Desde el Otro Lado
El estado del Estado
Arturo Balderas Rodríguez
El mensaje fue claro. Señores legisladores: si no quieren gobernar para solucionar los problemas que aquejan a toda la sociedad, pero principalmente a quienes viven con mayores carencias, yo procederé a hacerlo por mi cuenta. En pocas palabras, en su mensaje para informar a la nación del estado del Estado, el presidente Obama decidió que es tiempo de gobernar por decreto, hasta donde la Constitución lo permita, haciéndose cargo de las consecuencias políticas de tal decisión. Si cumple con tal propósito, ese ya es otro cuento.
Como era de esperarse, la respuesta condenatoria provino de la bancada republicana en el Congreso y de la pléyade de apoyadores al conservatismo más cerril de parte de los medios de opinión pública. Eso es normal y característico del bipartidismo estadunidense. Un poco más atípica fue la tibieza con que fue acogido entre no pocos liberales dentro y fuera del Congreso. Para algunos el mensaje del presidente debió ser más contundente contra el obstruccionismo republicano; para otros debió ampliar su propuesta para incidir más eficazmente en su propósito de atenuar pobreza y desigualdad.
Tal vez la única coincidencia con la oposición fue la inminencia de la reforma migratoria como único acuerdo que pudiera concretarse perentoriamente. Está claro que para el Partido Republicano es una cuestión de vida o muerte cambiar su imagen frente al electorado latino, a menos de que, como Lemmings, decidan arrojarse al precipicio sin una razón aparente, pero eso sí todos al unísono.
Lo sorprendente es que, a tan sólo un año de haber empezado su segundo periodo al frente del país, y faltándole aún tres para concluir, se da por hecho que el presidente ha perdido fuerza para influir en decisiones que no sean de estricta coyuntura o urgencia. Hoy el asunto que parece importar más en la opinión pública es si Hillary Clinton puede llegar a la primera magistratura. Los demócratas se equivocarían si adelantan vísperas y empiezan a promover a la señora Clinton desde ahora. Le harían un flaco favor poniéndola ya en el blanco de quienes harían lo posible por obstaculizar su posible candidatura. El presidente sigue siendo Obama y no parece estar dispuesto a ser marginado de sus responsabilidades, por mucho que las encuestas de opinión lo señalen como presidente débil. Habrá que esperar a que la reforma de salud comience a dar los frutos que de ella se esperan, y que por fin concluya la migratoria. No será poca cosa.
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