Malvinas: colonización y soberanía
El gobierno británico inició ayer un ejercicio de referendo entre los colonos de las islas Malvinas con el propósito de anteponer una supuesta expresión de autodeterminación”, a fin de neutralizar el histórico reclamo de soberanía de Argentina sobre ese archipiélago del Atlántico sur. Se da por hecho que la gran mayoría, si no es que la totalidad, de los habitantes de las islas votarán por seguir perteneciendo a Gran Bretaña, habida cuenta de que son descendientes de la población inglesa asentada por Londres a lo largo de muchas décadas.
Sin embargo, el argumento de la autodeterminación esgrimido por el Reino Unido se aplica a una población llevada a las islas en el contexto de un proceso de colonización ocurrido después de la ocupación militar de las Malvinas –que pertenecían a Argentina– el 2 de enero de 1833. En consecuencia, el referendo –a realizarse entre ayer y hoy, con una asistencia calculada de mil 600 personas– es en realidad un reflejo del designio colonial mantenido por Inglaterra durante casi dos siglos en ese archipiélago situado a menos de 500 kilómetros de las cosas argentinas y a más de 12 mil de Londres, y puede considerarse, de acuerdo con la resolución 1514 de la Asamblea General de la ONU, un “intento encaminado a quebrantar total o parcialmente la unidad nacional y la integridad territorial de un país”, “incompatible con los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas”.
Cabe recordar que la presencia colonial británica en las islas derivó ya en una guerra (abril-junio de 1982) en la que murieron unos 650 argentinos y unos 275 británicos y que provocó, además, ingentes pérdidas materiales para ambos bandos. Años después de la guerra, la Asamblea General de la ONU, en su resolución 2065, exhortó a ambas partes a “proseguir las negociaciones (…), a fin de encontrar una solución pacífica al problema, teniendo debidamente en cuenta las disposiciones y los objetivos de la Carta de Naciones Unidas y de la resolución 1514, así como los intereses de la población de las islas”.
A más de 30 años de aquella conflagración se mantiene la indefinición del futuro de esa colonia: mientras que Londres sigue alegando el supuesto derecho a la “autodeterminación” de una población que ha sido en su mayor parte sembrada por el propio gobierno británico, Argentina mantiene sus reivindicaciones de soberanía territorial sobre las Malvinas.
El conflicto se ha agudizado en tiempos recientes por el descubrimiento de ricos yacimientos petrolíferos –con potencial para producir unos 500 mil barriles diarios de petróleo– y de otros recursos minerales, lo cual ha robustecido el interés de Gran Bretaña en mantener su dominio colonial sobre el archipiélago y el afán argentino en recuperar la soberanía territorial de él.
El impasse en que se encuentra el estatuto de las Malvinas es ilustrativo de la clase de problemas que generan los procesos de colonización y las alteraciones demográficas inducidas por medio de decisiones gubernamentales, y remite obligadamente a casos como el de Cisjordania y la Jerusalén oriental –territorios palestinos que están siendo sometidos a intensa colonización con israelíes a fin de hacer inviables ulteriores reclamos de sus pobladores originales– o el del Sahara occidental, perteneciente a la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) y ocupado en su mayor parte por la monarquía marroquí, la cual ha enviado a la zona miles de colonos de esa nacionalidad a fin de escamotear los legítimos derechos históricos de los saharauis.
La conclusión, si alguna, es que la deliberada alteración demográfica de un territorio no puede invocarse para legitimar a posteriori una ocupación militar, y que las poblaciones resultantes de procesos de colonización terminan por quedar atrapadas en conflictos que no habrían debido tener origen.
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