Los de abajo
El Tren Maya divide a las comunidades
Gloria Muñoz Ramírez
El mal nombrado Tren
Maya va extendiendo sus rieles sobre las comunidades, ésas sí mayas, de
la península de Yucatán. Sin consultarse pasó a la licitación, y sin
licitación ya se siente su presencia en los pueblos con la llegada en
los últimos meses de programas asistenciales que, siguiendo el manual
del despojo, empiezan a dividir a las comunidades.
Por estos caminos los pobladores coinciden en que no tienen
información, hasta los que dicen apoyar el proyecto confirman no contar
con más datos que los que aseguran que habrá trabajo y crecimiento para
todos. No se conocen impactos ambientales, ni el tipo de trabajo al que
podrán acceder, ni lo que implicará para ellos y ellas el impulso de una
industrialización que no pidieron.El debate no está en las vías del tren, sino en el impacto social, cultural, territorial y ambiental de este proyecto en la cotidianidad de las comunidades mayas que no son materia de decoración turística, sino espacios en los que se teje la vida aquí y ahora.
Por los caminos de este sur empiezan a surgir retenes anticonstitucionales en los que se instalan encuestadores de empresas particulares que detienen a los automovilistas para preguntarles cuánto gastan en gasolina entre Muna y Umán, por ejemplo. Después de conocer el gasto, les dicen si no quisieran pagar menos y mejor trasladarse en tren porque, afirman,
el tren maya será para ustedes.
Otra estrategia que se despliega es a través del programa federal
Sembrando Vida. Personeros del gobierno y de Morena ofrecen 4 mil 500
pesos mensuales durante seis años a quienes, literal, se suban al tren.
No falta el uso del histórico recurso priísta del reparto de
despensas casa por casa, comunidad por comunidad, como se hace en José
María Morelos, Quintana Roo, mediante una lista con credencial de
elector. Si están de acuerdo con el tren
no les faltarán beneficios como éstos, les dicen.
Hay quienes necesitan estos
beneficiosy por eso los aceptan; y otros que, como las jóvenes de Xk’éek’en, en Dzitnup, Valladolid, opinan que se trata de un tren destructivo y que
no hay por qué convertirse en sirvientes. Esto apenas empieza. Los mayas tienen la palabra.
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