Impresas e impuestos
economía, impuestos, politica 20 de marzo de 2013
Jean-Baptiste Colbert
Hoy Arturo Damm, en su El punto sobre la i, habla de impuestos citando al grande Ludwig von Mises: “Gravar un impuesto a las ganancias es equivalente a gravarle impuesto al éxito.”
En ninguna manera habría podido decirse más correctamente.
Con la premisa que estoy en contra de cualquier impuesto –es un robo hecho legal por el poder del estado, ya que no es una aportación voluntaria, o contractualmente establecida, para la tarea confiada de unos (pocos) servicios básicos- me gusta precisar que lo correcto sería que las empresas no pagaran impuestos sobre las ganancias.
Me explico pidiendo ayuda a Pascal Salin, economista “austriaco” en París, liberal auténtico y por eso casi desconocido (no he visto nada de él traducido en español).
“…la empresa no debería pagar impuestos porque se trata de un conjunto de contratos: contratos con que los hombres reúnen recursos para crear una empresa; contratos con que otros hombres intercambian sus servicios trabajando a cambio de salarios; contratos de suministro, etc. Ahora, usted nunca ha visto un contrato que paga impuestos. Sólo las personas pagan impuestos. Hacer pagar impuestos a un contrato es un fraude. Pero el Estado es lo suficientemente potente como para crear y mantener esas mentiras extraordinarias”.
De paso, siempre Salin, en el impagable “La tiranía fiscal”, desenmascara el sinsentido de la expresión “empresa pública”, pues la esencia no-contractual de esta organización la convierte en “institución” estatal en la cual los verdaderos dueños son los hombres del gobierno que la controlan. Públicas, es decir de los ciudadanos, son sólo las pérdidas que indefectiblemente ésta produce.
Los impuestos siempre son pagados por los individuos: las “cargas fiscales o sociales” de la empresa están necesariamente pagadas por aquellos que han llevado a cabo los contratos de constitución de la empresa y de su negocio, tales como los propietarios, los trabajadores, los proveedores o los clientes.
Y las ganancias deberían ser gravada a nivel de los dueños sólo cuando hay reparto de la utilidad.
En esta manera, enfriando la distribución de las ganancias a los socios para no pagar impuestos, subiría la capitalización de las empresas incentivando las inversiones.
Sin hablar de la inequidad de la doble imposición. Primero en la ganancia de la empresa; segundo en la distribución de la misma sobre los dueños que la reciben.
El hecho es que no tenemos que encontrar equidad o justicia en la imposición fiscal. Esta sólo sigue el mando de quitar cuanto más posible.
Pues, como dijo Jean-Baptiste Colbert, ministro de hacienda de Luis XIV de Francia, “el arte de los impuestos consiste en desplumar al ganso para obtener la mayor cantidad de plumas con la menor cantidad de quejas”.
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