jueves, 30 de agosto de 2018


Vista del palacio de la familia presidencial, cerca de Latakia.

De ruinas a turismo: la otra cara de Siria que pocos conocemos

© Sputnik / Zhaklin Babieva
ENTREVISTAS
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Daria Iafiasova
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La sensación más placentera la tuve al salir del avión en Damasco y sentir ese olor característico, mezcla de perfumes árabes, humedad y jazmín; un olor que a algunos no les gusta, pero que para mí representa el olor a casa, olor que extrañaba, olor que he querido percibir desde hace años.
Así comienza la historia de Zhaklín, una joven de 26 años que tiene a Siria y Rusia como sus patrias, que volvió a Siria después de más de tres años y relató a Sputnik esta experiencia de alegría y tristezas.
Mi padre es sirio y mi madre es rusa, por eso he vivido la mayor parte de mi vida entre los dos países. En los años de escuela y del instituto pasaba todas las vacaciones en Siria, al comenzar a trabajar en Moscú, ya no pude pasar tanto tiempo allí, comencé a visitar el país menos, después… llegó la guerra. Sin embargo, mis padres viven en Siria. Este año conseguí volver a mi país amado.
Zhaklín
© SPUTNIK / ZHAKLIN BABIEVA
Zhaklín

"¡No les dejo salir a ningún lado, no irán a Siria!"

La última vez que estuve en Siria fue hace tres años y medio. Fue en enero de 2014. Si soy sincera, puedo decir que ahora no tenía miedo de viajar, había decidido desde enero que este año tenía que ir a Siria. Mi marido, Seva, que es ruso, tampoco se veía asustado por tal perspectiva porque a través de mí ha llegado a saber muchas cosas sobre la situación en Siria. Leemos los medios árabes y no solo los medios, sino también las publicaciones en las redes de los vecinos sirios, de mis amigos.
Zhaklín y Seva
© SPUTNIK / ZHAKLIN BABIEVA
Zhaklín y Seva
Fue todo un drama cuando Trump habló del posible ataque de EEUU y toda la coalición contra Siria. Mi suegro, el padre de Seva, nos dijo: "¡No les dejo salir a ningún lado, me comeré sus pasaportes, no irán a Siria!".  Nos dio mucho trabajo convencer a los padres de mi marido de que nuestro viaje sería seguro, de que mi padre no habría asumido la responsabilidad por nosotros si de verdad fuera peligroso, porque soy su hija, la única hija, y me ama.
En este sentido puedo decir que resultó más difícil convencer a los familiares y a la gente cercana.  Los amigos y colegas de mi marido reaccionaron muy duramente a nuestra idea de viajar a Siria, como si Seva se dirigiera a su último destino.
Sin embargo cumplimos con nuestro sueño y tomamos este verano un vuelo directo de Moscú a Damasco, para volver a ver mi segunda patria.

El camino a casa

Llegamos a Damasco y de allí fuimos a Latakia. Me gustaría enfocarme un poco en describir el camino. Claro que me imaginaba que los suburbios de Damasco y las afueras de la ciudad estarían destruidos,  pero no esperaba lo que vi. Primero vas en taxi desde el aeropuerto capitalino a la estación central de autobuses y todo parece estar bien: reconoces tu ciudad tan amada, las calles etc. Pero cuando te acercas más a la zona suburbana de Damasco, de repente ves unos barrios enteros borrados de la faz de la Tierra. Si soy sincera, las primeras impresiones de estos paisajes me resultaron raras, difíciles de explicar.

Se me saltaban las lágrimas porque recordaba bien el camino tal como era antes: las casas buenas de la gente rica. Ya después del viaje me dediqué a buscar fotos antiguas de este lugar, en un intento de resucitar recuerdos de una vida en paz.
Después, el camino cambia de repente cuando pasas a Homs y cruzas la zona donde termina el desierto y comienza el clima mediterráneo. Aquí las casas son completamente distintas, se nota que casi nada ha sido destruido. Incluso mi esposo se dio cuenta de que era un paisaje bien diferente de lo que vimos al principio del viaje, era un paisaje que daba una fuerte sensación de calma.
Al ver cómo había cambiado mi país se me saltaban las lágrimas… era un sentimiento confuso. Por un lado, son las lágrimas de una tristeza que hace años se apoderó de nuestras almas, sin embargo, por otro lado, son lágrimas de alegría, porque al menos allá, en Latakia y la zona mediterránea ya se acabó todo, no hay más combates. Solo hace medio año mi madre me contaba que cuando estaba con mi padre en Damasco en un café, podía oírse bien el ruido de las armas, de batallas cuyo escenario era el suburbio de la capital.

Ahora ya no es así, cuando pasas esta zona entiendes bien que ahora todo está tranquilo. Hay muchos controles de paso en el camino, donde revisan los documentos, no obstante, estos controles provocan en ti una sensación de seguridad y ya no de temor o pánico.
La capilla de Santa María del Milagro. Se ubica en una aldea en el camino Latakia-Kassab. Según cuenta la leyenda, hace 100 años los vecinos de este pequeño pueblo se enfrentaron con el problema de la escasez de agua. Estuvieron mucho tiempo sin encontrar un pozo de agua, la aldea entera casi había perdido la esperanza cuando una de las vecinas soñó con Santa María que le indicó el lugar. Al día siguiente la mujer relató lo que había soñado y encontraron agua dulce en el lugar indicado. En agradecimiento a Santa María los vecinos construyeron una capilla en su honor. s los vecinos de este pequeño pueblo se enfrentaron con eLa capilla de Santa María del Milagro. Se ubica en una aldea en el camino Latakia-Kassab. Según cuenta la leyenda, hace 100 años los vecinos de este pequeño pueblo se enfrentaron con el problema de la escasez de agua. Estuvieron mucho tiempo sin encontrar un pozo de agua, la aldea entera casi había perdido la esperanza cuando una de las vecinas soñó con Santa María que le indicó el lugar. Al día siguiente la mujer relató lo que había soñado y encontraron agua dulce en el lugar indicado. En agradecimiento a Santa María los vecinos construyeron una capilla en su honor.
© SPUTNIK / ZHAKLIN BABIEVA
La capilla de Santa María del Milagro. Se ubica en una aldea en el camino Latakia-Kassab. Según cuenta la leyenda, hace 100 años los vecinos de este pequeño pueblo se enfrentaron con el problema de la escasez de agua. Estuvieron mucho tiempo sin encontrar un pozo de agua, la aldea entera casi había perdido la esperanza cuando una de las vecinas soñó con Santa María que le indicó el lugar. Al día siguiente la mujer relató lo que había soñado y encontraron agua dulce en el lugar indicado. En agradecimiento a Santa María los vecinos construyeron una capilla en su honor.

La otra Siria

Ahora todo el mundo solo sabe sobre la Siria de guerra, pero existe también la otra Siria, la Siria que sigue viva. Así, por ejemplo, todos los hoteles de Latakia se encuentran reservados hasta finales de verano, ahora es muy difícil encontrar algo para hospedarse, algún chalé, o esas casitas que se ubican al lado del mar.
La costa mediterránea de Siria.
© SPUTNIK / ZHAKLIN BABIEVA
La costa mediterránea de Siria.
Es curioso que antes de la guerra fuera la gente del golfo Pérsico la que solía pasar las vacaciones aquí, ahora los fines de semana —de viernes a domingo— son carros de Damasco, Alepo o Homs los que invaden la ciudad para disfrutar del clima mediterráneo. Es una buena señal de que la gente vuelve a la vida normal, vuelve a disfrutarla. Sin embargo, la situación con el turismo se ve afectada por que ahora todo es mucho más caro para los sirios por culpa de la inflación.
No obstante, creo, que los sirios son una gente imposible de ser vencida, gente con una visión muy optimista respecto a la vida y la capacidad de crear algo bueno de la nada. Puedes no tener dinero, sin embargo, siempre conseguirás encontrar comida. Igual que la gente encuentra una manera de viajar.
Ugarit fue una antigua ciudad portuaria. Además de tener gran importancia para toda la historia de Oriente Medio, está ciudad en el litoral de Siria  ha perpetuado su nombre en la memoria de los hombres  porque en esta población fue inventado uno de los utensilios más preciados de la civilización: el alfabeto. La importancia del ugarítico se debe a su relación con la Biblia, ya que muchos de los textos encontrados han ayudado a comprender mejor el Antiguo Testamento.
© SPUTNIK / ZHAKLIN BABIEVA
Ugarit fue una antigua ciudad portuaria. Además de tener gran importancia para toda la historia de Oriente Medio, está ciudad en el litoral de Siria ha perpetuado su nombre en la memoria de los hombres porque en esta población fue inventado uno de los utensilios más preciados de la civilización: el alfabeto. La importancia del ugarítico se debe a su relación con la Biblia, ya que muchos de los textos encontrados han ayudado a comprender mejor el Antiguo Testamento.
Fuimos a Latakia, Damasco, Baniyas, donde también hace dos o tres años tuvieron  lugar los enfrentamientos. Pasamos por Tartus. Vimos los bonitos paisajes de las montañas en Kessab, que se ubica en la zona fronteriza con Turquía y que pasó los años del genocidio contra los armenios —históricamente residen en esta ciudad— y fue casi demolida por el Frente Al Nusra durante la guerra.
Fuimos también a otra ciudad en las montañas de donde se ve Idlib, donde ahora se encuentran los radicales y terroristas. Todo parecía tranquilo. Es decir, si tú estás con tu familia o con amigos en un restaurante no ves nada, no se escuchan los tiroteos. Sin embargo, mis familiares nos pidieron que no nos asustáramos si escuchábamos algo por el estilo, porque los terroristas están lejos, simplemente la buena acústica del lugar hace que se oiga bien.
La fortaleza de Saladino cerca de Latakia.
© SPUTNIK / ZHAKLIN BABIEVA
La fortaleza de Saladino cerca de Latakia.
Disfrutamos también de las lindas playas cerca de Latakia, de los antiguos castillos, como por ejemplo la fortaleza de Saladino que está inscrita conjuntamente con el Crac de los Caballeros desde el año 2006 en el Patrimonio de la Humanidad de la Unesco y refleja la parte de la historia de Siria relacionada con las Cruzadas.
El castillo de Margat, un fortín localizado cerca de Baniyas, a dos kilómetros de la costa mediterránea. Fue fortificado por primera vez en 1062 por los musulmanes y después sirvió como uno de los bastiones principales de los Caballeros Hospitalarios.
© SPUTNIK / ZHAKLIN BABIEVA
El castillo de Margat, un fortín localizado cerca de Baniyas, a dos kilómetros de la costa mediterránea. Fue fortificado por primera vez en 1062 por los musulmanes y después sirvió como uno de los bastiones principales de los Caballeros Hospitalarios.
Siria sigue siendo un país de precios módicos para los turistas, un taxi en Latakia cuesta 75 céntimos de EEUU, la comida es barata. Supongo que en cinco o siete años, si se acaba la guerra, Siria será todo un paraíso para los turistas rusos y no solo para ellos.  Así, para Rusia, Siria podría sustituir a aquellos países que solíamos escoger para pasar las vacaciones como Turquía y Egipto.
La costa mediterránea de Siria.
© SPUTNIK / ZHAKLIN BABIEVA
La costa mediterránea de Siria.
Por lo que sé, las empresas rusas han celebrado varios contratos para la construcción de hoteles en Siria. Todo se debe a que este país árabe dispone de playas maravillosas, de patrimonio histórico y arquitectónico, la comida es muy rica y la gente de verdad ama a los rusos.
La comida es un tema para hablar. La extrañaba mucho. Mi padre me compró unas empanadas hechas en un tandur —un horno con forma cilíndrica— especialmente para el día de mi llegada. Eso fue con lo que soñé los últimos tres años. A mi esposo también le encantó toda la comida, especialmente la shawarma.
Como era su primera vez en Siria esperaba ansiosamente su reacción. Y me alegré de verlo tan satisfecho en este viaje. Hubo un momento muy interesante que le impresionó, cuando llegamos a un restaurante de Damasco a las cuatro de la mañana y estaba llenísimo de gente,  las mujeres estaban solas, unas llevaban el pañuelo tradicional, otras no —una imagen buena de la situación de las mujeres en los países árabes—. Aquí las mujeres sí que salen solas, hasta a las 4 de la mañana, fuman shisha, disfrutan de la buena charla y se sienten bien. La vida realmente está volviendo a las ciudades sirias y eso me alegra mucho.
Nos trataron muy bien en Siria, cuando la gente se enteraba que éramos de Rusia nos decían "gracias a Rusia, sean bienvenidos aquí". A mi esposo muchas veces le tomaban por militar ruso y le agradecían aún más.  Así es la gente en Siria.

Los otros sirios

La guerra cambia muchas cosas y en las personas también. ¿Se puede decir que el carácter de los sirios ha cambiado por la guerra? Lo comparo con lo que vi hace tres años y medio, cuando llegué a Siria después de pasar un año y medio sin verlo. Estaba muy triste y lloraba mucho porque en aquel entonces se notaba cómo estaba cambiando la gente. Cómo se hicieron más crueles, más suspicaces. En general los sirios se caracterizan por ser muy amables, confiados, generosos. Jamás cerraban las puertas al salir de casa, dejaban los vehículos abiertos. Les encontré en mi penúltima visita muy diferentes, muy suspicaces, principalmente con los extranjeros.
La fortaleza de Saladino cerca de Latakia, está en la lista del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco y refleja la parte de la historia de Siria relacionada con las Cruzadas.
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La fortaleza de Saladino cerca de Latakia, está en la lista del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco y refleja la parte de la historia de Siria relacionada con las Cruzadas.
Ahora vuelvo a ver mi Siria de antes, una Siria con la gente que poco a poco vuelve a abrirse más. También los sirios se acostumbran a la guerra. Igual que yo. En lo que va de estos siete años me hice inmune a las noticias sobre Siria. Los primeros años lloraba sin consuelo, porque sentía que no estaba en el lugar donde debería estar, quería comprar pasajes para ir a Siria, para hacer algo, ayudar a mi país, porque había cambiado de tal manera que de verdad no lo reconocía.
Ahora no leo noticias, me dedico más a leer lo que escriben mis amigos, conocidos, los blogueros sirios, es decir, la gente que vive allá. Con los años, me endurecí, por lástima. Claro que me entristece toda la situación en mi país, que me duele muchísimo que no puedo hacer nada, quiero emplear todos mis esfuerzos para recuperar Siria, he aprendido que lo malo pasa cada día y un día todo se acaba, si Dios quiere.
Los sirios que viven en el país en este aspecto son igual que yo. Hablamos con uno que vive en la casa que resultó dañada por uno de los Tomahawk de Trump. Le pregunté cómo es despertarse por la noche por que te bombardeen. Me respondió que en cuanto vieron que todos estaban bien y que la casa no se vio muy afectada, se volvieron a dormir. Lamentablemente o por suerte —no lo sé— en un momento dejas de ser sensible a estas cosas.

Hace un año y medio entre la gente reinaba la convicción de que la guerra jamás se terminaría, y ahora nos falta liberar solo Idlib y todo estará bien. Mi esposo y yo estábamos en Siria cuando se produjeron los atentados terroristas en Suwaida, se saldaron con más de 200 víctimas mortales, sin embargo, eso no consiguió doblegar la voluntad del pueblo.
  • Vista de la ciudad de Baniyas.
  • Vista de la ciudad de Baniyas desde el castillo Margat.
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© SPUTNIK / ZHAKLIN BABIEVA
Vista de la ciudad de Baniyas.
Entienden que van a pasar cosas así, no obstante queda muy poco para que  nuestra Siria quede libre de terrorismo y pueda volver a la vida normal. Veo a mi pueblo muy animado por que comienzan a reconstruirse las ciudades, Alepo, Homs, los migrantes internos vuelven a sus casas y me alegro de que mi pueblo vuelva a ser tal como siempre ha sido.

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