lunes, 4 de marzo de 2013

Elecciones en Italia

estado, Italia, politica 3 de marzo de 2013

 locura
a esta normalidad, prefiero la locura.

Es preciso de mi parte, como italiano para los amigos que me leen, unos pocos días después del resultado de las elecciones, tratar de decir algo al respecto.

Ningún partido ganó pues ninguno tiene la mayoría absoluta para gobernar. Así que va a empezar el “cow trading” la compra de cabezas en el parlamento o, igual, partidos opuestos, los que más obtuvieron votos, (PDL (Berlusconi) y PD (Bersani), intentaran de encontrar un acuerdo para hacer lo que llaman el gobierno de amplia alianza.

Es el intento de juntar los opuestos que en realidad no tiene sentido.

Pero, o una de las dos o nuevos comicios entre pocos meses.

¡La política!

Él que llegó tercero, con un partido nuevo y sin experiencia, ha sido Beppe Grillo, quien es, o mejor era, un actor cómico, un cabaretero, (ahora se convertirá en actor trágico, ¡trágico para nosotros!).

Y esto nos dice mucho de la seriedad de la competición democrática …

No tengo nada contra los actores, pero sus propuestas, una mezcla de populismo barato (es bastante para todos trabajar 20 horas al día; lucha a las multinacionales; subsidio garantizado para los desempleados; eliminación de los re-embolsos electorales –que me encuentra de acuerdo ¡pero vamos a ver ahora que le corresponde uno de 42.7 millones de euros!-) y de viejo estatismo, (plagado de di parasitismo organizado e ecologismo radical) no deja un buen augurio.

Lo nuevo, en cambio, es que muchos políticos, de los que creen, desafortunadamente muy a menudo creídos, que tienen una misión que cumplir por el bien de la gente han sido borrados. No todos pero tengo esperanza en el futuro.

Los famosos “técnicos”, como el emisario de Goldman Sachs, Mario “Bocconi” Monti, cancelados: ya hicieron sus daños el año pasado cuando pudieron pontificar, perdón, gobernar.

Pero ahora el imperativo que sale de todos lados, del presidente de la República, el excomunista Napolitano, a la prensa de regime hasta los ciudadanos envilecidos, es: “gobernar”. Como sí gobernar quisiera decir algo milagroso, como la bendición del cielo.

Siempre hemos visto, en todos los tiempos y en todos los lados, que gobernar ha significado poner vínculos al hombre, a su autonomía, a su libertad, a su acción.

Todavía no aparece evidente y claro que la única utilidad de un gobierno sería la de quitar, borrar lo que han hechos los antecedentes.

Y que la sociedad sí puede vivir mejor sin gobierno cuando el gobierno sólo sigue poniendo impuestos, reglas, aranceles y en definitiva burocracia. Lo que quiere decir opacidad e incentivos a la corrupción.

Pero no, el legislador -que es el mismo gobernante político, ¡ay, Montesquieu y la separación de los poderes!- quiere legislar de continuo porque en su visión perfeccionista del mundo, en su “fatal arrogancia” como le decía Hayek, tiene que arreglar todo y todos, pues cree que un grupo de hombres inteligentes, entre ellos él mismo, puede diseñar una economía o una sociedad mejor de lo que lo harían las aparentemente caóticas interacciones de millones de individuos.

Piensen, hay políticos que haciendo alarde de su actividad sueltan el numero de leyes discutidas y aprobadas. ¡Cosas como llorar!

Era Marx diciendo que el capitalismo tenía en sí mismo el germen de su destrucción. Obviamente se equivocó, y no sólo en esto; pero el estatismo, y su manifestación más cautivadora y soft, la democracia representativa, parlamentaria, éstos sí se van hacía su trágico y deseable destino.

Así que, regresando a los comicios en Italia, ahora lo que estamos viendo es que hemos dado el 25% de los votos a un obscuro movimiento populista (Grillo), hemos rehabilitado un centro-derecha (Berlusconi) dado por muerto, hemos mantenido, otra vez, en empate la izquierda excomunista (Bersani).

Italia también, por cuarenta años en la segunda mitad del siglo XX, tuvo algo parecido a una “dictadura perfecta”: para décadas: los democristianos (DC) al poder y los comunistas (PC) afuera del gobierno pero adentro de los manejos políticos-económicos del país.

El sistema era bloqueado.

El los años noventa llegó el ciclón Berlusconi que pero se encontró encadenado, también por su culpa, en el pantano de una política asociada de la izquierda, que ahora no se decía más comunista, después de la caída del muro de Berlín y el derrumbe de la república soviética. No logró hacer nada.

De otro lado la izquierda sólo proponía defender el gasto público sea lo que sea mediante el cobro de “los que tienen más”.

Hay quien cree que ahora el movimiento “M5Estrellas” (Grillo), ganando votos como rechazo de la política y de los políticos, como oposición a un estado que sólo quiere agarrar tu bolsillo, imponer restricciones a tu libertad personal, sea algo que pueda copar el banco, destruir para empezar bajo nueva visión.

No han comprendido, en cambio, que, por primera vez en nuestra historia, por lo menos dos tercios del Parlamento elegido están cargados de cultura post-marxista y ecologista, redistributiva, burocrático-asistencial.

Si la mayoría sigue apostando, consciente o inconscientemente, por este camino

“es simple y llanamente porque la sociedad europea ha sido adoctrinada durante más de un siglo en el antiliberalismo más rampante: la estadolatría, la fe ciega en la planificación central y en la democracia irrestricta, la veneración del Estado de Bienestar, la creación artificiosa de todo tipo de derechos sociales y económicos que jamás dejaron de ser esclavizaciones del prójimo y la adicción al sobreendeudamiento público o privado como vía a una artificiosa e insostenible prosperidad”. Juan Ramon Rallo

Así que yo no creo pueda pasar algo bueno: será la misma política de siempre y los cambios serán a peor y generarán más estatismo, populismo y arbitrariedad política.

Recordando a Tomasi da Lampedusa, en su novela “El gatopardo”, estamos al “cambiar todo para que nada cambie“.

Ya llegamos a la orilla del báratro económico, social, cultural.

«Quos deus perdere vult, dementat prius». (Los que los dioses quieren destruir, primero los enloquecen).



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