Keynes todavía afecta
“La
orientación que habré de dar al crecimiento económico se enmarca en una política
que impulse el libre mercado pero con sentido social, que realmente
permita lograr desde el crecimiento económico (…) la inclusión de la sociedad
dentro de esta generación de riqueza”
Dicho por
Peña Nieto hace unos dias en reunión con los integrantes del
Consejo Coordinador Empresarial.
Regresamos, o
mejor permanecemos, en la equivocada convicción económica que desde muchos años,
de cuando en el 1936 John Maynard Keynes, luego Lord Keynes, la expuso en su
“Teoría general del empleo, el interés y el dinero” nos
afecta.
La
convicción que los funcionarios públicos, al contrario que los empresarios con
intereses propios, tendrán una “visión de futuro” y mostrarán una “inteligencia
colectiva”.
Y el concepto
del “capital social” de la economia afirmando que con
estímulos a los gastos, aunque hechos en déficit presupuestario, se
habría podido aumentar la inversión productiva, así incrementando
el capital social y la ocupación.
Esta era la
“Revolución Keynesiana” carente de
conceptos reales pero rica de palabrabras cautivadoras: la macroeconomia, el
gasto agregado, el efecto multiplicador, hasta decir que
la expansión del crédito lleva a cabo
“el milagro [...] de convertir una piedra en pan”.
Hume y Mill se revolvían
en la tumba…
La solución
de Keynes para el crecimiento y el desempleo era la inflación. Igual que para
todos lo gobiernos que hemos tenido en el mundo después de
el.
Hace tiempo,
hasta la fin de la segunda guerra mundial, el déficit del estado solamente
surgía en los tiempos de guerra; el
superávit en los tiempos de paz y esto venía invertido para repagar las deudas. El endeudamiento a largo plazo era
considerado tanto económicamente imprudente como inmoral: el coste era una carga
sobre futuras generaciones que no tenían ni voz ni voto en el
asunto.
El legado de
Keynes ha sido el de romper con la antigua y tácitamente aceptada “constitución
fiscal”, por la cual los políticos se comportaban con respecto al presupuesto
público de una forma muy similar a como lo hacen las familias con su
presupuesto.
“Lo que es
sabiduría en la gestión de una privada familia, difícilmente puede resultar
locura en el gobierno de un grande estado” ya había dicho Adam
Smith.
Sobre este
asunto es instructivo releer James M. Buchanan el gran economista de la
Public Choice (Teoría de la Elección Pública) que también tuvo el
mérito, en su obra “El cálculo del
consentimiento” del 1962 (ya pasaron cinquenta años
pero el mito del estado y de la política no fue afectado), de aclarar el
comportamiento de los politicos en la gestion de la finanzas publicas conforme a
su propia utilidad personal en el breve término: la reelección.
“Quitándonos las ‘gafas rosadas’ -según sus propias palabras- con las que
percibimos a la política, podremos verla como lo que realmente es”.
La obra a la
cual me refiero es Democracy in deficit
(Democracia en déficit: El legado político de Lord
Keynes) en la cual Buchanan apunta la responsabilidad a John Maynard Keynes de
haber aflojado las bridas a los políticos: animados del mensaje keynesiano y con
el respaldo y la justificación intelectual de una
alabada teoria “cientifica”, pudieron gastar a manos llenas sin ningúna
necesidad de impuestos.
El hecho es
que a los políticos les encanta el déficit porque gastar el dinero en beneficio
de sus electores les hace ganar votos, pero subir los impuestos les resta votos:
y los políticos son siempre buscadores de votos.
Pero la
creciente evidencia histórica atinente a las consecuencias de sus ideas no puede
más ser ignorada.
Buchanan nos
demuestra como las politicas keynesianas de deficit
spending, o gasto en déficit, del 1931 hasta el
1976 hayan llegado a los EEUU a una terrible estanflación (alto desempleo y alta inflación en el
mismo tiempo), desmentiendo el asunto keynesiano.
Pero Keynes,
ya muerto en el 1946, no pudo ver el resultado de sus teorias. Lastima que nos
dejó un montón de
keynesianos...
Las politicas
irresponsables en aquella situacion fueron las mismas de las que hoy de varias
partes (FED, BCE, FMI) vienen evocadas: no sirve cuadrar el balance y entonces
más gastos en déficit, más emisión de moneda-papel.
Todo
claramente ad maiorem gloriam de los
politiqueros.
Keynes y sus
politicas todavia imperan, en todo el mundo.
Pero los
políticos, en fin de cuentas, no son monstruos egoístas que cumplen
engañandonos. Al contrario, actúan respondiendo a los electores, y las culpas,
antes que de ellos, son de nosotros los electores: la locura de ellos, los
politicos, es nuestra locura, la de los electores
Rr Taccuino
Rr Taccuino
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