Ultraderecha agrieta la arquitectura europea
Escrito por
Arnaldo Musa/Especial para CubaSí
La anunciada salida de Gran Bretaña de la Unión Europea, conocida
como Brexit, no es más que un eslabón de la amplia y fuerte cadena
hilvanada por la extrema derecha para llegar al poder en el llamado
Viejo Continente.
La anunciada salida de Gran Bretaña de la Unión Europea, conocida como Brexit, no es más que un eslabón de la amplia y fuerte cadena hilvanada por la extrema derecha para llegar al poder en el llamado Viejo Continente, aprovechando situaciones parecidas como las que empoderaron a fascistas en Italia y Alemania, y condujeron al estallido de la Segunda Guerra Mundial.
Los desbarajustes provocados por lo que se consideraba avanzada
progresista, encabezados por una socialdemocracia endeble y fácil de
comprar, no se corresponden exactamente con la actual situación, pero,
de todas maneras el populismo de derecha, casi rayando en el fascismo,
ha hecho que las principales colectividades de esa tendencias en
Alemania, Italia, Holanda, Suiza y Austria tengan una fuerte posición en
el Parlamento Europeo, corroborada recientemente en Hungría y Suecia,
lo cual ofrece malos augurios para las elecciones de mayo venidero.
Para poder avanzar y hacer tambalear las ya caducas estructuras de
una democracia que no se realiza consecuentemente, los ultraderechistas
propagan el racismo y la xenofobia, con un discurso antiinmigratorio y
nacionalista, que gana terreno.
Los ejemplos que se dan en las elecciones de los países del Viejo
Continente ahora incluyen gobiernos extremistas. Un caso a destacar es
el de Italia, donde en marzo último la coalición de derecha populista
fue la más votada y llegó a conformar el nuevo gobierno. El ministro del
Interior de ese país, Matteo Salvini, no esconde su tendencia, y sus
discursos están plagiados de ataques contra los refugiados y los
musulmanes.
A esto se suma el gobierno conformado por el partido extremista ÖVP
en Austria, desde hace varios años. Este país, de donde era oriundo
Hitler, ha visto crecer a un dirigente como Jorg Haider, quién hace
apología al Tercer Reich y su “ordenada’ política de empleo pleno. En
Suecia, como resultado de las recientes elecciones, se instaló un
gobierno con el apoyo de los extremistas de derecha, que sacaron la
tercera votación.
A estos ejemplos del occidente del continente, habría que añadir a
los gobernantes de la antigua Europa socialista. El primer ministro
Orban, de Hungría, acude a frases incendiarias como “no queremos que
nuestro color se mezcle con otros”. Y en Polonia, el Parlamento, con el
dominio del partido de extrema derecha, ilegalizó cualquier acusación
que involucre a los ciudadanos de ese en el Holocausto.
Por si estos casos fueran poco, ya en Alemania y Holanda, los
partidos de extrema derecha son segundos en las encuestas, y podrían ser
quienes definen quién y cómo se conforman los próximos gobiernos. Solo
en Francia se denota un ligero retroceso del Frente Nacional, a espera
de cómo continúa la frágil popularidad del presidente Macron.
Los programas de estos extremistas, con creciente apoyo popular, son
similares. Nacionalismo económico y clara oposición a relegar
competencias en la Unión Europea. Rechazo frontal y decisivo a permitir
inmigración. Una decidida posición antiislamista, y un repudio abierto a
todo lo que se considera contrario a su “cultura original”.
Izquierda que se moviliza
Un colega del periódico Granma me recordaba que varas formaciones de
izquierda ya se movilizan contra el maligno fenómeno, y al respecto se
reunieron en la ciudad española de Bilbao.
Allí se subrayó como desde las más recientes elecciones europeas, los
partidos de extrema derecha y populistas de esa tendencia están
aumentando en todas partes en Europa, y como las posturas xenófobas e
islamófobas que promueven han ganado en audiencia y están impregnando
cada vez más la retórica de los conservadores e incluso algunos
segmentos de la democracia social.
El debate sobre el crecimiento de la ultraderecha ha tenido como
protagonistas a Pablo Livigni, investigador del Espaces Marx (Francia);
el austríaco Walter Baier, coordinador político de la plataforma europea
Transform!; Aurélie Maréchal, directora de la Fundación de los Verdes
Europeos; y Cornelia Hildebrandt, representante de la Fundación Rosa
Luxemburgo.
Los oradores coincidieron en un diagnóstico: el neoliberalismo y la
extrema derecha tienen una "relación directa". Livigni llamó a “combatir
la idea de que liberales y conservadores tienen mecanismos de defensa
frente a la extrema derecha, porque no es verdad”. De hecho, advirtió
que los partidos ultras "defienden algunas políticas complementarias a
programas neoliberales". "Tenemos algunos gobiernos de derechas cuyas
políticas se parecen mucho a lo que haría la extrema derecha", señaló.
En tal sentido, advirtió que "los neoliberales no son la solución" para
frenar este problema.
Después de la más larga historia europea, sin guerras entre los
países enemigos de vieja data, y con una importante época de crecimiento
y bienestar compartido, la pregunta es ¿por qué ese resurgimiento
extremista? La fórmula es tan sencilla como hace 80-90 años, cuando el
fascismo ocupó a gran parte de Europa.
Son elementos básicos: señalamiento de quién es o piensa diferente
como enemigo común del proletariado y de la clase trabajadora. El
‘otro’, el diferente, es a quien hay que combatir, porque es el culpable
de lo que pueda pasar ante un futuro incierto. Se logra expandir el
miedo.
Con frases polémicas, sencillas, y sin ningún asidero académico,
estos políticos logran convencer de que hay que volver a las raíces de
lo propio, combatir lo extraño y extranjero, y luchar por la unidad
nacional. El peligro de esta tendencia va de la mano de guerras
comerciales como las que ha iniciado Trump, y hacen tambalear al sistema
económico mundial.
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