martes, 27 de febrero de 2018

…Y mandó a parar
José Blanco
 
Si AMLO mantiene la tendencia en la intención de voto que ha mostrado hasta ahora, Perogrullo invita a dar por hecho que será el próximo presidente de México. Si este hecho se produce, las causas eficientes no deben ser buscadas primordialmente en la personalidad o formación de AMLO, ni en la heterogénea composición de Morena, sino en lo que está a la vista: la crisis en las élites dominantes y el hartazgo y la muerte de toda esperanza, principalmente de los excluidos, respecto de esas mismas élites, que hoy se agrupan en el mundo del panpriísmo neoliberal, PAN-PRI-PRD-MC-PVEM-NA, todos apoyados por los gobiernos surgidos de esos mismos partidos y por múltiples fuerzas políticas fácticas, del mundo empresarial, del mundo mediático y de la mafia del poder: los Salinas y los Fernández de Cevallos. Falta saber, y se sabrá en las urnas, si ese hartazgo y esa desesperanza, vencerán al miedo. Un miedo que será cultivado a fondo por el mundo panpriísta, probablemente apoyado sin reservas por Washington. Ergo, la victoria de AMLO tendrá que ser muy amplia, porque el panpriísmo producirá no sólo todo el miedo y la confusión que le sea posible, sino que además será preciso derrotar con votos todas las inmensas trampas del inefablemente corrupto panpriísmo.
Si AMLO se alza con la victoria, sería indispensable, por el bien del futuro de la nación, una reforma profunda de las instituciones que sepulte de una vez por todas al Estado neoliberal. Y esta inhumación sólo será posible si las masas de excluidos que habrían llevado a AMLO a la Presidencia, el propio gobierno de AMLO las mantiene vivamente movilizadas en todo el territorio nacional, a fin de negociar, con esa fuerza consigo, las reformas que encuentren resistencia en el Congreso.
El trabajo de organización que ha venido desarrollando Morena tendría que ser multiplicado, sobre todo si, como parece creerlo firmemente AMLO, sólo el pueblo puede salvar al pueblo. Hasta el año pasado, AMLO habló en sus mítines, algunas veces, acerca de los círculos de estudio que Morena venía fundando. De ello nada se ha vuelto a oír. Muchos de esos círculos tendrían que ser un eslabón de la organización y movilización de los pueblos excluidos. Pero, más importante aún sería llevar a cabo ese trabajo de movilización en torno a programas ligados a las necesidades de pueblos y comunidades, desde un movimiento municipalista.
México vivió en un Estado oligárquico (1876-1911), que excluía a todos los paupérrimos mexicanos y también a la burguesía incipiente de principios del siglo XX. Pero vino la Revolución y mandó a parar. Emanó un Estado cuyo régimen político estuvo fundado en el apoyo de las masas trabajadoras, pero claramente autoritario, corporativo, presidencialista, con amplísimos poderes consagrados en la Constitución Política. La crisis de los años 30 metió a ese régimen en un callejón sin salida.
El gran mérito del cardenismo en aquella coyuntura fue haber sacado al país de ese callejón, reivindicando el programa reformista de la Revolución Mexicana, y el estilo reformista de plantear y solucionar los grandes y graves problemas que enfrentó el país y el propio régimen político. Acaso el juicio que puede hacerse de los gobiernos que siguieron al de Cárdenas, fue que no fueron tan ampliamente reformistas como el del general michoacano. Unos más otros menos, ninguno como el del cardenismo. Hasta que llegó el neoliberalismo y mandó a parar.
En el tercer mundo, después de Chile, donde el neoliberalismo fue implantado a sangre y fuego, siguió México, que lo instauró, ¡oh paradoja!, apoyado en las instituciones, visiblemente las corporativas, del régimen de la Revolución. Pero llegó la crisis y el agotamiento del modelo neoliberal, y mandó a parar. Un modelo que produjo corrupción inaudita, violencia enloquecida, impunidad cínica, desigualdad socioeconómica como nunca, economía reptante, entreguismo vergonzoso. De lo que presume Peña Nieto es de ¡crear las condiciones para que entrara al país más inversión extranjera que nunca!, que es de lo que va la política económica fundamental. No existe un programa de reformas, para el bienestar de la población ni para la integración social y económica de la nación.
La movilización, la organización y el efectivo y actuante consenso de masas en las diversas regiones del país, se alcanzaría mediante un programa extenso y profundo de políticas de reformas nacional-populares: esto es lo que enseña la historia de México. Y la historia no se repite, pero puede rimar.
Un programa que, además, debe echar lazos de alianza con otros movimientos nacional-populares que en el mundo brotan en nuestros días. Intentar ir más allá de un programa como el aludido, exige pasar antes, por el más acá, el momento de avance bajo ese programa. Un programa de lucha contra todo tipo de privilegios.
En años recientes ha surgido gran cantidad de movimientos regionales y locales, bajo una enorme variedad en sus formas y propósitos, algunos de los cuales han sido juzgados como ilegales. Y sus dirigentes, en algunos casos, encarcelados. La ceguera política, en casos como esos, no ve la raíz social y económica de los mismos. La ausencia de democracia municipal, el manejo centralista, discrecional, ilegal y bárbaro de los recursos por los gobernadores, la falta de seguridad, la falta de educación, la falta de todo, han propiciado esos movimientos, incluidos los ilegales. La descentralización y un fortalecimiento sustantivo de los municipios, puede hacer parte sustantiva en la lucha contra la ­desigualdad

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