miércoles, 31 de octubre de 2018

¿Por qué Brasil votó así?
Alfredo Serrano Mancilla*
 
¿Por qué ganó Jair Bolsonaro con más de 57 millones de votos y 11 puntos de diferencia respecto del candidato del PT, Fernando Haddad? Esta pregunta se hace medio mundo tras el resultado electoral en Brasil. No hay respuesta sencilla ni basada en un único argumento. Son múltiples factores, algunos propios de un clima global y otros más ajustados al contexto nacional. Aquí se esbozan algunas ideas para comprender este fenómeno.
1. La volatilidad de las preferencias electorales. Cada día la realidad es más efímera. Todo cambia a una velocidad incomprensible. En la actualidad, con un simple clic somos capaces de cambiar de país, de conversación, de relaciones personales... Las nuevas tecnologías y las redes sociales permiten creer que todo se puede modificar en un segundo. Esto se va instalando como marco lógico hasta el punto de tener un poder de influencia mayor de lo previsto a la hora de tomar decisiones en otros asuntos. En lo electoral, en un contexto de crisis de representatividad de los partidos tradicionales, también está presente esta nueva manera de actuar, que se percibe en un patrón electoral volátil, en el que el voto se mueve de lado a lado sin tiempo real para que se produzcan grandes cambios estructurales en el medio. Un dato lo ejemplifica: Dilma Rousseff obtuvo casi 55 millones de votos hace cuatro años; ahora Bolsonaro, la antítesis, 57 millones.
2. Cuando la democracia ya es cualquier cosa. Decía Gilbert Rist que el desarrollo ya puede ser concebido como cualquier cosa porque el desarrollo es la construcción de una letrina allá donde se necesita, pero también es un rascacielos en una gran ciudad. Lo mismo puede suceder con el término democracia, cuando ésta se basa en un mínimo excesivamente mínimo. Así, tan vaciada de contenido, limitada a un voto cada cuatro años, sin importar nada más que eso, entonces, la ciudadanía puede llegar a frivolizarla tanto como cualquier votación que se produce para elegir al ganador de un reality show. Esta democracia tan banalizada, en forma light, es un terreno demasiado fértil para que los candidatos poco demócratas sean elegidos.
3. Una nueva cancha embarrada de juego. Vale todo. En el caso de Brasil, la elección se dio luego de un golpe parlamentario que arrebató a Dilma su condición de presidenta electa y con Lula, el candidato mejor valorado, en la cárcel. Además, como así también pasó en la campaña de 2014 con la muerte de Ocampo, esta vez apareció un hecho sospechoso: la puñalada que sufrió Bolsonaro, que tuvo un tratamiento mediático de telenovela con final feliz. Y tampoco hay que olvidar las fake news que se fueron propagando gracias a un control del uso de datos privados, de teléfonos, con el envío masivo de mensajes de WhatsApp. Se mire por donde se mire, en estos tiempos que corren, ya no hay elecciones en condiciones limpias.
4. Cuando gana lo auténtico y no lo políticamente correcto. Viendo a Bolsonaro, a uno se le caen todos los mitos del marketing electoral de los años recientes. Pareciera que nace un contramanual de Durán Barba. Ni globos de colores ni mensaje de felicidad eterna; ni ambientalismo ni animalismos. En el caso de Bolsonaro, así como ocurrió con Trump, venció lo genuino, el no disimular casi nada. Decirle al pan, pan, y al vino, vino. Un lenguaje más directo, sin rodeos, sin diplomacia, en el que la mayoría de la ciudadanía se siente reflejada.
5. El odio y el que se vayan todos. El hartazgo se impone. Se creó un clima de opinión, en gran medida provocado por los medios de comunicación, marcado por la animadversión y hostilidad. La corrupción fue una de las principales variables elegidas para crear un ambiente antipetista. Pero también se utilizó la elevada inseguridad, para construir ese sentimiento de repulsión contra el statu quo. En el caso brasileño, como así ocurrió con Trump, se impone cada vez más una propuesta del anti, del rechazo, del encono, buscando mayor sintonía con aquella sensación de infelicidad que tiene buena parte de la ciudadanía que vive en condiciones económicas y materiales muy negativas.
6. La mentira que nos contaron: era mejor no confrontar. Fue absolutamente desacertado creer que había un exceso de confrontación por parte de muchos líderes-presidentes representantes del progresismo latinoamericano. ¿Cómo encaja Bolsonaro en este paradigma? ¿Y Trump? Por lo visto, electoralmente, a la ciudadanía le agrada mucho más aquel político que interpela de frente en vez de ser una suerte de chicha ni limoná. Debemos distinguir mejor entre el porcentaje de imagen favorable y la verdadera intención de voto; e incluso puede ocurrir que se puede ganar elecciones a pesar de tener un alto porcentaje de rechazo en las encuestas.
7. El repliegue sobre el individuo. El Balón de Oro en futbol es casi tan importante como un campeonato; Messi es tan poderoso o más que un club de futbol. El personalismo en la política pisa fuerte. Es por ello que Bolsonaro no necesitó ni de partidos ni de ningún gran movimiento colectivo que lo arropara. Una suerte de superhéroe que muchos aspiran a ser.
8. Regresa el nacionalismo en la época global. Nunca dejó de ser un valor, pero ahora el nacionalismo retoma un papel más protagónico en una era donde todo es global. La gente busca mucho más aferrarse a algo cercano, a un referente más nacional. Bolsonaro lo logró mostrándose como militar, con un lenguaje de repulsión a todo lo extranjero.
9. El laberinto de nuestras burbujas. Un mal endémico es querer hacer análisis en función de nuestro particular focus group entre la gente más cercana que nos rodea. O mucho peor aún es preguntarnos lo siguiente: ¿por qué la gente vota a un fascista, homófobo que defiende a la dictadura? Esto es tener mal el foco de mira. ¿Por qué? Pues seguramente porque no hay 57 millones de brasileños y brasileñas que tienen esos mismos valores. Lo cierto es que cada quién tiene la información que tiene, que le llega por muchas vías diferentes, y no siempre es la misma que tenemos en ciertos círculos endogámicos en los que el deber ser, en lo ético y en lo político, prevalece por encima de cualquier mirada de lo que está ocurriendo en cada esquina.
Entre tantas otras, las razones aquí expuestas en su conjunto hacen que hoy estemos ante un país, Brasil, que ha elegido mayoritariamente a Bolsonaro, con 55 por ciento de los votos. Sin embargo, lo difícil está en otro punto: a partir de ahora saber cómo hacer para que no lleguen más Bolsonaros a ser elegidos presidentes de cualquier país.
*Director Celag

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