Bajo la Lupa
Ejecutivo de Wall Street gana $12 millones/hora; obrero mexicano $7/hora: 1.7
millones veces más
Alfredo Jalife-Rahme
Un teclazo en una
súper computadorade los grandes bancos de Wall Street es susceptible de arrasar con todo el PIB de una economía de un paísFoto Ap
E
n su estrujante ensayo Chris Hedges, premio Pulitzer, sobre el
Colapso de la globalización(ver Bajo la Lupa; 10/10/12), apunta que
la finalidad de las trasnacionales no es alimentar, vestir o dar vivienda a las masas, sino desviar todo (sic) el poder económico, social y político y la riqueza en manos de una diminuta élite plutocrática. Es crear un mundo en el que los jerarcas ganen 900 mil dólares la hora (¡súper-sic!), mientras una familia trabajadora de 4 miembros luchen para sobrevivir. La élite plutocrática alcanza sus metas de cada vez mayores ganancias al debilitar y desmantelar las agencias de gobierno y al capturar o destruir las instituciones públicas¡Irrefutable!
El contraste aplastante (¡1.7 millones de veces!) entre los 900 mil dólares
por hora (equivalentes a 12 millones de pesos) –que subsume el dominante mundo
financierista anglosajón– y los siete pesos por hora de la reforma laboral
neoliberal de Felipe Calderón y Jorge Lozano, en colusión con el sector
tecnocrático entreguista del PRIAN –que epitomiza la esclavitud
económico-mercantil-social de un mundo de neoesclavos de la
semiperiferia/periferia sojuzgada por las finanzas globales de la bancocracia de
Wall Street y la City– fue motivo de mi ponencia en la conferencia internacional
tri-regional –Latinoamérica, Asia y África– de la Copppal (youtube.com/watch?v=JgX
u3Yxz87I) para advertir las ominosas vulnerabilidades financieristas de
Latinoamérica que pueden descarrilar su impresionante desempeño
convencional.
El mundo virtual del ciberespacio financierista controla por lo menos el
equivalente de 20 veces toda la economía real de bienes y servicios –sin sus
finanzas apalancadas mediante los ominosos derivados financieristas: las bombas
financieras de destrucción masiva según Warren Buffett, el
Sabio de Omaha. Así las cosas, resulta que el mundo real de bienes y servicios (sin las finanzas apalancadas) representan, con su corolario mercantilista y su explotación masiva laboral cada vez más pauperizada debido a la tripleta deslocalización (outsourcing-automatización-robótica), la plataforma de la
vieja economíaque sirve a multiplicar las finanzas en forma estratosférica en Wall Street: lo cual se subsume en última instancia en el abismo diferencial entre el salario de un banquero de New York y la miseria laboral del obrero mexicano que invita e incita a la catástrofe de una revuelta global.
Un teclazo financierista de un solo nanosegundo en una
súper computadoraque posea uno de los grandes bancos de inversiones de Wall Street es susceptible de arrasar con todo el PIB de una economía real de un país con todo y su subyugado
mercado laboral.
En un aleccionador ensayo en el New York Times (13/10/12), Chrystia
Freeland –editora de Thomson Reuters Digital y autora de Plutócratas.
Ascenso de los nuevos súper ricos globales y la caída de los demás– expone
impecablemente
La auto-destrucción del uno por ciento, en alusión a la vilipendiada plutocracia global que ha expuesto Ocupa Wall Street:
Somos 99 por ciento del planeta.
Chrystia Freeland narra la experiencia de Venecia en el siglo XIV,
una de las ciudades más prósperasde la Europa de entonces, en “cuyo corazón de sus economía se encontraba la colleganza, una forma de conjunta compañía bursátil creada para financiar una sola expedición comercial”.
Aduce que
su brillantez (sic) provenía en que abrió su economía a nuevos entrantes, permitiendo que los emprendedores tomadores de riesgos (sic) compartieran el lado financiero (sic) con los comerciantes establecidos, quienes financiaban sus viajes mercantesde lo que se beneficiaban las élites de Venecia que como toda
economía abierta (sic) solía ser turbulenta (sic).
Cuando en 1315, la Ciudad-Estado Venecia se encontraba en su pináculo, “la
clase alta operó para cerrar sus privilegios poniendo una cerrazón formal a la
movilidad social mediante la publicación del Libro D’Oro, registro
oficial de la nobleza de la reinante oligarquía”.
Mismo axioma de secuencia transecular: apertura económico-financiera,
cerrazón social (con murallas tecnificadas y drones).
La cerrazón (la serrata) política se volvió también económica (sic)
“bajo control de los oligarcas. Venecia cortó gradualmente sus oportunidades
comerciales a los nuevos entrantes con la abolición de la colleganza”
(su bolsa), cuando las élites reinantes actuaban en su inmediato interés
personal”. Teorema clásico muy estudiado: las élites son más ciegas cuando más
lucran.
Se puede criticar a Chrystia Freeland su ultrarreduccionismo binario
unidimensional entre
aperturaeconómica y la serrata (
cerrazón). Juzga que la serrata fue el inicio del fin de la oligarquía mercantilista-financierista de Venecia y su prosperidad cuando en
1500 su población fue menor a la de 1330. Incluso –en una narrativa casi fílmica de Luchino Visconti–
en los siglos XVII y XVIII, el resto de Europa crecía mientras la Ciudad-Estado continuaba su retraimiento. Su otra unidimensionalidad demográfica, parámetro incontorneable, es muy debatible como reflejo de la decadencia.
Chrystia Freeland cita el libro Por qué los países fracasan. Orígenes del
poder, prosperidad y pobreza, de Daron Acemoglu y James A. Robinson,
quienes arguyen, también en forma muy discutible, que el binomio del éxito y el
fracaso depende de la dicotomía de las instituciones gubernamentales entre
incluyentes–
brindan acceso a cada uno con oportunidades económicasy
extractivas–
control de las élites reinantes cuyo objetivo es extraer el máximo de riqueza del resto de la sociedad. Aducen que
seguido (sic), una mayor inclusión crea mayor prosperidad, lo cual crea incentivos para una mayor inclusión¡Si todo fuera tan sencillamente binario! ¿Y las guerras?
Ahora está de moda la ciclicidad marxista, como anticipó el genial
historiador Eric Hobsbawm, y Chrystia Freeland se pliega a su destino
inexorable:
el futuro predicho por Karl Marx, quien escribió que el capitalismo contiene las semillas de su propia destrucción. Y es el peligro que enfrenta hoy Estados Unidos, conforme el uno por ciento extrae de los demás y persigue una agenda económica, política y social que ahondará la brecha todavía más.
A su juicio, la serrata estadunidense es más aterradora a escala del
abismo educativoentre pudientes y desposeídos. Cita que los
economistas (sic)señalan que el malestar de la clase media es en gran medida consecuencia de la globalización y del cambio tecnológico”.
Recuerdo aquel vibrante artículo de Der Spiegel que demostró como la
globalización había destruido a la clase media de Estados Unidos (y del
mundo).
Aquí Chrystia Freeland se enreda con su obsesión mercantilista de la apertura
y su
Estado incluyente–que salpica con una teología
culturalde la
raza blanca trabajadoray sus tradicionales valores conservadores de antaño, según el Evangelio de Charles Murray– con los resultados cataclísmicos de la globalización cuyo aspecto deletéreo especulativo evade desde la Venecia del siglo XIV hasta el financierismo anglosajón de Wall Street y la City del siglo XXI más desregulado que nunca: el cáncer incurable de la seudo-civilización
occidental.
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