforma que consolidó el esquema de
financiamiento público con un sustancial incremento a los partidos a
cambio de tener control de su origen, el saldo es evidente: dos de las
tres elecciones presidenciales ganadas por la oposición; conformación de
un Congreso plural y, en ese periodo, la oposición ha ganado 47
elecciones de gobernador. En la actualidad, sólo cinco entidades han
sido siempre gobernadas por el tricolor: Colima, Campeche, Coahuila, Hidalgo y estado de México.
La sombra corporativa
Ese es al saldo en términos del sistema político
electoral, sin embargo, el esquema legal vigente, que garantiza un doble
financiamiento a los partidos, federal y estatal, arroja que en este
año –donde sólo hubo elecciones en cuatro entidades– los partidos tenían
asignados 4 mil 59 millones de pesos para gastos ordinarios a nivel
nacional; 3 mil 900 millones de gastos ordinarios a escala estatal, y
578 millones para las campañas en las cuatro entidades, que suman 7 mil
657 millones de pesos, cifra superior a la del más reciente reporte de
Hacienda para la reconstrucción por los sismos, de 6 mil 844 millones al
20 de octubre. En 2018 habrá 30 elecciones locales y las federales.
Integrante del primer Instituto Federal Electoral (IFE) autónomo, el
ex consejero Jesús Cantú advierte de los enormes riesgos que implicaría
eliminar las prerrogativas a los partidos: ‘‘Suprimirlas pondría en
riesgo la equidad alcanzada en el sistema electoral’’ y revitalizaría
riesgos de financiamiento privado ilícito, por ahora en buena medida
acotado.No sólo implicaría la posibilidad de mayor riesgo de injerencia de las corporaciones en las políticas públicas –los casos Odebrecht y OHL lo ejemplifican–, sino incluso de financiamiento del narcotráfico y desvío de recursos de programas sociales. Actualmente, los recursos públicos aseguran que gran parte de las operaciones partidistas sean bancarizadas, lo que favorece la fiscalización, a pesar de lo cual el uso de dinero en efectivo aún es utilizado para incorporar recursos ilícitos, lo que se potenciaría si se cancelan las prerrogativas partidistas, advierte Cantú.
El financiamiento público de los partidos en México comienza formalmente con la reforma electoral de 1977, pero con esquemas que no garantizaban equidad en los recursos, lo cual preservó el esquema de partido hegemónico. Es sólo después de la elección de 1994 cuando se estima que el PRI gastó ocho de cada 10 pesos que se ejercieron en las campañas que, ante las denuncias de inequidad y falta de legitimidad, se accedió a una reforma de gran calado que entre otros aspectos confirió plena autonomía al IFE.
Consensuada en prácticamente todos sus aspectos, el punto de
quiebre de la reforma fue paradójicamente el financiamiento. Aunque se
introdujo la fórmula de 30 por ciento de distribución y 70 por ciento en
función de la votación obtenida, el PRI condicionó la reforma a un
sustancial incremento de las prerrogativas partidistas, postura que fue
rechazada por PAN y PRD, que calificaron de desmesurado el aumento, pero
su determinación de devolver gran parte de los recursos fue meramente
coyuntural, pues al paso del tiempo encontrarían en este dinero un
factor para acceder al poder.
Polémico de origen, el creciente financiamiento de los partidos
políticos se ha convertido en uno de los principales cuestionamientos al
sistema electoral, pues la creciente necesidad de recursos para las
campañas lo ha desvirtuado.
Incluso, los propios partidos políticos han alentado absurdos
jurídicos: en virtud de la fórmula que regía en 2003, las prerrogativas
–que incluía como uno de los factores el número de partidos con
registro, que entonces eran 11– en los comicios intermedios de ese año,
el PRI recibió partidas para gastos de campaña superiores a las que
podían ejercer. No devolvió el dinero, eran los tiempos en que
enfrentaban el pago de la multa de mil millones de pesos por el Pemexgate.
Inmersos en la secuela de los sismos de septiembre, los
cuestionamientos de diversos sectores ante los recursos que se asignan a
los partidos se reciclaron. Reticentes a modificaciones en el renglón
de recursos a partidos políticos en las recientes reformas, el PRI y
otros partidos visulumbraron en la coyuntura una oportunidad de
rentabilidad electoral, siendo el tricolor el que llevó la pretensión de reducir las partidas al punto de eliminarlas.
‘‘El PRI plantea esta ruta porque tiene con qué compensar la
cancelación de los recursos públicos’’, subraya Cantú. ‘‘Si cancelan
todo el financiamiento público oficial se van a beneficiar de todos los
recursos que fluyen ilícitamente mediante la manipulación de los
programas sociales, como sucedió en el estado de México y en Coahuila.’’
En medio del debate abierto en torno a las prerrogativas de los
partidos políticos, tras la iniciativa priísta de regresar las
correspondientes al último trimestre y proponer cancelar el
financiamiento público, Cantú señala que existen otras rutas para
aminorar el monto de recursos asignados, sin renunciar a los beneficios
del financiamiento público de los partidos.
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