Baja fidelidad, alta especulación
Rolando Cordera Campos
Nos acercamos a momentos
clave de la vida nacional: el proyecto de Presupuesto de Egresos de la
Federación y el mensaje de toma de posesión por parte del presidente
Andrés Manuel López Obrador. Contra lo que queríamos y esperábamos
muchos, la fase final de la transición ha sido todo menos tersa, plagada
de altibajos financieros y cambiarios, pérdidas en los índices que
juegan en la Bolsa Mexicana de Valores y muchos cálculos no expresados
todavía sobre lo que, por ejemplo, significará la cancelación del
proyecto del Nuevo Aeropuerto Internacional de México en Texcoco, para
las empresas que habían adelantado inversiones y compromisos.
Lo ocurrido el jueves pasado con las acciones bancarias y su impacto
sobre el tipo de cambio peso-dólar reveló tanto la fragilidad económica
del país y la imposibilidad de desacoplarse del dominio de la alta
finanza como su extrema propensión a resolver sus cortos plazos con
cargo a la especulación en gran escala. Tal es el mundo hostil en el que
vivimos y en el que tendrá que buscar espacios la promesa de cambio
político y económico del nuevo gobierno, su cuarta transformación del
régimen que se ha dado por colapsado.Ese desmayo, sin embargo, no da cuenta de las capacidades de supervivencia de los poderes que lo sostenían, ni de sus potencialidades destructivas en lo financiero, pero también en lo económico y, de continuar sin solución, también en lo político. Una serie agresiva de caídas en el tipo de cambio y el mercado bursátil podría llevar a una ruptura, si se quiere parcial, de los principios y criterios de la economía abierta que han gobernado el flanco económico del ahora calificado de viejo régimen, sobre todo si sobreviene un descenso productivo, un congelamiento de proyectos de inversión y, como consecuencia fatal, una recesión en toda forma.
Nada halagüeño el panorama para el despertar de un nuevo mandato que
promete la renovación de la política y, más allá de ello, de la manera
de hacer las cosas por parte de los que mandan. En esas circunstancias,
parece muy cuesta arriba proceder de inmediato a la reconstrucción
política que aparenta estar debajo de los planes de concentración del
poder desde las regiones, con los famosos súper delegados y otras
linduras de las que apenas tenemos indicios.
En el PEF habrá primicias o no, pero lo que hoy impera es una extraña
incertidumbre sobre su monto y asignaciones. La austeridad, mal
entendida y peor aplicada, no puede sino generar mayor especulación
dentro y fuera del sector público y, la lealtad a la que apela el
presidente electo, no puede sino flaquear.
El llamado respetuoso y sencillo hecho por el Consejo Universitario
de la Universidad Nacional Autónoma de México, sobre la necesidad de un
gasto público seguro y sensato para las universidades públicas, debe
tomarse en cuenta. El llamamiento termina así:
una sociedad con bienestar requiere de la seguridad de una educación pública, amplia y de calidad.
El silencio y la opacidad que hasta ahora reinan en los corredores de
Hacienda, hablan de un coloquio de aprendices de brujo, sometidos a los
viejos ritos y consejas que hasta aquí nos trajeron, luego de 30 años
de experimento con el libre mercado y la jibarización del Estado. La
lealtad republicana merece otro trato.
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