jueves, 16 de mayo de 2019

México SA
Barones: de los gritos al amor // Indignados: que siempre sí


Una vez aclarada la jugada, de la gritería, del riguroso no, del inevitable desastre, ahora, jubilosos y frotándose las manos, los organismos cúpulas del sector privado dicen ¡presente!, y preguntan de a cómo será su rebanada en la construcción de la refinería en Dos Bocas, Tabasco.
Tras el anuncio del presidente López Obrador (declarar desierta la licitación para construir la citada refinería, porque las empresas participantes cotizaron por encima del tope fijado de 8 mil millones de dólares, se excedieron en el plazo de construcción y presentaron sobreprecios, por lo que, en consecuencia, la obra quedaría a cargo de la Secretaría de Energía y Petróleos Mexicanos), comenzó el cacerolismo de la cúpula empresarial, y, por tal decisión, al gobierno federal le llovió todo tipo de calificativos y apocalípticos presagios.
De las dirigencias de dichos organismos, de las consultoras afines y de sus siempre oficiosos jilgueros se escuchó: se trata de un proyecto costosísimo; resulta inviable; la Sener y Pemex no tienen con qué, pues carecen de experiencia en la construcción de ese tipo de obras; el presidente López Obrador está empecinado; la suya es una actitud caprichosa; las cosas pueden salir mal; costará muchísimo más de lo que dicen; será un desastre para las finanzas públicas; es un proyecto inseguro y altamente riesgoso. Indignados, pues.
(Por cierto, la Coparmex se animó a repetir, como lo hicieron los seis gobiernos neoliberales, que la construcción de refinerías es un negocio que ha sido históricamente poco rentable. Bueno, será poco rentable para México, porque sólo de Fox a Peña Nieto nuestro país importó combustibles por alrededor de 250 mil millones de dólares y esa voluminosa cantidad de dinero terminó en los bolsillos de aquellas refinerías foráneas que saben, y muy bien, que sí es un jugoso negocio).
Pero ¡milagro!: bastó que, en entrevista con La Jornada, la secretaría de Energía, Rocío Nahle, detallara que nunca dijimos que no había empresas nacionales con capacidad para construir la refinería, que Dos Bocas no será construida por Pemex, que esta empresa (junto con el Instituto Mexicano del Petróleo y la Secretaría de Energía) actuará como gerente de proyecto de la obra y que el gobierno federal convocará a firmas (privadas) nacionales y extranjeras, porque habrá licitaciones abiertas, invitaciones restringidas, asignaciones y todo lo que permita la ley, privilegiando tiempo y dinero”, para que el tono de los indignados se modificara radicalmente y como por arte de magia desapareciera el fantasma apocalíptico por ellos mismos vaticinado.
Los gritos, pues, sólo fueron indignadas manifestaciones de los señores cupulares de la iniciativa privada que quieren su rebanada del negocio, exigen ser parte del pastel presupuestario de Dos Bocas, tal cual acostumbraron a lo largo de los pasados seis sexenios, y algunos más, a lo largo de los cuales se hincharon de billetes, valiéndoles un carajo si la obra pública era buena o mala, si la dejaban inconclusa o toda mal hecha, si triplicaban presupuestos, aunque afectaran a las finanzas nacionales. Y sobran ejemplos de ello.
Es cuestión de echar números: a los barones infinitamente ricos, comenzando por los Forbes, quítenles las cesiones y concesiones de bienes de la nación; réstenles los jugosos cuan abundantes contratos de obra pública en la más amplia gama; cancélenles la voluminosa devolución de impuestos y demás facilidades fiscales; ciérrenles las rutas de corrupción que les generan más negocios y revóquenles la impunidad que los mantiene fuera de los penales. ¿Qué les queda? Probablemente un buen ahorro, pero nunca, ni lejanamente, las fortunas de ensueño que reportan ni el nivel de influencia política que manejan, todo ello, por cierto, en contra de la nación.
Las rebanadas del pastel
Dice la clásica que el que no chilla no mama, pero a los supuestos indignados les ha sido extremadamente redituable chiflar y tragar pinole al mismo tiempo. Son expertos.
Twitter: @cafevega

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