El comandante, sus tropas y la sanación
Jorge Carrillo Olea
Una sorpresa más con
muchos fondos es la que dio el presidente electo el domingo 25 en el
campo militar. Reunido con 30 mil miembros de las tres fuerzas armadas
cuyo promedio de edad sería quizá 20-24 años, los encendió de manera no
registrada. No fueron los edulcorantes y vacíos discursos del Día del
Ejército, no. AMLO dio muestras de lo que puede lograr en su favor como
Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas al hacerles sentir sus dotes
de líder.
Atentos por casi una hora del discurso, los soldados fueron
aprobadores sonrientes, aplaudidores frenéticos y respondientes
eufóricos ante los últimos exhortos. Fue un acto que simplemente no se
había dado. El presidente electo cautivó a la tropa con su verso simple,
sus frases coloquiales, sus justas propuestas y su convocatoria a
seguirlo en esa lucha que se anticipa ciclópea contra la violencia. Un
lenguaje desconocido para los asistentes.
Por parte de la tropa, qué enorme diferencia de esas presencias
cansadas hasta el desmayo en actos que no entienden, a discursos que
nada les dicen, a oradores que siempre, sean los que sean, hasta los
cadetes oradores del 13 de septiembre, porque así se los imponen, acaban
loando al magnífico señor que nos preside, a sus obras majestuosas y a
su bondad infinita.
Los militares del domingo tal vez por jóvenes, que se prodigaron con
su próximo líder, no se conforman con las fórmulas artúricas que
fríamente los convocan a cumplir con el deber. Son jóvenes que sienten
venir el futuro y quieren saber más de él. Por eso consintieron al que
identificaron como un líder que tiene la singular virtud de
identificarse con los de abajo. Ellos que viven no sólo la existencia
difícil de su oficio sino los frecuentes abusos de poder de los que
nadie los defiende. Ellos que no tienen voz hallaron un interlocutor.
Por su parte AMLO reveló poseer un talante singular, inexistente
entre sus antecesores, rígidos, prosopopéyicos, que simplemente no
entendieron a la jodidez, y los soldados pertenecen a ella. Esos
antecesores, todos, al intentar hablar a sus ejércitos se referían como a
un ente vacío, inescrutable, a un espacio sideral y en el mejor de los
casos sólo hablaban para la tiesa jerarquía que es a la única que
conocen.
Ojalá para el bien de todos, del país, del propio presidente y su
gestión, que este tipo de dirigencia eficaz se convierta en una
constante y con variados mensajes. Ojalá que el presidente siga hablando
cara a cara con sus ejércitos. El olvido de pasados desatinos. La
sanación de una herida producida por AMLO durante la campaña. Por el
bien de todos es lo mejor.
Para el presidente AMLO destaca el que se haya hecho de un activo
político invaluable, de un aliado cuyo potencial es incomparable. Con la
presencia que adquirió ese día puede convocar al mejor esfuerzo, puede
exigir los mejores resultados haciéndolos compatibles con las mejores
conductas. Puede porque con ese acercamiento demostró su decisión de
ejercer el mando con dignidad y excelencia. Se ha hecho de un capital
que no tuvieron sus precedentes: el respeto moral de sus subordinados.
Él no será el personaje lejano, acartonado, inaccesible e
incomprensible. Ante ellos AMLO resultó un ser humano. Por eso los altos
mandos presentes arrugaban el ceño, otros sonreían desconcertados ante
la efectividad del arrojo.
A dónde va éste, es posible que pensaran. Estando ahí los futuros secretarios de Defensa y Marina es deseable que pronto tradujeran el cambio hacia adentro.
Para la opinión en general quizá el acto haya sido sólo uno más. Por
hoy se quedan cortos. No se rasca en el alcance de las consecuencias
que, dicho abiertamente, que sabiéndose de su intenso potencial, por hoy
no son tan claras. Lo indiscutible es que una vez más, AMLO mostró su
sagacidad, astucia, imaginación y capacidad para sorprender innovando.
Sus gobernados a partir de mañana deseamos que esas cualidades tan
singulares sean para el bien de la nación.
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