martes, 12 de marzo de 2013

Bajo la Lupa
Chavismo sin Chávez y el “factor petróleo”

Alfredo Jalife-Rahme

Dos mujeres permanecen formadas en la avenida de los Próceres en espera de poder ingresar a la Academia Militar de Venezuela en el Fuerte Tiuna, para dar el último adiós al fallecido presidente venezolano Hugo Chávez, ayerFoto : Xinhua
Antecedentes. Philip Verleger, analista de petróleo y ex director de la Oficina de Política Energética en la Secretaría del Tesoro con Jimmy Carter, reveló el acuerdo secreto entre Estados Unidos y Arabia Saudita en 1989 de propiciar el dumping deliberado de sus reservas estratégicas de petróleo que provocó el desplome del precio con el fin de perjudicar a la URSS, lo cual desembocó en su disolución tres años más tarde.
Esto en cuanto a la muy primitiva ecuación de la “vieja economía” de la “oferta y demanda” del oro negro, que no es vigente en la fase de la globalización financierista donde “Wall Street controla el petróleo”, según el mismo Verleger ( The International Economy, invierno de 2007), quien expone el poder de los bancos de inversiones para alterar el precio mediante “la inyección de liquidez monetaria por inversionistas privados, como los fondos de pensiones” (nota: que controlan los mayores activos del mundo).
Tanto en Los cinco precios del petróleo (Cadmo & Europa, Buenos Aires, 2006) como en Bajo la Lupa (6/3/13), he insistido en que el petróleo y el gas forman parte intrínseca del binomio inextricable con la banca anglosajona de inversiones de Wall Street que controla su cotización. Esta ominosa realidad no es tomada en cuenta por quienes desean privatizar el petróleo/gas de México (dejando a Pemex como un cascarón inservible al estilo de la desmantelada CFE) ni en el análisis sobre el fenomenal disparo del PIB en Venezuela en la etapa de Chávez.
Hechos. En su fase presente, Venezuela no puede ser entendida sin sus magnas reservas de petróleo –las mayores del planeta cuando se suman tanto sus reservas convencionales (de fácil acceso) como las no convencionales (de difícil asequibilidad, v. gr. el petróleo pesado del Orinoco)–, las cuales le convierten en un apetecible manjar geoestratégico.
Cuando Chávez llega al poder, en febrero de 1999, el precio andaba en 10 dólares, y al momento de su precipitada partida, 14 años después, el precio navega en 100 dólares promedio (con un pico de 145 dólares).
Hasta el rotativo neoliberal británico El País (6/3/13), con disfraz español “socialdemócrata”, admite que Chávez impulsó “dos meses antes de asumir el poder” la cumbre en Madrid que “cambió para siempre (sic) el mercado energético mundial”. Hasta cierto punto.
Fue más determinante la derrota de Estados Unidos en Irak, donde no pudo capturar sus cuantiosas reservas de petróleo un año después a su invasión, cuando inicia el ascenso irresistible de los binomios petróleo/gas y oro/plata, que aprovechan quienes luego se congregarían como BRICS y con quienes Chávez mantuvo excelentes relaciones.
Que Chávez, estupendo lector de la geopolítica, se haya adelantado y acoplado en Latinoamérica no es poca cosa, a diferencia de la pusilanimidad panista foxiano-calderonista sometida al financierismo anglosajón.
En una ocasión increparon a Gorbachov por su catástrofe en la URSS en comparación con los deslumbrantes éxitos energéticos de Vlady Putin, quien indujo la resurrección de Rusia del cementerio geoestratégico: contestó que no era lo mismo una URSS a 10 dólares que una Rusia a 100 dólares el barril, en especial cuando se es tan dependiente de sus ingresos monotemáticos (mismo caso que Venezuela).
No se puede entender a Chávez y su gran despliegue geopolítico en el mundo –su audaz acercamiento a los BRICS y a los mundos árabe e islámico de mil 600 millones de feligreses (en particular, con Irán), lo cual será uno de sus principales legados visionarios– sin el alza del barril, que benefició enormemente a Venezuela al haber dejado muy atrás a Chile –el modelo neoliberal patrocinado por las revistas de propaganda neoliberal/sionista en Latinoamérica– en Sudamérica, y al haber alcanzado en una ocasión un asombroso segundo lugar del PIB detrás de Brasil.
Con el mismo precio del petróleo –y aun considerando la reducción similar en la producción–, mientras Venezuela en la fase de Chávez alcanzaba lugares nunca escalados en el ranking de su PIB, el “México neoliberal itamita” con el panista Calderón se hundió del lugar 11 al 14 en el PIB nominal en 2012 (datos del FMI).
El PIB nominal de Venezuela de 97 mil 978 millones de dólares en 1999, año en que entró Chávez al poder, escaló a 337 mil 979 millones de dólares el último año de su gestión: 3.4 veces más, lo cual no se puede concebir sin el alza del petróleo que permitió que los alcances de Chávez hayan sido mayores a la dimensión geográfica de Venezuela: prácticamente la mitad de la superficie de México y menos de cuatro veces nuestra población (sin nuestros migrantes a Estados Unidos).
Guste o disguste, independientemente de su personalidad latino-caribeña, Venezuela fue una antes de Chávez (una fábrica de pobres y de parásitos millonarios que compraban hasta sus helados en Miami), y otra, durante su gestión, donde mejoró los índices sociales, en especial el mejor índice GINI (desigualdad del ingreso) de Latinoamérica, en contrapunto a Chile, que con México comparte los peores lugares. Recomiendo consultar los datos duros de su economía en http://venezuelanalysis.com/analysis/7513.
De vulgar rancho de los Rockefeller, anteriores dueños de la petrolera pirata Standard Oil, Venezuela adquirió un papel geopolítico relevante tanto en Sudamérica y el Caribe como en su relación con los BRICS y los mundos árabe e islámico.
Queda en el tintero su colisión con Estados Unidos –a quien nunca cesó de vender petróleo y donde PDVSA detenta una red de importantes refinerías–, España (que alentó un golpe en su contra) e Israel que apoya subrepticiamente al opositor neoliberal Capriles Radonski http://www.youtube.com/watch?v=32eha7R_FwU.
Mas allá de los proyectos creativos de integración –Alba, Petrocaribe, Banco del Sur, Celac, Unasur, Telesur, etcétera– Chávez perteneció a la escuela del nuevo orden multipolar, en la que participó como canciller su probable sucesor Nicolás Maduro.
Que el precio de barril no se haya alterado durante las exequias apunta a que los “mercados” (léase: los 13 banksters de Wall Street) han descontado una transición tersa de Nicolás Maduro, un facilitador nato.
No faltan propagandistas que consideren que con la muerte de Chávez se altera el orden global. Mucho dependerá de la estabilización/desestabilización interna/externa de Venezuela en la que Estados Unidos puede aprovechar las fallas en el camino, si las hubiere, del triunvirato de facto: Maduro, Diosdado Cabello (vinculado a los militares con el control de los servicios de inteligencia) y Rafael Ramírez, mandamás de PVDSA, la columna vertebral del régimen, donde el ejército mantiene su papel privilegiado de árbitro.
Conclusión. Más allá tanto de la delicada dependencia a los alimentos importables (concomitante a la doble crisis eléctrica y de vivienda) como del letargo en la producción petrolera (con potencial inmediato de triplicarse, lo cual reclama un ajuste imperativo), tres escenarios evidentes se avizoran con el precio del barril que afectarán positiva o negativamente al chavismo sin Chávez.
En forma positiva: el alza arriba de 100 dólares el barril y/o el statu quo de 70 a 100 dólares. En forma negativa: su desplome debajo de 70 dólares.
A ver cómo juegan los bancos de Wall Street y cómo maniobra el triunvirato del chavismo sin Chávez.

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