La idea de Muñoz Ledo
José M. Murià
Mi maestro Gaos está
a punto de cumplir medio siglo de haber fallecido. Tenía 68 años y era,
según el sentir de la mayoría, una especie de punta de lanza del exilio
republicano español en México.
Su nombre solía encabezar las largas listas de prohombres con quienes
México se vio beneficiado al salvar la vida –en muchísimos casos– o al
menos de grandes penurias y haber dado a tantos miles de españoles de
gran valía, honradez y dignidad, la opción de vivir y trabajar
holgadamente en nuestro país.¿Por qué Gaos era el preferido? No lo sé, aunque sospecho que ayudó el hecho de que hubiera acuñado el término de transterrado para definir a quienes –como él mismo– sin renegar de su origen se comprometieron cabalmente con la realidad mexicana y la enriquecieron sobremanera.
Cabe reconocer que no todos los refugiados españoles actuaron igual, pero tal vez sea cierto que muchos y los más destacados lo hicieron así.
El aniversario de mi maestro coincide casi matemáticamente con el día que llegó a Veracruz el primer barco rebosante de refugiados, lo cual está dando lugar a que se le recuerde con más intensidad.
Alguien dijo, quizá exagerando un poco –no mucho– que la cultura española en su conjunto fue salvada por la gesta mexicana que consistió no sólo en abrir sus puertas de par en par a unas cuatro o cinco decenas de miles de españoles y españolas, sino también en haber arrancado de las garras del totalitarismo a más de 100 mil de ellos mediante el impresionante quehacer de funcionarios mexicanos destacados en Francia y también en Portugal, el poco conocido Acuerdo con Pétain que declaró en tránsito hacia a México y, por lo tanto, bajo la protección de nuestra tricolor, a todos los refugiados que estaban en la Francia
libre, y hasta el uso de las armas de la razón y ocasionalmente de las otras…
Para conmemorar aquellas efemérides, Porfirio Muñoz Ledo propone imponer en letras de oro al exilio español en el recinto parlamentario más importante de nuestro país.
Es un merecido homenaje tanto al propio exilio como a los mexicanos
que lo hicieron posible, pero también es un modo de recordarle a España
lo mucho que se hizo en favor de sus hijos y su cultura y recordarle,
como debe ser, a los muchos españoles actuales, enemigos de ese derecho
de autodeterminación de los pueblos, que inspiró a quienes realizaron la
singular y enorme hazaña.
Desgraciadamente, no faltan hijos o nietos de aquellos refugiados que
hoy día parecen más proclives a ese franquismo que fue combatido por
sus padres y abuelos y poco dispuestos a agradecer cabalmente la
seguridad y la tranquilidad que hallaron aquí, así como las
posibilidades que ofreció esta tierra de que los descendientes de
aquellos mártires gozaran de un modo de vida mucho mejor.
Una vez más, Muñoz Ledo nos da un motivo para felicitarlo y
solidarizarnos con él. Ojalá que el resto de los miembros del Congreso
piensen igual, aunque de todo hay en la viña del Señor.
A la memoria de José Gaos
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