jueves, 24 de marzo de 2016

Astillero
 Carlos Salinas, sobreviviente
 Colosio y Camacho, extinguidos
 Más soldados a Mataulipas
 Pelean en el PRD por Corral
Julio Hernández López
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MONUMENTO A COLOSIO EN LOMAS TAURINAS. Monumento a Luis Donaldo Colosio en la Plaza de la Unidad y la Esperanza, en Lomas Taurinas, donde el 23 de marzo de 1994 fue asesinado el entonces candidato priísta a la Presidencia. Los habitantes del lugar afirman que cada año, con motivo del aniversario luctuoso, se da una manita de gato a la colonia, previa al arribo de distintas autoridades que acuden a la conmemoraciónFoto Cuartoscuro
L
as dos corrientes priístas que compitieron por la sucesión de Carlos Salinas de Gortari en 1994 (las encabezadas por Luis Donaldo Colosio y Manuel Camacho Solís) están políticamente extinguidas, mientras el eje del mal entendimiento de aquellas fechas, el mencionado ex presidente tan polémico, ha sobrevivido a la travesía por el desierto que le impuso Ernesto Zedillo, se acomodó a ventajas menores con Vicente Fox y Felipe Calderón y ha reverdecido con Enrique Peña Nieto, convertido ya no solamente en instrumento de ruda contención frente a la amenaza del populismo lopezobradorista, sino, marcadamente, en partícipe en el manejo indirecto del timón peñista tan a la deriva (aunque tan próspero en negocios privados) y en el diseño de escenarios para 2018, en los que el salinismo buscará tanto el acrecentamiento de su cosecha de puestos de primer nivel en un eventual gabinete priísta venidero como la consolidación de su poderío económico y mediático.

A veintidós años de la ejecución de Colosio puede decirse, así, que Carlos Salinas de Gortari logró el objetivo político que algunos segmentos de opinión consideraban estaba detrás de las maniobras maquiavélicas (la incentivada confrontación entre el candidato sonorense y su opositor interno, Camacho, por ejemplo) y los sucesos violentos de aquel año definitorio de 1994. Si fuera cierto que Salinas pretendía debilitar y doblegar a su hechura original, Colosio, para imponer un cacicazgo en el sexenio 1994-2000, establecer la relección presidencial y buscar nuevamente la silla de poder luego del paso condicionado por Los Pinos del nativo de Magdalena de Kino, puede decirse entonces que no pudo lograr a plenitud sus planes (sobre todo, a causa del brusco jalón de Zedillo para quitarse la pretensión del maximato carlista), pero sí logró una supervivencia física y política que le mantiene hoy en el tablero priísta de juego con varias posiciones en el gabinete (la sobrina Claudia en Relaciones Exteriores, la aliada Rosario Robles primero en Sedesol y ahora en Sedatu, y la vertiente tecnocrática encabezada por Luis Videgaray, que tiene como punto de origen a Pedro Aspe, el secretario de Hacienda de Salinas).

Obviamente, es imposible saber si Colosio (construido políticamente por la mano de CSG, entreverado con los personajes e intereses priístas dominantes, pero con una sensibilidad social distinta y deseoso de hacer cambios a partir de conjugar lo deseable con lo posible) habría dado un giro importante a la conducción del país en caso de haber llegado a la Presidencia de la República. No es suficiente suponer que su asesinato se debió justamente a que alteró o alertó a los grupos e intereses más oscuros del sistema respecto a eventuales cambios, así parecieran menores.

Lo cierto es que las dos alas más progresistas del equipo salinista, con Colosio y Camacho al frente, terminaron políticamente en la quiebra. Del grupo del sonorense, pocas figuras se mantuvieron en un cierto primer plano luego de la caída de su jefe. Camacho (ya difunto) acabó sumado al PRD, totalmente distanciado del salinismo, sin que su pasado le permitiera ganar la suficiente confianza para entrar en los círculos íntimos del lopezobradorismo o del chuchismo dominante en el sol azteca. Marcelo Ebrard fue portador de la estafeta del grupo camachista durante varios años, con asomos importantes a la posibilidad de un crecimiento significativo, no sólo como jefe del gobierno capitalino, sino como precandidato presidencial que cedió su momento, tal vez irrepetible, a López Obrador en 2012, para pasar luego al virtual exilio en París, con la carga pública de las irregularidades en la línea 12 del Metro como amago judicial que lo mantiene callado y distante, políticamente muy debilitado.

Este año, el calendario hizo que el aniversario luctuoso de Colosio fuese desatendido por el elenco priísta de primera línea, que en otras ocasiones suele realizar ceremonias protocolarias. En plena Semana Santa, la fecha del silenciamiento de Luis Donaldo no consiguió resonancia en los ámbitos oficiales. En realidad, los ribetes positivos del sonorense, el recuerdo del discurso en el que decía ver un México con hambre y sed de justicia, no encajan en el armado del poder actual, ni en el comportamiento del grupo peñista ni en los proyectos del salinismo sobreviviente y con ambición de futuro.

Tamaulipas es una entidad ganada a plenitud por la fuerza del crimen organizado. No hay gobernador estatal, sino una especie de olvidable administrador del aparato de gobierno (se llama Egidio Torre), retraído ante el verdadero poder de los grupos criminales pero alegremente dedicado al libre ejercicio del presupuesto estatal. El desastre del estado al que llaman Mataulipas no tiene solución por la vía militar, como se pretende ahora con el envío de 900 miembros de las fuerzas armadas a las zonas de fuego, sobre todo a la cada día más violenta Reynosa, pero también a la franja fronteriza compartida con Nuevo Laredo y Matamoros, más la capital, Ciudad Victoria, y el área de Tampico-Ciudad Madero, también muy caliente. La recuperación de Tamaulipas requiere de gobernantes distantes de la corrupción y de los grupos mafiosos, así como de la participación de una sociedad que no viva bajo el amago de las metralletas. Usar el Ejército para dar viabilidad a los comicios predeterminados para que gane el priísta enviado por Los Pinos, Baltazar Hinojosa, no abre camino a la esperanza de que cambien las cosas para bien de Tamaulipas, sino todo lo contrario.

Y, mientras en el PRD se desarrolla una disputa pública (¿auténtica, a consecuencia de la escisión de José Guadalupe Acosta Naranjo del grupo de Los Chuchos, o simulada, tratando de crear una disidencia útil?) a causa del apoyo de algunos perredistas al panista Javier Corral en la competencia por la gubernatura de Chihuahua, donde el sol azteca tiene como candidato a un expanista, Jaime Beltrán del Río, ¡hasta mañana, con la muerte de Fernando Solana Morales, quien fue secretario de Educación Pública y de Relaciones Exteriores!

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