jueves, 30 de agosto de 2018

Astillero
Control del Congreso, ¿para qué? // Pleno dominio de Morena // Opositores menguados // ¿Cambio profundo y real?
Julio Hernández López
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▲ NUEVOS TIEMPOS. Olga Sánchez Cordero, ex ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y próxima titular de Secretaría de Gobernación, saluda a Napoleón Gomez Urrutia durante la instalación de la 64 Legislatura en el Senado, a la cual ya pertenece el líder minero
.Foto Marco Peláez
L
a conformación del nuevo Poder Legislativo federal es altamente propicia para la realización de los proyectos que deseen impulsar el presidente (hoy electo, ya formal en tres meses más), Andrés Manuel López Obrador (AMLO), y el partido dominante, Morena. Y justamente en esa inusitada fortaleza, con el control pleno y apabullante de los órganos directivos y de las mayorías aritméticas simples, está el gran reto de que este nuevo mapa político de las élites legislativas cumpla las amplias expectativas de cambio positivo que se expresaron en las urnas el pasado primero de julio.
Una primera vista a las figuras más relevantes de la entusiasta jornada de instalación de las cámaras de diputados y senadores podría dar la impresión de que poco ha cambiado el rejuego partidista. Parecerían ser algunas de las mismas caras de siempre, los mismos rituales y el mismo boato representativo, aunque el poder acumulado y a ejercer por cada uno de los partidos es radicalmente distinto: esta vez, varios de quienes antes fueron entusiastas tribunos opositores destinados al desdén numérico ahora tendrán el apoyo de una mayoría aplastante y, en contrapartida, varios de los antiguos mandamases ahora navegarán con banderas disminuidas y naves apocadas.
En una fotografía tomada en uno de los pasillos de la sala de sesiones de San Lázaro (donde se realizó la instalación del Congreso, en sesión general) podía verse al nuevo jefe político de esa cámara, el zacatecano Ricardo Monreal (aunque esa jefatura tiene como implacable contrapeso a Martí Batres, quien preside la mesa directiva), junto a otros personajes de sonrisas reales o fingidas y de poderíos recortados.
En realidad, ninguno de los coordinadores de los demás partidos están en condiciones políticamente aptas para darle combate al nuevo imperio de Morena: Miguel Ángel Mancera coordina al puñado del devastado PRD y se sabe en la mira política del ebrardismo ahora resurrecto; Damián Zepeda, el panista que maniobró al estilo de Ricardo Anaya para virtualmente autodesignarse coordinador, tiene encima una rebelión interna que busca cancelar su nombramiento; Miguel Ángel Osorio Chong encabeza una bancada priísta de dimensiones caricaturales en comparación con los viejos tiempos ya idos y, para colmo, con divisiones internas; Dante Delgado está en riesgo de que un resultado adverso al Movimiento Ciudadano, en Nuevo León (en el caso de Samuel García), le quite el escaño. Y los asientos del PES y el PT parecen predispuestos a engrosar la mayoría morena. En el Verde, Manuel Velasco Coello está en alianza con el obradorismo y tiene en su agenda la intención de ocupar más adelante un cargo en el gabinete federal, si es en Bucareli, mejor. Ah, por cierto, un nuevo estribillo de lucha popular se estrenó ayer por parte de un grupo de porristas (una especie de Sonora Minera) que entonó: ¡Es un honor/ estar con Napoleón!
Los diputados federales tienen a su máximo coordinador en Mario Delgado (Monreal en el Senado y Marcelo Ebrard en San Lázaro, éste a través de Delgado). La figura histórica es Porfirio Muñoz Ledo, a quien se elegiría como presidente de la mesa directiva y, en esa función, le tocará colocar la banda presidencial en el pecho de López Obrador el próximo primero de diciembre. Figura polémica, político de claroscuros, ave de tempestades, Muñoz Ledo podría encarnar justamente el gran enigma de la nueva concentración de poder (el Ejecutivo y, virtualmente, el Legislativo): continuidad de las reglas e intereses del sistema, con nuevas formas, pero sin cambios profundos o, por el contrario, la utilización plena de una aritmética legislativa, nunca antes vista en formaciones opositoras, para realizar transformaciones legales penetrantes y verdaderamente radicales, que den pie al cumplimiento enérgico de esos nuevos mandamientos por parte del jefe real y destinatario personal de las aspiraciones ciudadanas de cambio, un López Obrador que ahora tendrá todo, en términos de la estructura del sistema, para dar un gran giro positivo a nuestro país.
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