PND: la ruptura
Pedro Miguel
Los planes de desarrollo
sexenales de las sucesivas presidencias neoliberales eran promesas de
buen comportamiento ante los organismos financieros internacionales y
los dueños de los capitales y, por ello, listados de buenos deseos
irrealizables en el ámbito social: el cumplimiento de las reformas
estructurales redactadas cuyo guion principal se redactaba fuera de
México implicaba la pérdida de derechos sociales y laborales así como el
debilitamiento del sector público; con ello el Estado quedaba
imposibilitado para desempeñarse como promotor de bienestar y se veía
reducido a gestor de la utilidad privada. A esos mamotretos se les
agregaban enunciados demagógicos y algunos conceptos extraídos de la
moda de la corrección política a los que se denominaba
ejes rectoreso
líneas de acción transversalesque habrían de ser guía de las acciones gubernamentales y las políticas públicas.
Así, el primer eje rector en el documento respectivo del calderonato (https://is.gd/nBg9Gd) era nada menos que el
estado de derecho y seguridad, un propósito irrealizable para un Ejecutivo federal que se aprestaba a firmar la Iniciativa Mérida, por la cual habría de recibir y acatar las directrices de Washington para hundir al país en un ciclo de violencia que aún no ha podido ser frenado. El PND de Peña Nieto (https://is.gd/53xnFb) ofrecía, por su parte, construir un México
en paz,
incluyentey
con educación de calidad, pero en su sexenio se agudizó la violencia, se profundizó la exclusión y la imposición de la llamada
reforma educativaoligárquica y privatizadora desembocó en uno de los más graves y enconados conflictos sociales de su sexenio.
Los diagnósticos contenidos en esos documentos eran obras maestras de
disociación o, cuando menos, de extremada cortesía para con el gobierno
antecesor: había problemas pero no responsables y resultaba imposible
encontrar una relación causal entre los vicios incrustados en el poder
público y las miserias nacionales enunciadas siempre entre las piadosas
veladuras del lenguaje tecnocrático.
Eso se acabó. El Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024 (https://is.gd/J4MCeo),
presentado esta semana, llama a las cosas por su nombre, se plantea una
ruptura con respecto al laberíntico idioma oficial que imperó hasta
diciembre del año pasado y se fija objetivos que resultarían imposibles
en la continuación del neoliberalismo oligárquico pero que, en la
dinámica transformadora aprobada por la ciudadanía el primero de julio
del año pasado, se aprecian como el resultado lógico del deslinde y el
cambio de rumbo en el que está empeñado el gobierno federal.
Desde luego, no se podría alcanzar un crecimiento de 4 por ciento en
2024 si el sector público de la economía siguiera condenado a subsidiar
la expansión voraz de los capitales privados, si se dejara intacta la
corrupción y si los recursos presupuestales no fueran rescatados del
saqueo y el pillaje y no experimentaran una reorientación general hacia a
la creación de bienestar, el impulso al mercado interno, el
fortalecimiento salarial y la vigencia general de los derechos
constitucionales; si no hubiera el propósito de recuperar la renta
petrolera nacional, devastada por la reforma energética peñista y si se
mantuviera una política fiscal que ha sido como un traje a la medida
para que las corporaciones y las fortunas personales practicaran la
evasión sistemática sin experimentar ninguna violencia. Las voces que
critican el nuevo PND por irrealizable permanecen ancladas en la visión
de los gobiernos disfuncionales que buscaban la prosperidad de cientos
o, a lo sumo, de decenas de miles, no el beneficio de decenas de
millones.
Acostumbradas a la simulación, esas voces han terminado por creerse su discurso de que
todos los políticos son igualesy a casi un año de la elección presidencial del año pasado siguen sin creer que la llegada de López Obrador a Palacio Nacional no fue un golpe de suerte personal ni resultado únicamente de una biografía de lucha, sino consecuencia de una gesta masiva y colectiva para cambiar el rumbo del país y poner por delante a las mayorías.
Hasta donde vamos en la Cuarta Transformación –cinco meses– las
acciones del nuevo gobierno empiezan a tomar forma, los programas
sociales estratégicos ya comenzaron a operar y en el curso de este año
se verán los primeros resultados del cambio de paradigma. En medio de la
incertidumbre –porque los grandes vuelcos sociales suelen avanzar en
formas que parecen contradictorias y a ritmos diferenciados, en
circunstancias en las que lo viejo no ha terminado de morir y lo nuevo
no ha terminado de nacer– México construye un orden posneoliberal y el
PND es una carta de marear y un guion general para esa tarea.
Twitter: @navegaciones
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